La mujer, con fortuna para nuestra sociedad, se está adentrando en todas las parcelas del mundo laboral y, es una dicha comprobar que, en tantos aspectos, la mujer, puede desempeñar el mismo papel que el hombre; quizás les ganemos en fuerza, pero nunca en inteligencia. Hasta hace pocos años, la mujer, la entendíamos en sus funciones de ama de casa, servicios de limpieza y muy poco más. Ha transcurrido el tiempo y, en innumerables empresas podemos ver a la mujer en sus múltiples facetas de trabajo; desde las labores propias en cualquier tipo de empresa; administrativas, enfermeras, cirujanas, chóferes y muchas facetas más; incluso, grandes empresas, están lideradas por la mujer, por tanto, ya no cabe la discriminación hacia las féminas puesto que, hasta en el mundo de la política nos dan grandes lecciones. Pensemos que, hasta mujeres toreras tenemos. Siendo así, deberíamos de convenir que, la mujer, está preparada para todo.
En estos días he conocido a una muchacha que me ha subyugado. Se llama Susana San Vicente y, es fontanera, profesión nada habitual entre el sexo femenino. Me contó sus ilusiones en torno a su profesión y, quedé admirado. La muchachita citada nació en Álava y reside en Onil y, desde la ciudad de las muñecas, tuvo arrestos para hacer el curso de fontanera, tarea en la que invirtió mil horas de su vida por aquello de lograr el título que, ante el colectivo de fontaneros, le pudiera acreditar como tal. Ilusionada ante la profesión a la que ama, tras obtener el título, había dado el primer y gran paso para entrar en el mundo laboral en calidad de fontanera. El primer escollo, ya estaba salvado, más luego, como pudo comprobar, vendrían los desengaños y desilusiones puesto que, por innumerables pueblos de la comarca repartió currículums de su vida laboral, precisamente, en más de cien empresas a las que visitó. Susana pudo comprobar, en tantos lugares de trabajo como había visitado, el estupor que su persona causaba ante las empresas a las que les pedía el trabajo. Unos la recibieron con cariño; otros, no le hicieron el menor caso y, los más, le despidieron con la manida frase de “ya le avisaremos si hace falta”
Muchas ilusiones albergaba Susana San Vicente por aquello de que, tras haber repartido su vida laboral en tantas empresas, confiaba que, un día, sonara el teléfono reclamando su presencia. Y, ha tenido que ser en IBI, justamente, donde una empresa del gremio de la fontanería, tras haber estudiado con cariño su oferta, a los pocos días, no dudaron en llamarle para contratarle. Se trata de la primera mujer en toda la provincia que desempeña las labores de fontanera y, al parecer, tanto clientes como los propios compañeros de la muchacha, todos están encantados con la labor que la señora alavesa realiza en la empresa. Su tarea no es nada sencilla; tiene toda la teoría necesaria para poder acceder, como lo ha logrado, a un digno puesto de trabajo pero, será el tiempo el que le dará, juntamente con sus ilusiones, la experiencia necesaria para afrontar todo tipo de problemas que en dicha profesión se le presenten.
Confieso que, tras conocerle, Susana, me impresionó; y lo hizo desde su perspectiva honrada y su clara vocación para demostrar que, ante todo, ama su profesión. Siendo así, irremediablemente, está benditamente condenada al éxito. Previamente, antes de dar el paso y lograr su título como fontanera, Susana, había trabajado en distintos menesteres y, ninguno le hizo feliz; por muchas razones. Laboró en una empresa de pinturas, cuidó niños, trabajó en distintas empresas y, como ella confesara, su futuro laboral se le presentaba oscuro, de ahí la decisión por hacerse fontanera. Amar aquello que haces, sin duda alguna, es el mejor aval para el triunfo. Recordemos que, aquel que trabaja en lo que no ama, aunque trabaje doce horas al día, siempre será un desocupado. Como explico, Susana San Vicente, enamorada de su profesión, en la misma, en el devenir de los años, con toda seguridad, nos dará grandes lecciones. Tiempo al tiempo.
