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Pla Ventura  
  España [ 21/11/2000 ]  
PAOLA BELTRÁN.

  

Normalmente, los medios de comunicación se suelen preocupar, -se preocupan- sólo de los famosos, de la gente que, en ocasiones, por sus estupideces, dicen ser noticia. Nosotros, nuestro medio, queremos que sea un medio plural en que, todo el mundo tenga cabida, que todos tengan derecho a mostrarnos sus opiniones, anhelos, deseos, ilusiones y metas. Siempre he creído que, cualquier persona que pase por la calle nos puede enseñar lecciones bellísimas.

Hoy, he querido adentrarme en ese mundo sórdido de las cárceles. No es la primera vez que allí acudo. Estuve en Carabanchel, en El Dueso de Santoña y, ahora, en Alicante. Parece que quiero santificar al mundo carcelario, nada de eso. Pero si es cierto que, dentro de las cárceles conocí a gentes encantadoras, como lo pude comprobar. Dentro, privados de libertad, confieso que no son todos los que están, así como afuera, no están todos los que son. No quiero decir que las cárceles estén plagadas de inocentes; pero tampoco digo que, todos los que están en la calle, - ALGUNOS- estén exentos de culpas más que sobradas para estar entre rejas. El mundo es tan complejo que, dirimirlo con justicia, resulta una tarea ardua.

Un amigo me habló de Paola Beltrán, una muchacha que vive presa en esta cárcel y que, por su forma de ser y de comportarse, entendíamos merecía ser escuchada por nuestro medio. De estas gentes como Paola podríamos aprender muchas cosas. Ella está presa desde hace más de cinco años y, como luego comprobaremos, le queda mucha condena por cumplir. Paola es colombiana y, como tantas compatriotas suyos vino a España bajo el fantasma del engaño y la maldad, sólo con la finalidad de huir de un país en que, las clases sociales, andan por los suelos. Colombia, ese bello país productor de tantas cosas, con recursos más que suficientes para alimentar a sus gentes y, por el contrario, la indigencia es casi una norma en la población andina.

