Se suceden los triunfos de Luís Bolívar en su tierra y, como novedad, puede ser un torero muy válido para la próxima temporada. Todo el mundo tiene derecho a una oportunidad y, en nuestro caso, en esta ventana abierta hacia cualquier confín de la Tierra, entendemos que, casos como el de Bolívar, deben de ser respetados y, ante todo, merecen ser ayudados por la carga de ilusión que corre por sus venas. Convengamos que, Luís Bolívar no es ningún gracioso que quiera adentrarse en el mundo del toro; se trata, como pudimos comprobar, de un torero muy válido como demostró en Madrid y en otras muchas plazas en su etapa como novillero.
Nosotros, como se demuestra, no entendemos de nacionalidades; sólo respetamos a los toreros y, nos importa muy poco su lugar de nacimiento y, el que Luís Bolívar haya nacido en Colombia, entre otras cosas, este hecho, reafirma la tremenda afición del país hermano y, ante todo, la cantidad de muchachos que quieren secundar o emular al gran César Rincón y, Bolívar, es uno de ellos.
Luís Bolívar, como pudimos comprobar, está en la línea de su maestro y compatriota César Rincón; torero hondo, de profundas líneas en su muleta y, sin estar dotado del embrujo de otros toreros, sí tiene capacidad creativa para construir la faena hermosa; esa labor que, de ayudarle el toro, mantenga al espectador o aficionado, con todo el interés posible hacia su labor. Al margen de estas cualidades, otro factor determinante que tanto le ayudará en su carrera, no es otro que el valor; la tremenda cornada que recibiera en Valencia en la pasada feria de julio, concretamente el día de su alternativa, viene a corroborar que, Bolívar, quiere ser torero, al precio que fuere.
Ahora, como estamos comprobando por todas las noticias que nos llegan desde Colombia, no sentimos gozosos de que, un ciudadano del mundo llamado Luís Bolívar, quiera ser torero y lo vaya demostrando con sus aptitudes más que válidas. El muchacho, como le precediera su maestro Rincón, igualmente, viene de las esferas humildes de la sociedad colombiana y, su mayor dicha, como se demuestra, es granjearse un porvenir jugándose la vida. Sin lugar a dudas, acción hermosa la suya que, de llevarla a la práctica con la sensatez que ha llevado su carrera como novillero, seguros estamos que, de matador de toros, le queda un porvenir admirable en su faceta como diestro de alternativa. No diré, como se dice de forma vulgar, aquello de que hay que cuidarle; eso son estupideces. Hay que darle festejos y, con las mismas garantías que puedan tener otros compañeros, dejarle que se capaz de crear la obra bella, siempre, con la verdad del toro y, por supuesto, la grandeza de su corazón. En honor a su propia verdad, si las primeras pruebas a que le sometan, son de mayor cuantía, mucho mejor; tiempo tendrá para relajarse. Nuestro deseo, como aficionados, tanto para él como para todos, será que les respeten los toros; he dicho los toros porque, el medio toro o el novillo engordado, no nos sirven, ni nunca lo aplaudiremos.
Ser torero, como diría Juan Belmonte, es más difícil que ser Papa; y no le faltaba la razón al maestro trianero. Se trata de una profesión dificilísima en la que, muchos son los llamados y muy pocos los elegidos; por miles de razones, claro esta. Bien es verdad que, Luís Bolívar, además de sus condiciones más que válidas para su profesión, atesora su valor más rotundo: sus ganas tremendas por querer llegar muy alto en su profesión; eso de venir de las esferas más bajas de la sociedad, para ser torero, es una virtud encomiable. Es casi imposible llegar a ser un torero importante si estás rico o vienes de familia hacendada; un torero, para llegar a la meta, necesita anhelar la gloria que nunca ha tenido; venir de las esferas más bajas de la sociedad, convengámoslo así, es un factor determinante que te da valor, ganas y deseos inmensos por lograr la gloria en tu profesión.
Bien hallado sea Luís Bolívar que, una cornada, el día de su alternativa, estuvo a punto de retirarle para siempre del toreo. Es verdad que, aquella cogida, con toda seguridad, el torero colombiano podrá esgrimirla cual bandera inquebrantable, pero su mayor logro será – digamos que ha sido- haber superado aquella prueba tan dura puesto que, por aquel boquete de su herida, pudo haberse escapado su vida. Seis meses de recuperación para, como estamos comprobando, reaparecer ante los suyos con semejante palmarés de éxitos, ello, bien merece toda clase de pláceme.
No conocemos en absoluto a un señor llamado Luís Bolívar; pero si conocemos a un torero que, con este nombre y apellidos, ha demostrado que, con el argumento de su verdad y su valor, con toda seguridad, se hará un hueco entre la torería del mundo y, semejante logro, será mérito suyo. Confiemos que Bolívar siga adelantando la muleta con esa verdad que, seguros estamos, le copió a su compatriota Rincón y que, como a César, de seguir por ese camino, tan buenos resultados le reportará.
Recordemos que en el fondo y en la forma, en el toreo, por mucho que algunos se empeñen, nadie pide exquisiteces que, de llegar, bien venidas sean; pero lo que en verdad cala es la autenticidad de la labor de todos y cada uno de los diestros y, Luís Bolívar, está en camino de los elegidos. De él, solo de él, dependerá todo; será cuestión de que no le falle el corazón porque, su muleta, lo dirá todo. Condiciones, las tiene; aptitudes, le sobran; su valor, está constatado. Adelante, torero.
