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Pla Ventura |
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España |
[
05/02/2008 ] |
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No me han gustado nada todas las informaciones que hemos recibido de la corrida del pasado domingo en Jalostotitlán, allá por tierras mexicanas. Como quiera que, nuestros informadores no son sospechosos de nada, les creo por completo y, repito, es una infamia que, José Tomás, gran torero donde los haya, quiera mofarse del público mexicano que, bondadoso como pocos, no hay derecho a que se rían de ellos y les escarnien dándoles novillo por toro. Ante todo, como se presupone, defendemos al público que es el que paga puesto que, sin el aficionado, ningún torero valdría nada, absolutamente nada. Es lamentable que, un torero de las dimensiones artísticas José Tomás, en México, se la pase lidiando novillos en vez de toros. Ya ven que, aunque me tilden de ser partidario de José Tomás, como se demuestra, ante todo soy partidario de la verdad y, las pruebas no son otras que cuanto estoy diciendo. Gustos al margen de cada cual, lo que en verdad me preocupa es el aficionado, el que paga puesto que, sin el gran colectivo de aficionados que se sientan en el tendido, nada sería posible y, lo que es peor, nada valdría la pena; como digo, no existirían toreros de no haber aficionados. Como quiera que no fui testigo de cuanto pasó en Jalostotitlán, al respecto de esta cuestión, con haberme callado, ahí hubiera muerto todo. Es decir, no estoy herido porque me hayan engañado a mi directamente; pero me hiere cuando engañan a los demás y, como dice nuestro enunciado, si luchamos por el toreo auténtico y por el toro íntegro, el saber que el verdadero toro se ha quedado en las dehesas mientras que, el torero, sea el que fuere, se mofa del aficionado lidiando lo que en México llaman pequeñazos, eso descorazona a cualquiera. Es muy triste que, a estas alturas de su vida, José Tomás, quiera buscar todos los alivios del mundo porque se encuentra en México y, como es natural y lógico, sin duda alguna, por las connotaciones que se han dado en su carrera, Tomás, en México, debería de entregarse tan auténticamente como lo hiciera en España; pero no lo ha hecho y, ese es su pecado, su tremendo error puesto que, los mexicanos pueden ser de piel cetrina, pero siguen siendo personas de carne y hueso, con un tremendo corazón y, lo que es mejor, pagan para entrar a la plaza y, según me consta, a un precio elevadísimo puesto que, como sabemos, Tomás es el torero más caro de la historia actual, algo que me parece noble, pero siempre, dentro de los parámetros de la verdad. Es cierto que, ante cuestiones como la expuesta, al final, son ellos, los que llevan el pecado con su propia penitencia. Pero eso no es suficiente; que los pequeñajos no hayan embestido, eso no remedia el disgusto de los aficionados que, ilusionados, acudieron en masa para ver el arte de José Tomás en Jalostotitlán y se encontraron que, en vez de toros, salieron por los toriles unos animalitos sin presencia ni esencia que, como así ocurrió, luego, en la arena, hasta daban bocaditos; es decir, no querían saber nada del torero puesto que, como “jóvenes” que eran, lo que pretendían era quedarse en la dehesa para seguir creciendo para sentirse toros auténticos para morir como tales en una plaza de toros. Por todo cuanto he podido saber, en dicha plaza, el pasado domingo, se cometió un “infanticidio”. Queda claro, amigos todos, que no vivimos de José Tomás, ni tampoco somos sus voceros. Repito que, en mi caso, me puede gustar su toreo, como les pasa a cientos de miles de aficionados pero, en realidad, como siempre me ocurrió, me gusta más la verdad puesto que, desde siempre, ha sido mi meta; en realidad, la meta y deseo de todos cuantos formamos parte en esa casa que es la de todos ustedes. Recuerden que, para mi, mi gran verdad no es otra que, si engañan a un mexicano, me están engañando a mi; o a un español o cualquier aficionado del mundo. No fue un gesto de hombría ni de torero macho lo que José Tomás llevó a cabo el pasado domingo; confiemos que, en la México, se quite la espina. |
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