Muchos vendrán después y “certificarán” lo que nosotros venimos afirmando al respecto de ese gran artista llamado Curro Díaz. No tardaremos mucho tiempo en leer por parte de algunos compañeros una vez que el arte de Curro Díaz haya explotado en las mejores plazas del mundo, la típica y tópica frase que muchas veces hemos leído: “Yo ya lo dije”. Pero lo dirán, como es público y notorio, cuando los éxitos del linarense los aplaudan hasta los niños de pañales.
Falta muy poco para que, el empresariado de España, a coro, reclamen la presencia de Curro Díaz en sus plazas. Como hemos podido saber, en la temporada que ahora empieza, aún sin acudir a las primeras grandes ferias, ya tiene firmadas un gran número de actuaciones; incluso desde América se le reclama. Y a tenor de lo dicho, el único “culpable” de todo lo que le sucede no es otro que el propio diestro.
Una prueba gráfica de todo lo que aquí se explica
El arte inmaculado de este artista será el detonante de todo lo que digo porque, si de artistas hablamos, con permiso de Morante, estamos ante un artista irrepetible; no hace falta ser muy sensible para adivinar, yo diría que para sentir, para estremecerse uno ante su caudal de creatividad constante frente a los toros y, para colmo, lo que ahora le hemos podido adivinar en sus últimas actuaciones, condiciones de sus enemigos al margen, ha sido una firmeza total, una entereza para solventar los problemas de sus enemigos, algo admirable que todavía no habíamos podido ver puesto que, Díaz, lo sustentaba todo junto al arte.
Dentro de su persona anida un torero irrepetible; como antes decía, dentro de poco, nuestras palabras y afirmaciones estarán en boca de todo el mundo, pero ya será tarde; es más, el propio diestro se reirá cuando lea o escuche lo que antes decíamos: “Yo ya lo decía”. De falsos profetas está el mundo lleno, sin embargo, de toreros de la grandeza de Curro Díaz, sinceramente, no andamos sobrados, por ello, no cabe otra cosa que rendirnos ante la magnitud de su arte majestuoso.
Días pasados, en un pueblito valenciano, en su corrida de feria, Curro Díaz, nos embelesó con su torería irrepetible; y le cupo en suerte el peor lote, pero nada importó; afloró su firmeza de la que antes hablaba y, con semejante actitud, Curro bordó el toreo al natural, esbozó los retazos más bellos que pudiéramos imaginar, todo ello por estar tocado con la varita del arte.
Naturalmente bello el toreo de Curro Díaz
En sus manos, el arte, sigue vivo. De sus sentidos brota la magia y de su destreza nacen sus estocadas monumentales, las que fulminan a sus enemigos en un abrir y cerrar de ojos. Condiciones todas para que, humildemente, estemos ahora hablando de un artista consumado.
Torear lo hace cualquiera; crear arte ya es un designio divino, por supuesto, no al alcance de todos y, Curro Díaz, en este sentido, es un privilegiado. Seguro que entrena mucho, que vive por y para el toreo, pero eso lo hacen todos. Sin embargo, lo que los demás no tienen es lo que a él le sobra, arte para estremecer al más exigente de los aficionados.
Estamos ante su temporada clave, que nadie lo olvide. Dentro de pocos meses, como decía, Curro Díaz tendrá más partidarios en la prensa que el más afamado de los diestros, pero será tarde para muchos mientras que nosotros gozaremos del privilegio de la apuesta más pura y dura, la que con él emprendimos hace ya muchos años.
Recordemos que, con Curro Díaz todo es posible; hasta fue capaz de salvar al hombre, al que todos daban por desahuciado para la profesión tras aquella brutal lesión de Sevilla. Si Curro Díaz salvó al hombre para engrandecer al torero, EL TOREO, como tal, esté de enhorabuena; tenemos artista para rato. Y los artistas no mueren jamás -artísticamente dicho- y mucho menos Curro Díaz que, para nuestra dicha, le quedan muchos años para seguir cautivando a los aficionados más puros.
Los toreros, de forma habitual, torean, dan muchos pases, se juegan la vida… pero muy pocos son capaces de arrancar de la garganta de los aficionados un olé en cada muletazo, algo que Curro Díaz logra a diario. Podremos ver cientos de muletazos, pero que tengan el “quejío” suficiente para que el aficionado desgarre su voz en cada muletazo, eso sólo es obra de Curro Díaz.
Fotos: Tauroweb.com