Ante lo que sucede en Madrid, la pregunta es siempre la misma. ¿Cómo es posible que todas las ganaderías que lidian en Las Ventas, en el resto de las plazas del mundo cosechan triunfos y, en Madrid, todo son fracasos? Que conteste el que sepa que yo no lo entiendo. Ante semejante bodrio uno tiene derecho a pensar de todo: primero que nada, lo que me viene a la mente es que alguien quiere que los toreros no triunfen en Madrid y de tal forma nadie pedirá dinero, es lo único coherente que se me ocurre.
Basura descomunal son los toros que pasan por Madrid, los que rompen las ilusiones de tantos toreros que, reconocidos en muchas plazas, no quieren que se les reconozca en Madrid, de ahí los toros híbridos a los que se enfrentan con los cuales el fracaso está asegurado. Una mano negra sigue pululando por Madrid, no cabe otra explicación. Me parece muy bien que la empresa de Madrid no quiera que torero alguno despegue, pero no es menos cierto que, dentro de poco, Las Ventas será un solar desmantelado.
Antonio Ferrera, el torero que ayer inundó de arte el ruedo de Madrid
Una oreja cortó David Mora ante un ejemplar que prometía mucho pero que se le apagó en el acto; premio excesivo por las condiciones del toro que, repito, en la tercera serie se difuminó y todo lo tuvo que hacer el diestro. Curro Díaz lo intentó todo con resultados nefastos. Con semejante material ni Cúchares que hubiera resucitado. Iván Fandiño pechó con el peor lote, incluso con el toro más asesino de la feria. El hecho de que saliera ileso ya era un triunfo.
Si he visto en esta primera parte de la feria mucha acritud por parte de algún sector de la plaza con estos toreros admirables que acudían a Madrid con la ilusión del triunfo. Podían haberle gritado a Simón Casas por haber traído semejante basura de toros, pero lo toreros creo que merecían mucho más respeto.
Sebastián Castella quiso hacer las cosas muy bien y, en verdad que lo logró. No pudo redondear el triunfo, pero lo intentó. Buenas maneras del francés que no regateó esfuerzo. Era la primera corrida de figuras y, por supuesto, empezó el baile de corrales. Varios ejemplares fueron devueltos para que saliera un toro del Conde de Mayalde en el que Talavante estuvo sensacional. Cortó una oreja de peso y se le rindió hasta el siete. Javier Jiménez con un lote infame acabó en la enfermería.
La corrida de Las Ramblas de ayer arrambló con todo, de forma concreta con las ilusiones de sus lidiadores que dieron todo lo que tenían por lograr el éxito que, salvo Ferrera, los demás nadie logró. Honor para este triunvirato admirable; Padilla, Ferrera y Escribano que, los tres, sin distinción, se jugaron la vida a cambio de nada puesto que, salvo el medio toro que Ferrera pudo lidiar, lo demás era pura quimera de lo imposible. Y digo medio toro porque apenas le permitió a Ferrera desgranar su toreo bellísimo; pese a todo, el pacense, tras una faena llena de torería y de sentimientos al más alto nivel cortó oreja y media; es decir, una oreja de auténtico peso; las dos orejas hubiera sido un premio excesivo dadas las condiciones de toro, pero la que cortó, dudo que se corte otra de semejante talante.
En Madrid, los toreros tienen todas las ilusiones del mundo, la pena es cuando éstas se quiebran por culpa de esos toros malditos que no sirven para nada, salvo para que nadie pueda abrir la boca para pedir un euro por jugarse la vida.
Foto: Muriel Feiner