El, a diario, suele practicar un ejercicio bellísimo, tanto, que desnuda su alma para los demás. Se necesita ser muy humilde para despojarse uno de su alma y entregársela al mundo. Así es él. Yo que soy conocedor de la materia, entiendo que, en su mundo, en este instante, con el alma rota por el dolor; ese dolor que no percibe el cuerpo, EL, está pasando por un trance amargo. Circunstancias al margen, su pluma ha quedado rota, sin alientos y, lleva muchos días sin escribir, por tanto, sin entregarnos esas bellas lecciones que nos suelen cautivar a diario, como son, sus narraciones brotadas desde el fondo de su alma.
Se trata del amigo herido por la vida; del amigo angustiado por las causas más horrendas y que, éstas, han logrado enfermar su alma pura, la que nos suele cautivar a diario. Ahora, sin ilusiones, se aferra a mi cariño, el lugar donde reposa sus penas y, por ende, donde coge las fuerzas necesarias para seguir en la tarea, en esa tarea humana, lírica a veces, casi siempre justa y bella siempre, que jamás debe de dejar de lado, como es, es contarnos las vivencias de su propia existencia.
El sufrimiento del que llora en el alma es algo inexplicable. Cuando el dolor se hace presente en el cuerpo, ahí está la medicina y la cirugía para ayudarnos; cuando el dolor está dentro del alma, el mundo, la sociedad, todavía no tiene el “elixir” adecuado para remediar dicho mal. El está sumido en la tristeza. Alguien le ha desgajado el alma y, se refugia conmigo. Me alegro, amigo querido, poder entregarte mi hombro para que llores tus penas y, ante todo, para que, con mis afectos, logres superar ese trauma que, de forma momentánea, la vida te ha entregado, cual grilletes que te aprisionan y te impiden ser feliz y, al tiempo, regalarnos la felicidad con que a diario nos sueles obsequiar.
Todo pasa. Nada queda. Todo llega. Nada es tuyo. Todo es de todos, por tanto, tu pluma y tu vida, las que nos entregas como tu mejor legado, ansiamos contemplarla de nuevo y que, en nuestro embeleso, seas la fuente de nuestra inspiración. No sufras que, ese ejercicio de humildad que nos ilumina a todos, como es tu pluma mágica, la necesitamos como el aire que respiramos, como la sangre que corre por nuestras venas. ¿Cómo puedes sentirse solo teniéndonos a todos?