Nadie estamos preparados para soportar con estoicismo la pérdida de un ser querido, caso de Jorge Guevara que ha fallecido recientemente con el que compartimos muchos momentos inolvidables. Las lágrimas, ante la muerte del amigo, son el detonante lógico para cualquier ser humano a la hora de despedirse de un ser entrañable como lo era Guevara para todos nosotros los que formamos parte de este equipo ilusionado de personas que formamos OyT.

Jorge era nuestro hombre fuerte en Madrid, el cronista por excelencia que, desde que apareció junto a nosotros cubría con desmesurado esmero todo cuanto ocurría en la plaza de toros de Las Ventas en la que no faltó ni en una sola ocasión. Guevara era un vocacional por excelencia; nada le importaba y todo lo superaba con la finalidad de ser testigo de cuanto sucediera en la plaza de Madrid de la que nos tenía perfectamente informados.

En una de las muchas jornadas que compartimos con el maestro

Jorge Guevara tenía muchas virtudes puesto que, como dice el refrán, había sido cocinero antes que fraile, razón por la que sabía lo que pasaba en la cocina. Es decir, en su juventud fue novillero, razón por la que nadie como él comprendiera al que se ponía frente a un toro bravo. En su pluma hubo justicia, pero jamás acritud para con nadie puesto que, como decía, él mejor que nadie sabía de las tremendas dificultades que entrañaba ser torero, de ahí el respeto que sentía por la profesión y el que entregaba a todos los hombres que se jugaban la vida.

Guevara había alcanzado lo que se dice la edad de la sabiduría puesto que, como él dijera tantas veces, al margen de su carrera universitaria que ya tenía mérito en aquellos años de su juventud, las lecciones más importantes las aprendió en su peregrinar por el mundo puesto que, desde que recalara en España hace más de cincuenta años, hasta hace muy poquitas fechas, siempre hacía las américas como él nos contaba. Es decir, el invierno se lo pasaba entre Ecuador y Colombia que eran sus feudos naturales por estas fechas; Ecuador porque era su lugar de nacimiento y Colombia porque según él era el referente taurino tras la feria de Iñaquito. Tanto caminar por el mundo le permitió adquirir unos vastos conocimientos en cualquier materia que, conversar con él era pura delicia.

Jorge Guevara era un hombre humilde que jamás hizo gala de su sabiduría, justamente, la que nos mostraba sin pretensión alguna y de la que disfrutábamos los que éramos sus alumnos que, en nuestra redacción, por cuestiones de  edad éramos todos. Sin duda que, conversar de toros con él era pura delicia; pero todos los temas de la vida, todos, sin distinción, podían ser abordados por el maestro Guevara para deleite de todos los que le amábamos que, humildemente, a su lado, tomábamos lección, no era para menos.

Pocos días antes de que acabara el año pasado tuve la suerte de conversar con él por última vez; me hablaba de sus achaques pero era algo que le atribuíamos a la edad, nunca de que podría partir de este mundo tan pronto. Sin pretenderlo, aquel día resultó ser nuestra despedida. Dios le tenga en su gloria mientras que en la plaza de toros de Las Ventas quedará un hueco muy difícil de llenar, el que ha dejado el maestro Jorge Guevara.