Festivales como el celebrado ayer en la plaza de toros de Alicante, son los que le dan categoría a la propia fiesta y, ante todo, a la dignidad por la causa que se celebran. En esta ocasión, la torería y la afición, en perfecta comunión, se reunieron para recaudar fondos contra el cáncer, loable acción que, viniendo de las manos de la señora Tarruella, esposa de Luís Francisco Esplá, encontró el eco que esperaba de la afición alicantina. Esplá, al alimón con su esposa, organizó el festejo y, a su vez, dando rienda suelta su creatividad artística, hasta pintó el cartel de dicho festejo.
Lució un sol espléndido en Alicante y, en mañana luminosa, tres cuartos largos de plaza se congregaron para el festejo aludido que, trofeos conseguidos al margen, resultó totalmente triunfal. Ante todo, el primer triunfo, resultó ser la asistencia de público que, Luís Francisco Esplá, al final de su actuación, en el centro del ruedo, aplaudió al público congregado. Se lidiaron todos de Guadalmena que, en su conjunto, sirvieron muchísimo para el desarrollo de la lidia y, ante todo, para que lo matadores consiguieran su propósito artístico.
Abrió el festejo el rejoneador Andy Cartagena que, ante un novillo un tanto apagadito, poniendo él todo de su parte, demostró su destreza y habilidad; digamos que su técnica depurada, tanto en banderillas largas como con las cortas. Labor eficaz y emotiva que, al acabar con el enemigo de un soberbio rejonazo en la cruz, le dieron las dos orejas que paseó de forma triunfal.
Luís Francisco Esplá estuvo en torero a lo largo de la mañana; nada deja por hacer y su voluntad es patente y manifiesta en todos los tercios. Se abrió de capa con lances variados y, con la suerte que le ha hecho famoso, es decir, las banderillas, en esta ocasión, no brilló a gran altura. Si en cambio, con la muleta, estuvo torero y cabal puesto que, su enemigo, le brindaba el triunfo en bandeja. Tras acabar con su enemigo, le dieron las dos orejas.
Espartaco venía hasta Alicante repleto de ilusiones. Su sonrisa, como hiciera en sus mejores tiempos, inundaba el ruedo capitalino. Su técnica, una vez más, obró el milagro. Sin con la izquierda el toro no le dio muchas opciones, su faena, obviamente, se ciñó por el lado diestro que, fundamentalmente, ha sido la mano sabia de Espartaco. Varias tantas de derechazos demostraron que, Espartaco, en los festivales, puede y debe ser un hombre importante. No tuvo fortuna con el acero y, al final, una gran ovación, despedía al maestro de Espartinas.
Pudimos saludar previo al festejo a Javier Conde y, la ilusión que traía, la mostraba en su semblante, más luego, así lo demostraría en la arena. Tres verónicas de ensueño fueron el prólogo de lo que sería una faena bellísima. Quizás que, alguna vez, el toreo, pudo haber sido tan bello como Javier Conde lo interpretara en este día. Es cierto que, el toro era el enemigo colaborador que, como se demostró, permitió a Conde inundar el ruedo alicantino con su magia, su creatividad, su plasticidad en aras de un toreo distinto al que habitualmente vemos. Puedo asegurar que, este torero, no imita a nadie. Su creatividad es patrimonio único y exclusivo. Lo que hagan los demás no le trae a cuenta y sin embargo, él, se sabe diferente y lo enseña cada día. Si el toreo fundamental resultó un monumento al arte, sus arabescos de final de faena, eran un prodigio de la creatividad a que aludo. Convengamos que, con Javier Conde, cabe la magia o el desencanto, pero jamás el aburrimiento. Mató de una certera estocada muy laboriosa, hasta el punto de sonar dos avisos, pero le dieron, justamente, las dos orejas de su enemigo. Ya, en la vuelta al ruedo, como en su toreo, paró el tiempo y, se hizo interminable; vítores por doquier en un paseo apoteósico.
Manzanares hijo tuvo a un enemigo un tanto brusco que, en ocasiones, no le dejaba asentarse en la arena como él hubiera deseado. Voluntad a raudales y, por momentos, destellos de su toreo bello; pero sin llegar a redondear la faena soñada. Oreja y vuelta al ruedo.
Francisco José Palazón resultó ser el menos afortunado puesto que, su enemigo le presentó diversas dificultades aunque, no es menos cierto que, su voluntad y tesón, quedaron patentes. Cortó una oreja que paseó entre ovaciones. Lo de menos, tanto en Palazón como en el resto de los actuantes, era el número de trofeos conseguidos: lo realmente importante era su desinteresada labor a favor de una causa hermosa, caso de la lucha contra el cáncer.
En breve, para demostrar la autenticidad del gesto solidario de todos los actuantes, publicaremos la relación de gastos e ingresos y, de este modo, podremos ver con claridad los beneficios obtenidos en dicho festival que, el público, en su gran mayoría, apoyó de forma incondicional con su asistencia.