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Pla Ventura  
  España [ 24/01/2005 ]  
CUANDO LA AÑORANZA NOS INVADE

En este momento, la suerte de banderillas, respecto a los matadores, vive momentos de languidez; estamos como adormilados al respecto y, el motivo siempre es igual; faltan banderilleros de auténtico lujo porque, palitroques, los colocan muchos; lo que se dice banderillear, lo hacen pocos. Convengamos que, entre los espadas de alternativa que lucen en banderillas, tenemos a Luís Francisco Esplá pero, el hombre, a estas alturas de su vida – y lo entiendo- es una sombra de aquel Esplá arrojado que, con las banderillas, supo hacerse multimillonario. El alicantino, honradamente, hizo de esta suerte un bello espectáculo; del segundo tercio, Esplá, conseguía la apoteosis que, más tarde, con la muleta, jamás pudo lograr.

Otros matadores de alternativa siguen poniendo banderillas y, ello, siempre es motivo de gozo para el aficionado; aunque la suerte del segundo tercio no pueda calificarse de fundamental, sencillamente porque el toreo es con la muleta, siempre es de agradecer el esfuerzo del matador aunque, como todo en la vida, no solo basta con la voluntad; para poner banderillas, hay que hacerlo de verdad y con todas las de la ley. Eso de contemplar pares de sobaquillo, a toro pasado y tomando todas las ventajas, la verdad es que resulta horrible. Por ejemplo, El Juli, que lo hacía así de mal, ha desistido de ello y, por esa razón, merece un aplauso. Las cosas, o se hacen bien, o se queda uno parado.

Ahora, como explico, los aficionados añoramos al que fuera el rey de las banderillas, cuando menos, en los últimos veinticinco años de nuestra historia reciente. No tengo rubor en confesar que, como él, nadie. Me refiero al lusitano Víctor Méndez, sin lugar a dudas, el mejor torero que ha dado Portugal en toda su historia. Víctor Méndez no mandó nunca entre la torería de su época, nada es más cierto; pero sí, a su vez, supo encararse en aquellos carteles de banderilleros que, como explico, era el más cotizado; y lo era con razones de mucho peso; jamás vi a nadie asomarse al balcón con la gallardía que él lo hacía; el par, de poder a poder, en sus brazos, alcanzabas cotas bellísimas y, sus pares, son ahora recordados por todos los cosos del mundo.

Méndez tenía, además de las banderillas, una muleta poderosa que, debido al eco que alcanzaba con los palitroques, posiblemente, jamás supimos valorar en su justa medida. Pero su mérito era inigualable; mataba el toro auténtico y, si con las banderillas enardecía por aquel valor espartano que esgrimía, más tarde, a la hora de la verdad, se jugaba la vida sin trampa ni cartón. Lo de Méndez, como todo el mundo sabe, no era ninguna broma; ni la consecuencia del caminar junto a la prensa rosa, a la cual, ahora, tantos se quieren arrimar. Víctor Méndez era el producto de su verdad y, sin ser un dechado de sentimientos, supo llevarse, además de muchas cornadas, el respeto de un público que, empezando por Madrid, plaza a la que varias veces enloqueció; y terminando por todo el confín de la tierra; sencillamente, porque su toreo estaba basado en la verdad; si se me apura, en una sólida técnica; pero que solía calar en el espectador porque, ¿habrá algo que cale más hondo que la propia verdad? Méndez, todas las tardes, daba lo que tenía; que no era poco y, para colmo, enloquecía a los aficionados con las banderillas. Allí, en su retiro dorado en Villafranca de Xira, podrá sentirse satisfecho de todo lo ganado porque, si alguien ganó el dinero con sudor, sangre y fuego, ese ha sido Víctor Méndez.

Mi tributo hacia este hombre que, como todos sabemos, pudo haber caminado por el mundo sin necesidad de jugarse la vida porque, sus títulos universitarios, ellos solos, le bastaban y sobraban para ser un personaje de lujo; en Portugal o allí donde se encontrare. Se trata de un universitario con un bagaje cultural que, en este instante, sólo podría ser comparado al de Luís Francisco Esplá o, muchos años atrás, al de Ignacio Sánchez Mejías. Y digo todo esto porque, es hermoso que, un hombre como Víctor Méndez, con un porvenir de lujo en su vida, quisiera inmiscuirse como matador de toros para resultar ser, cuando menos en banderillas, el mejor de su tiempo. Y, lo que es mejor que, el paso de los años, ha logrado que, en distintas plazas de toros se le recuerde con la nostalgia propia de los que han sido grandes en lo suyo. Ahora, según me cuentan, Víctor Méndez es un gran hombre de negocios; un señor que imparte lecciones de cultura y de saber en distintos foros del mundo; en definitiva, un ser humano admirable que, para dicha de los aficionados, se hizo torero para enseñarnos que, la suerte de banderillas, hecha con verdad, podía ser arrebatadora y, lo consiguió.

 
   
 
   
alejandro tellez lopez 24/01/2005  
 
recordar es vivir., recibe un saludo de la aficion taurina de orizaba.,ver.mexico, y sigue escribiendo la verdad. que se disfrutan tus comentacios.
 
 
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