Entrar en las valoraciones internas de una empresa propiamente dicha, sin lugar a dudas, suele ser tarea baladí. Y lo es por la razón de que, quien se juega su dinero, eso de escuchar consejos le suena a música celestial. Claro que, no es lo mismo una empresa que venda bicicletas que, en el caso que me ocupa, una sociedad que rige los destinos de la plaza de las Ventas de Madrid. Dicha empresa, de cara a un público, debe de concienciarse y al margen de cumplir con lo pactado, que no es otra cosa que dar toros los días establecidos por el contrato; como explico, deberían de ponerle más imaginación al asunto. Intentaré explicarlo. Organizaron un principio de temporada con aires de esperanza; montaron una feria de San Isidro un tanto ilusionante, al menos para todos los jóvenes que confirmaban su alternativa y, a partir de ahí, han caído en la rutina de la vulgaridad.
Tengo la sensación de que, la empresa, con mil toreros apuntados en su agenda, cada domingo y fiesta de guardar, echa mano de los anotados, les van poniendo y, se van tachando en la lista; esa es la sensación que se percibe. Seguro estoy que, los que anuncian, cuando se les comunica que torean en Madrid, su alegría será indescifrable; es, como ellos dicen, la oportunidad de su vida y, por nada del mundo la pueden desperdiciar, aunque casi todos la desperdician. Estas corridas veraniegas, si las miramos bajo el prisma de la oportunidad, no me parecen nada mal. Pero, ¿de qué sirve poner a un muchacho que apenas ha toreado y, para colmo, tiene que matar lo que salga por los toriles? Es la incongruencia de lo imposible y, de este modo, nada puede ser feliz y, mucho menos, exitoso.
Recuerdo ahora aquellos veranos en que, José Luís Martín Berrocal regía los destinos de las Ventas y, pese a todo y a todos, debemos de recordar que, Berrocal, voceras y desahogado, era capaz de ponerle imaginación al asunto y, montó carteles que, hasta su aparición, eran impensables en Madrid; pero él lo hizo y, se llevó el reconocimiento del aficionado. José Luís Martín Berrocal montó carteles de verdadero tronío; ahí están aquellos mano a mano con Curro Romero y Pepe Luís Vázquez en corrida mixta; Antonio Ignacio Vargas como rejoneador y El Inclusero como torero; una larga lista de combinaciones que, por supuesto, a nadie dejaron indiferente; más bien todo lo contrario porque, como las corridas eran de garantías, el éxito, de antemano, estaba asegurado; podían fallar los diestros con la espada, es cierto, pero el fundamento, el toreo, estaba garantizado.
Ahora, más que nunca, el toreo necesita de innovaciones y, mucho más, la plaza de Madrid que, como estamos viendo, se ha quedado anquilosada a caballo de unos carteles sin fuste alguno, sin imaginación y, por supuesto, sin interés alguno para el aficionado. Recordemos que, la genialidad más grande que la empresa de Madrid ha llevado a cabo este verano ha sido, como todos sabemos, la confirmación de alternativa de Mari Paz Vega ante una corrida rajada y sin opciones. Pobre balance para una empresa que, a los cinco minutos de haberse hecho cargo del inmueble, prometieron innovaciones que, desdichadamente, no hemos visto por lado alguno.
Lamentablemente parece que, la plaza de Madrid, en el verano, está destinada para que maten los toros de los ganaderos que no pueden vender en lado alguno y, a su vez, éstos, sean lidiados por matadores que, con su actuación, esperan el milagro que jamás se producirá. Pobre planteamiento de esta empresa que, con toda seguridad, nunca lograrán la revolución. Me temo que, para ser empresario de toros, al margen de los conocimientos lógicos de la materia, se necesita una dosis de imaginación que, hasta la fecha, solo la ha demostrado Simón Casas en su coliseo nimeño. Ahí están las pruebas. Madrid debería ser, ante todo, la plaza más imaginativa del mundo; condiciones y medios los tiene de sobra. Siendo así, ¿dónde están las cabezas pensantes de dicha empresa?