Mala cosa resulta ser cuando, muchas horas antes de la corrida, quien suscribe, barruntaba lo que sería la corrida y, lo peor de todo es que, lamentablemente, mis presagios – y ahí están mis tertulianos- se cumplieron por completo. Esto de “adivinar” el resultado de una corrida, en vez de aleccionador, está claro que es preocupante y demoledor; quizás que, un augurio que viene a demostrar el lamentable estado de la fiesta y de todos sus componentes. Confesión por confesión, el único que me dejó en “mal” lugar resultó ser El Cid, lo demás, para olvidarlo todo, como España entera pudo ver. Y, dicho sea de paso, los responsables de la organización de dicha corrida, hora es ya de que, por favor, se le busque otro nombre que determine dicha corrida. Eso de la gran corrida de la Beneficencia, suena rimbombante, pero falso a su vez. ¿A beneficio de quien? Si acaso de los toreros que, con toda seguridad, hacen el agosto y cobran, en dicha corrida, lo que jamás han soñado.
En esta corrida, todo quedaba en casa; toros de Alcurrucén, propiedad de la empresa, para los triunfadores del ciclo isidril. No era mal asunto pero, como antes explicaba, dicho cartel, me olía muy mal y, salvo la labor de El Cid en su primer toro, lo demás, hay que olvidarlo con prestancia. Corrida muy justa de presentación, con las fuerzas muy justas y con pocos argumentos para emocionar. Toros noblotes, sin gran codicia, que se dejaron hacer cosas pero, todo, con el detrimento de la falta de fuerzas y, menos mal que los cuidaron con el caballo porque, de lo contrario, la ruina, hubiera mucho mayor.
Convengamos que, quizás, el primer toro, con más argumentos como tal para su lidia, lo entendió muy bien El Cid. No fue la faena del Victorino de hace unas fechas pero, su labor, entonada, pulcra y bien construida, resultó ser del agrado del respetable. Tanto con la derecha como con la zurda, Manuel Jesús, construyó bellos muletazos; faena limpia, emotiva, sincera y cabal en la que, tras un pinchazo, cobró una estocada de lujo que le valió una muy justa oreja. En su segundo lo intentó de igual modo pero, el toro, con peores intenciones, apenas le dejó llevar a cabo la faena que él estaba soñando; para colmo, casi al final, el animal de rompió una pierna y, aquello, quedó deslucido por completo.
Serafín Marín se vistió de banderillero y, mal presagio para este hombre. Yo no soy supersticioso de nada pero, algunos que conozco, matadores de toros, un día, se vistieron de banderilleros y acabaron como tales. Su primero, noblote donde los haya, permitió que Serafín Marín fracasara en toda regla. En vez de torear, acompañaba el viaje del toro; pero lo hacía de forma mecánica, rutinaria, despegada y sin alma. Es cierto que, si tuviéramos que enjuiciar a Serafín como se hace con un currante de la obra, convengamos que, los ladrillos, los llevaba prestos a su oficial; pero le dejaron los trebejos para lucir y, ahí la marró. Como le salgan más tardes como la referida, sin lugar a dudas, termina de banderillero. Alguien lo está equivocando al muchacho; tienes enormes limitaciones artísticas y, como ha demostrado muchas veces, puede funcionar con el toro que acometa, que tenga agresividad y que se lo quiera comer; así, de semejante modo, a base de valor, puede ser un torero interesante para ese tipo de corridas; como le pongan con las corridas comerciales, en breve tiempo, se queda en el paro y, lo que es peor, con justicia.
Cerraba la corrida el triunfador de la feria de San Isidro, es decir, Matías Tejela y, el madrileño, defraudó por completo. Sin lugar a dudas, su peor corrida en Madrid con diferencia. Estuvo mecánico, vulgar, insulso, sin ideas y, dando muchos pases; claro que, como siempre decimos, una cosa en torear y, otra muy distinta, dar pases en tropel. Matías se defraudó a si mismo y, de paso, a la misma afición que le había declarado triunfador de la feria de Madrid. Mala cosa para este muchacho que, toreará en muchas ferias pero, como siga por el camino de este festejo, su estrella, por su culpa, se apagará por completo.
Corrida para olvidar en la que, salvo El Cid, lo demás, mejor que lo olvidemos. Si Serafín Marín y Matías Tejela son los hombres elegidos para salvar la fiesta y engrandecer el toreo, pobres de nosotros, los aficionados que, ilusionados, todavía seguimos pagando una entrada por verles torear.