  • Ante todo, Paola, ¿ qué condena te impusieron y por qué motivos?
  • Dieciocho años por tenencia de drogas.
  • Al margen de lo que dictaminaron los jueces, según tú, ¿ te consideras culpable o inocente?
  • Los hechos demostraron que, dentro de mi bolso había una cierta cantidad de droga que, nunca sabré quién me la introdujo. Soy inocente, por supuesto, aunque todas las pruebas eran evidentes para acusarme.
  • Me decías que tienes 32 años y que llevas 5 en la cárcel. Te quedan, por tanto, 13 años por cumplir. Cuando salgas en libertad tendrás 45 años. ¿ Qué proyectos tienes para cuando llegue el día soñado?
  • Vivir, soñar, amar, trabajar...... son tantas las ilusiones que se cobijan dentro de mi cuerpo que, solo de pensar que un día volveré a ser libre que, sólo por eso lucharé para conseguir lo que nunca debí perder, la libertad.
  • Cuéntame, por favor, los motivos que te trajeron a España. ¿Cómo lograste pensar que España pudiera ser la tierra prometida, la que tú soñabas?.
  • Yo era secretaria en una empresa de mi país, concretamente en Cali. Trabajaba mucho y, apenas tenía nada; como les pasa a todos los colombianos. Un día vi un anuncio en la prensa en que, cierta empresa española, reclamaba secretarias para la misma en España. No dudé en llamarles para interesarme. La idea me parecía fantástica, era como lograr el sueño por salir de la miseria. Mandé todos mis datos, mi currículum y, no tardaron en avisarme para que me viniera. Me mandaron el pasaje y, de pronto llegué a España.
  • Antes que nada, ¿eres casada o soltera?.
  • Soy separada con dos hijos de 10 y 8 años, respectivamente. Por ellos, por buscarles un porvenir, me vine a España. Fíjate que, yo me vine con la idea de, una vez ubicada en España, poder traerlos para que estuvieran conmigo. Se quedaron en Colombia con mis padres y, ahora.............
  • Paola, en este instante, ha roto a llorar. Cálmate, Paola. Dios proveerá, le digo con ternura. No vayas a desesperar, por favor te lo pido. Tengo que abrazarla para intentar calmar su dolor. Transcurría nuestra conversación por unos derroteros normales y, de pronto, Paola se me ha derrumbado. Entiendo que, cualquier madre en el mundo, al recordar a sus hijos y no tenerlos cerca, tiene que morir de dolor. Esta ha sido, la causa efecto de esta muchacha colombiana presa en una cárcel de España. Sigamos, por favor, Paola. ¿Qué te encuentras cuando llegas a España?.
  • Encuentro a un señor que me esperaba en el aeropuerto de Barajas, muy bien vestido, con un coche muy grande, que me da dos besos, me da la bienvenida y que se alegra mucho de mi llegada. Me dice que nos marchamos a Alicante, ciudad en donde está ubicada la empresa. Recuerdo que, el trayecto duró como unas cuatro horas. La conversación con aquel señor, fluida y amena, no me hacían presagiar, en modo alguno, todo lo que se me avecinaba.
  • ¿Traías dinero cuando viniste?
  • Traía, claro, dos mil dólares que este señor me había enviado, dinero que le tuve que entregar nada más bajar del avión. O sea que, cuando subí en su coche, yo no tenía ni un solo peso encima.
  • Ya estás en Alicante y, ¿ qué pasó luego?
  • Comencé a conocer la triste realidad de lo que se me avecinaba. Me dijo aquel hombre que, la empresa, con diversas actividades y un grupo de ellas, por el momento, no tenían plaza vacante de secretaria pero, que no debía de preocuparme que, trabajaría como camarera en un bar de carretera, propiedad del grupo de empresas.
  • Y, desdichadamente, sin proponértelo, tuviste que ejercer de puta, ¿me equivoco?.
  • Así fue, y lo digo con todo mi dolor, con todo mi más triste pesar. En un instante, como sabes, pasas de una vida a la otra; es decir, de ser una persona normal a tener que desarrollar una "profesión" a la que aborreces.
  • No me quiero imaginar tu carita al descubrir la verdad de lo que se te esperaba. ¿Qué pensaste en aquellos instantes?
  • Deseaba que se me tragara la tierra, que se acabara el mundo. Todo se me vino abajo. Nunca pensé que la vida pudiera jugarme tan sucio. Vine en busca de un trabajo honrado, el que me habían prometido, a sabiendas de la calidad de vida que existe en España y, me encontré con este tremendo barrizal de mierda y de suciedad.
  • ¿Sabían, los tuyos, en qué te ganabas la vida?.
  • Nunca tuve valor para confesarles la verdad. Hasta que me metieron aquí dentro, todos los meses, les mandaba todo el dinero que ganaba, con la satisfacción de que mis hijos eran felices sin tener que confesarles que su madre, a la que ellos tanto quieren, es una puta vulgar en España.
  • No comprendo cómo no acudiste a la policía para denunciar al hijo de mala madre que te trajo y te metió en ese mundo repelente. ¿ Me dices el nombre de ese mal nacido? Y te lo pregunto ahora, que todo lo tienes perdido.
  • Quise hacerlo, como tú dices, pero muy pronto comprendí, como alguien me dijera, que una colombiana, joven y guapa, como es mi caso, nadie la escucharía. Y es cierto. Las autoridades de España, a las colombianas, muy fea tiene que ser para que no te tilden de puta, aunque no lo seas. Perdóname pero no puedo darte el nombre de ese sujeto puesto que, a pesar de los pesares, cuando salga en libertad, como sea, quiero irme a Colombia, con mis hijos, para estar allí y morirme en mi tierra, aunque sea de hambre, pero morirme con los míos, en mi país y que nadie sepa que profesión tuve en España. Debes de saber que, si les denuncio, tengo todas las de perder y, aunque pasen los años, cuando esté en la calle, me matarían; son las leyes que imperan en este "mundo". Y yo no quiero morir sin ver a mis hijos.
