Llueve. Acontecimiento para ser festejado en esta zona de España porque, como es notorio, este fenómeno, ocurre muy de vez en cuando; si nos atrevemos a ponerle plazo, convengamos que, quizás, a lo sumo, una vez al año podemos darnos dicho lujo. Al respecto de los días de lluvia, no falta quien habla de melancolía, de oscuridad y de desencanto; yo pienso, exactamente lo contrario. Ver llover es algo maravilloso, sencillamente genial porque, el cielo ha abierto sus “compuertas” para que, la tierra, sienta el frescor del agua, siendo reconfortada por la misma.
Es casi un milagro contemplar la belleza de la lluvia. Todo es diferente, mágico y enigmático. Si contemplar sus finas gotas es un espectáculo inigualable, luego, las consecuencias posteriores, suenan a bendición. Es, inexorablemente, el milagro de la vida en que, entre tantas cosas hermosas que las disfrutamos todos, pobres y ricos, tras la lluvia viene la vida en todos los sentidos; en el campo y en todos los confines del universo es aceptada el agua con verdadero placer. Es, por consiguiente, el primer signo de vida. La lluvia engalana a los pueblos, da vida en los campos y crea ese ambiente maravilloso, por el cual respiramos un aire limpio y puro. Hoy, gracias a la lluvia, es un día de fiesta.
El agua caída del cielo no es otra cosa que, una forma de engalanar un pueblo o ciudad. Todo lo contemplamos hermoso tras ver llover. Quizás que, los que vivan en zonas donde el agua del cielo sea muy natural y cotidiano, con toda seguridad no le darán la importancia que en verdad tiene. Acá, en esta zona, el espectáculo de la lluvia siempre será algo inolvidable. Y llueve precisamente en este tránsito que nos separa el otoño del invierno; es, como digo, un signo más de que la naturaleza todo lo puede. El hombre inventará todos los miles de artilugios que se le ocurran y, muchos de ellos, serán de enorme utilidad. Pero lo que nadie podrá inventar será el milagro de la lluvia y, a su vez, de la vida que proporciona en este planeta llamado Tierra.
Hoy, obviamente, nos parecerá un día gris; el cielo está encapotado. Mañana, sin lugar a dudas, tras la lluvia, será un día maravilloso; el verde de los montes crecerá con desmesurado afán y todos podremos sentir, y a su vez respirar, el olor a lluvia, ese perfume embriagador que el hombre jamás pudo inventar.
En este día, siento la frescura de la lluvia; esa agua fina que, caída del cielo me despierta, me da vida y, a su vez, la esperanza de un mañana mejor. Siempre habrá un mañana mejor tras la lluvia. Hoy, los árboles sonríen, las calles están limpias, el campo está de fiesta mientras que, la vida, genéricamente, alcanza su punto álgido con la lluvia. Huele a lluvia del cielo, por tanto, al perfume más insospechado. La lluvia es el bien más preciado, que no por deseado, deja de ser anhelado. No guarnezcas tu cuerpo de la lluvia; recibe esta bendición como el agua bautismal. Ya es un bautismo sentirnos reconfortados con semejante manjar. La lluvia es el todo, lo demás, ni lo querrás.