Cuando se conviven cinco lustros con una persona, al final, sin pretenderlo, estrechas unos lazos de unión que, habría que ser muy insensible – que los hay- para no sentir los afectos más entrañables. Me refiero a Vicente Ivorra Pujalte, un hombre que, entre tantas cosas, me enseñó el camino de la bondad, bella lección la que supe tomar a su lado y que, sus enseñanzas, no me cayeron al suelo como a tantos les ha pasado.

   De Vicente Ivorra, podría estar días, si acaso, meses hablando de lo que han sido sus funciones artísticas junto a nosotros pero, sería una tarea baldía puesto que, es público y notorio lo que ha sido su paso por nuestra villa. Me quedo, como es natural, con el amigo, con el hombre bueno que, no todos supieron entender, ni por supuesto amar. Como dijera Groucho March, Ivorra, es hombre de tantas virtudes que, hasta enemigos cosechó.

  Veinticinco años dan para mucho; si acaso, para atesorar en el alma las bondades y la sonrisa de este hombre entrañable que, aún habiendo archivado su batuta, guarda, para quien suscribe y para todas las gentes de buena voluntad, un cariño impagable.

  EL MAESTRO, como le definíamos y como a él le gustaba ser reconocido, pesares al margen, grabó, en el anaquel, en el archivo de las gentes de buena voluntad, una forma de ser distinta y tan cercana para todos que, los que hemos sentido su calor en las cercanías de su alma, aunque haya dimitido de sus funciones, para los que le queremos, él siempre será el amigo, el maestro, el hombre bueno que dictara lecciones prácticas, tanto artísticas como humanas.

   Han pasado los años y, Vicente Ivorra ha logrado esa paz serena que dan los años y, ante todo, la completa certeza de haber cumplido una misión con orgullo, con honestidad y con una dedicación fuera de lo normal. Como todos sabemos, Dios no se queda con nada nuestro, por tanto, mucho me temo que, Ivorra ha logrado esa paz que tanto se trabajo en esta vida, siempre, a favor de los demás. Seguramente, generaciones venideras, igual le rinden pleitesía. Ahora, en calidad de amigo, le entrego lo que siempre adornó mi vida con la suya; nuestra entrañable amistad. Aquel proyecto por el que luchamos en unión de otros hombres apasionados, pasados los años, quedó en otras manos y, nuestros caminos, distintos, pero nunca distantes, no han logrado que nuestra amistad y nuestro cariño perecieran en el pozo del olvido.

    Gracias, amigo Vicente Ivorra; gracias maestro. Lo que quizás otros no sepan es que , usted, al margen de sus calidades artísticas, lo que en realidad fue es un maestro del cariño.

PLA VENTURA.