  • Me decías que, sin darte cuenta, dentro de tu bolso apareció la droga. ¿Recuerdas aquel amargo momento?
  • Estábamos cuatro compañeras en la barra, sirviendo copas a los clientes cuando, en aquel momento, entró la policía para efectuar un registro rutinario que ellos llaman. Y sabía que allí dentro corría la droga como reguero de pólvora, pero yo nunca la probé, ni nunca la compré. Yo pretendía, asumido el papel que me tocaba, enviarles el dinero a mis hijos que, como te he dicho, era mi objetivo. Es cierto que, alguien, al ver a la policía, cogió la droga y la metió en mi bolso. Yo estaba muy tranquila cuando los policías me preguntaron de quién era el bolso. " Es mío" les respondí. Una vez lo ojearon me dijeron: " Acompáñenos, señorita". Me marché con ellos a la comisaría y, como te decía al principio, las pruebas eran evidentes: la droga estaba en mi bolso que, al parecer, la cantidad era importante. Allí me tuvieron retenida tres días y, cuando comparecí ante el juez, ya sabes lo que dictaminó.
  • ¿Quién se interesó por ti cuando caíste detenida?
  • Absolutamente nadie. Si ya me encontraba sola, en aquel instante, pensé que nadie más existía en el mundo puesto que, nadie luchó por mí, ni nadie me defendió. Me pusieron lo que llaman un abogado de oficio que, aquel hombre, poco pudo hacer.
  • ¿Qué sentiste cuando el juez dictó tu sentencia?
  • Me quedé petrificada. No tenía que hablar nada, pero tampoco pude. Desolada, resignada ante mi suerte, me montaron en un furgón grande y, me trajeron hasta este lugar en que hablamos.
  • Imagino, Paola, que el peor momento sería cuando tuviste que decirle a tus hijos tu verdadera situación. ¿Es cierto?
  • Nunca les dije la verdad de donde estoy. Le conté todo a mi madre, pero con la promesa de que jamás les dijera a mis hijos, ni en que "trabajé" ni donde estoy.
  • Entenderás, Paola, que algo deben de sospechar tus hijos cuando comprueban que ya no les llega el dinero que tú les enviabas. ¿ Cómo solucionaste ese dilema?
  • Por los hijos, amigo mío, una mujer puede hacer las cosas más disparatadas. Para justificar que no les mando dinero, le dije a mi madre que les contara a mis hijos que me había comprado una casa en España y que, claro, necesitaba varios años para pagarla, razón "evidente" por la cual no mandaba dinero.
  • No quiero preguntarte entonces de qué viven tus hijos, sin tu aportación crematística.
  • No quiero pensarlo, por Dios, no me atormentes más.
  • ¿Cómo es un día tuyo en la cárcel?.
  • Aquí todo consiste en matar el tiempo. Un día, otro, un mes, un año, otro año........así hasta que se termina la condena. Es muy duro de llevar. Existen días en que, solo el suicidio calma tu sed por existir. Horrible, Dios mío. Trabajo en la cocina puesto que, es una forma de mitigar el dolor y de que corra el tiempo más rápido.
  • ¿Cuántas cosas has tenido tiempo para pensar desde que perdiste la libertad?
  • Te parecerá horrendo lo que voy a decirte pero, es una realidad. Le doy gracias a Dios porque estoy viva. ¡ Y te lo digo desde dentro de una cárcel, Dios mío¡. He conocido a otras compañeras que, queriendo hacer valer sus "derechos" acabaron con un tiro en la nuca. Quiero vivir; quiero que esto termine y, un día, abrazar a mis hijos del alma.
  • No ha sido, Paola, para ti, España la tierra prometida, lo que te hicieron soñar unos mal nacidos. ¿ Nos guardarás rencor a todos los españoles?
  • Eso nunca. Guardaré rencor a los que me hicieron tanto daño, pero nunca a las buenas personas de este país que, como en todos los sitios, me temo que se contarán por miles.
  • En honor a la verdad, Paola, nunca supiste quien puso la droga en tu bolso, ¿es así?
  • Y prefiero no saberlo, aunque mucho me temo que, el autor, no es otro que, el dueño del antro donde trabajaba que, al verse acorralado, no dudó en involucrarme a mí para él quedar libre de toda sospecha.
  • ¿Qué sería para ti el final, la desdicha más grande, sin que me deje de parecer dramático lo que estás viviendo?
  • Si morirse es el final, para mí, al margen de que todo se acabaría, me iría de este mundo con la pena de no haber podido abrazar a mis hijos. Quiero vivir, como antes te decía y, posiblemente, por buena conducta, me gane unos añitos y, quien sabe, posiblemente, con 40 años me encuentre en libertad, mi más grande sueño.
  • Gracias, querida Paola. Hemos estado contigo a instancias de nuestro director, pero quiero que sepas que, esta conversación ha sido fruto del convencimiento que tenemos de tu inocencia. Tu caso, como el de otras muchas gentes, entendíamos que merecía la pena ser contado a los cuatro vientos. Si con esto, hemos logrado reconfortarte, habremos sido muy felices. Que Dios te bendiga y que, muy pronto, puedas abrazar a tus hijos queridos.

 

 
   
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