Tras leer el libro que ha escrito Néstor García sobre Iván Fandiño, el que fuera su pupilo, su amigo, su compañero, su socio en la vida, uno queda anonadado. Cualquier aficionado que se precie debe de leer MAÑANA SERÉ LIBRE, el bello tomo en el que, como explico, Néstor García ha vaciado su alma en honor hacia el que fuera el torero más importante de las últimas décadas.
Néstor García ha escrito lo que todos sabíamos, pero en versión corregida y aumentada, algo que le agradeceremos siempre puesto que, la grandeza de Fandiño, su fuerza magnética la conocíamos todos, así como su hombría, su talento como doctor en tauromaquia y, sin duda, por ser el torero que más cojones ha tenido a lo largo de la historia. Todo en él se basaba en la verdad más absoluta y, justamente esa verdad, en un mundo tan mentiroso como el de los toros es el que le aupó a Fandiño a ese lugar de privilegio que logró con sus armas y, sin duda, con ese grandioso corazón que tenía que no le cabía en el pecho.

MAÑANA SERÉ LIBRE, el libro sobre Iván Fandiño
La grandeza del torero de Orduña la sabíamos todos, ahora bien, lo que sorprende de este libro es la claridad meridiana con la que Néstor nos explica con todo lujo de detalles las circunstancias que les rodearon, algunas muy macabras; las más, dolorosas, alguna simpática, pero todas, salpicadas por la misma verdad con la que Iván Fandiño se enfrentaba al toro.
Hay un tono descorazonador cuando Néstor nos cuenta la ocasión en que alguien definió a Fandiño como “un lateral derecho del Atlético de Bilbao” Es decir, pocos creían en él, pero no es menos cierto que la fe inquebrantable de Néstor junto al corazón indomable de Fandiño, ambos lograron el milagro.
Sorprende, por ejemplo, cuando Fandiño, borracho ya de triunfos, el periodista Miguel Ángel Moncholí le requiere para entrevistarle para Tele Madrid y al dirigirse a él, le llama David. Anécdotas como la descrita las encontramos por decenas; es decir, de todos aquellos que querían subirse al carro del triunfador y, como ocurrió con este hombre, no sabía ni cómo se llamaba el torero.
Si soy sincero he de reconocer que Néstor no hace “sangre” con nadie, se conforma con la que brota de las heridas de tanto indeseable como se encontró en su camino que, todos, sin distinción, en el pecado llevaron su penitencia, caso de El Juli que, por todos los medios le huía puesto que, como sabemos, a Fandiño le doctoró El Juli y, con toda seguridad, mientras le daba la alternativa seguro que pensaba: “Como este toreará menos que Rafael Chacarte no hay problema en doctorarle; es decir, jamás me hará sombra”. Ese era el pensamiento de Julián López, pero se equivocó y, tras toda la vida como torero auténtico y cabal, caso de Fandiño, el de Velilla de San Antonio le huyó de forma despavorida; se encontraron alguna vez en Francia y América, pero nunca en ninguna plaza importante de España.

El afiche publicitario sobre la obra de Néstor García
No es que Fandiño tuviera que luchar contra el toro, su enemigo natural; tenía que combatir contra los empresarios que le despreciaron durante mucho tiempo, con los periodistas del oportunismo y, lo que es más grave, contra sus propios compañeros en la cumbre de la torería que nunca le perdonaron que Fandiño llegara a la cumbre, encabezando, como triunfador absoluto el escalafón durante varios años consecutivos. O sea que, pese a todo, Fandiño llegó a lo más alto, al Everest de la tauromaquia pese a todo y contra todos.
Sin duda que, Néstor García ha escrito desde la libertad que le otorga su corazón pero, no en vano, algunas de sus afirmaciones las constataré porque no quiero quedarme con la duda de nada, entre ellas, el tono despectivo con el que trata a Joxín Iriarte, todo un señor en el más alto concepto de la palabra que, entre otras cosas, tuvo a bien contratar a Iván Fandiño durante cinco años consecutivos, por ello, no entiendo el desprecio de Néstor hacia este hombre admirable, un taurino que, en vez de montar una feria para ganar dinero, tiene firmado un documento en el ayuntamiento de Azpeitia en el que reza que, de haber beneficios se repartirán entre los más necesitados del pueblo, siempre y cuando se le pague a todo el mundo, claro; y de haber pérdidas, éstas serán asumidas por el señor Iriarte.
Como fuere, lo confieso, la grandeza de Iván Fandiño merecía un libro como el que ha escrito Néstor García. El torero de Orduña, sin duda alguna, ha sido un icono representativo de la verdad. ¿Se puede pedir más en un mundo plagado de mentiras y engaños como es el mundo de los toros? He dicho.