La magia de Internet sigue siendo tan grande que, a pesar de todo, me sigo asombrando. Como diría el poeta, prefiero asombrarme que saber y, es muy cierto. Digo todo esto porque, gracias a este medio que nos permite estar en cualquier confín del mundo, justamente, un segundo después de haber finalizado el espectáculo, -con la crónica escrita, claro- en este caso, la feria de Madrid que, en triunvirato, la estamos analizando. Mis compañeros in situ y, quien les escribe, gracias al “milagro” televisivo. Me siento afortunado al escribir de este modo porque, dichoso de mi, las imágenes me muestran, con toda seguridad, algunas cosas que, desde la propia plaza apenas se perciben. Esos primeros planos de toros y toreros en todas las suertes, televisivamente, son un bello placer para mis retinas.

Como explico, gracias a la magia que este medio desprende comparado con las revistas o diarios de papel, aquí, nuestros lectores, como es obvio, pueden exponer sus criterios particulares y, a su vez, criticar aquello que les parezca; hasta este punto llega nuestra libertad; la que promulgamos y la que ofrecemos. Uno de mis lectores, ayer me pedía sangre; quería el aficionado que, quien suscribe, hubiera “degollado” a Fernando Cepeda y, les puedo asegurar que, con exponer nuestra verdad, con ello, ya estamos contentos. Escribí aquello que vi y, sin presiones por parte de terceros, como hago cada día, expuse mi criterio. Que no se preocupe nadie que, Cepeda, en el pecado, llevará su penitencia.
Las miserias de la fiesta, como en esta décima corrida isidril se ha demostrado, cantan por ellas mismas. Los toros de Valdefresno se han encargado de mostrarnos la cara amarga de este espectáculo puesto que, si falla el toro, la fiesta se hunde por los suelos y, tanto los toros titulares como los remiendos que completaban la corrida, propiedad todos de Fraile, le han dado un soberano disgusto al ganadero. Toros sosos, aborregados y sin argumento alguno para la lidia, han dejado al ganadero con el culo al aire. Algunos, hasta de apariencia anovillada que, lamentablemente, era lo que faltaba para consolidar la ruina más vil. Como dije en muchas ocasiones y, no hace falta hacer sangre, si se aplicara un mínimo de justicia en el mundo del toro, los toreros que eligieron dicha corrida, con toda seguridad, deberían de quedarse parados durante una temporada y, al paso, tomar lección. Como diría el otro, ¿quién fue primero, el huevo o la gallina? Es decir, ¿quién tiene la culpa, el torero o el ganadero? Lo dejamos en un cincuenta por ciento para cada cual pero, estos toreros, -y eso lo tengo claro- torearán lo que quieran contratarles pero, sin dinero. Y les contratarán por aquello del nombre, pero por nada más.
Uceda Leal es un torero que ha sabido brillar con el toro auténtico y, con el toro aborregado, su toreo, queda como un triste caricato de su profesión. Para colmo, con lo alto que es, para emocionar, necesita como nadie del toro de verdad. Ha tenido dos toros sin alma y, su toreo, como explico, no ha calado con nadie. Se ha esforzado en su primero y, no ha sacado agua del pozo. Sin lugar a dudas, la cuesta se le viene arriba. ¿No querían toros de una ganadería de prestigio? Ahí los han tenido. La gente se lo ha tomado a mofa y, apenas les ha quedado tiempo para chillar; ni ganas tenían. Ya lo sabe Uceda, si quiere remontar el vuelo, con toda seguridad, tendrá que apuntarse a una corrida para toreros machos, que otras veces lo ha hecho. Quizás que, se creía figura y así ha actuado.
Manzanares no quiere ser torero. Sus toros, obviamente, como todo el mundo ha visto, no eran la mejor esperanza para lograr el triunfo pero, su poquito afán por superar la adversidad, igualmente ha quedado patente y manifiesto. Dos tardes en Madrid sumando dos fracasos, dice muy poco en su favor. Como yo sentenciaba, el chico, ha querido ser torero bajo las influencias de un padre famoso y, en los pueblos y plazas de segunda y tercera, con el medio torito, ha caminado con holgura. Pero había que pasar la reválida de Madrid y, el balance es de fracaso total. Otro que, con toda seguridad, toreará en mil sitios; el nombre hace milagros. Pero de los tres espadas de esta tarde, a partir de ahora, irán de relleno y, con muy poquito dinero. Si me apuran, a los empresarios es a los únicos que les favorece que estos hombres fracasen; es decir, la impotencia de los diestros les viene a los empresarios como anillo al dedo; contratan al torero famoso y, como no ha triunfado en Madrid, de dinero, ni hablar. ¿Qué decir de Manzanares? Lo que se diga será poco porque, su fracaso, con estos toros, ha sido de época. ¿Qué diablos podríamos resaltar de este torero si no tenía toros? La culpa, será suya puesto que él, en anuencia con la empresa, acordó lidiarlos. Ahora, que no se quejen. Me pedían sangre como digo y, como hemos visto, han sido los toreros los que, ellos mismos, se han degollado.
Pensar que, el pasado año, Eduardo Gallo, acudió a Madrid de novillero para impresionar a todo el mundo y, ahora, de matador de toros, dos tardes en las Ventas le han dejado como a sus propios compañeros, sin esperanza alguna en cuanto a cuestiones monetarias se refiere. Y hago hincapié porque, seguirán toreando, tanto Gallo como Manzanares, pero de torear como un ídolo a tener que hacer paseíllos por darse un garbeito por las ferias, la diferencia es abismal. Ninguna gloria han aportado estos hombres con semejante corrida que, difícilmente, nadie destacará nada, salvo la mansedumbre de los dos últimos toros y, la sosería borreguil del resto de los lidiados. Resulta que, como se ha comprobado, al paso que vamos, los toreros jóvenes, los que tenían que tener ilusión y arrestos hasta para dejarse matar, se quedan impávidos viendo como, hasta este instante, el rotundo triunfador del ciclo se llama César Rincón.
Corrida para olvidar en que, la gente, como antes decía, ni chillar ha querido. No merecía la pena que nadie dijera nada. Convengamos que, de alguna manera, la indiferencia, ha sido el peor de los pecados que estos hombres han tenido que purgar y, si caso, en gesto de desprecio, han llenado el ruedo de almohadillas.