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04/01/2015
  (Temporada Grande-México) La Crónica del Festejo: Sin pies, y mucho menos cabeza
 
Firma: Jorge Eduardo
 
     
 

La Ficha del Festejo.

Un festejo a menos, que comenzó con una importante cuota de interés, confirmó una vez más el fatídico estado que vive el espectáculo que se presenta en la plaza monumental de esta capital. El encierro de Vistahermosa, bien presentado y que dio una auténtica sorpresa por lo interesante de su juego, quedó por encima de los espadas, que formaron parte de una combinación esperpéntica que no invitaba para nada a arriesgarse al frío del tendido. Como insistimos en nuestro humilde espacio domingo tras domingo, el juez Jesús “Facilón” Morales tuvo una actuación vergonzosa, que ayuda a emborronar su ya maltrecho nombre. Sin demeritar la dificultad de ningún cargo dentro de la fiesta brava, amigo lector, estoy convencido de que usted, o yo, podríamos hacer un trabajo más decoroso que el de este señor, mayor, con una importante trayectoria taurina, que ha embarrado su nombre de cochambre, de suciedad, de mierda.

Abrió plaza el rejoneador Horacio Casas, quien lució con el obediente Misionero de Rancho Seco, andarín, algo soso y sin mucha transmisión. Por momentos lució la doma y la monta del jinete y su cuadrilla, que además clavaron con eficacia y precisión. El burel, que terminó parado y muy débil, fue pasaportado de un rejonazo caído y un metisaca de efectos mortales.


Una labor aseada la del debutante Horacio Casas

Cardenal, número 195, serio, castaño, permitió ver a un José Luis Angelino en el limbo entre la seriedad, y la solidez por un lado, y, por otro, el toreo de tendido, la coba, y el exceso en los desplantes. De excelente estilo, pero escasa fuerza y motor, el apizaquense lo mismo arrancó varios de los mejores pases de la temporada, que descompuso la embestida, por ejemplo, al intentar una dosantina. En resumen, un trasteo de aguante, ante lo parado del toro, y ante lo inclemente del viento, merecedor de una oreja de ley, que dejó claras las intenciones de un torero que resarció en buena medida la pésima imagen de su última actuación, rematado con una estocada bien ejecutada. Para no perder la costumbre, don Jesús Morales se anotó su segundo petardo del día, compartiendo, indeseablemente, su suciedad con el torero, al enmugrarle un digno trasteo con un pútrido premio excesivo.


Otro torero que vuelve a mostrar su mejor versión en este ciclo

Victor Mora se encontró con Ojos Negros, otro bonito negro bragado de mejor tranco, y más transmisión, pero peor estilo que el primero. El hidrocálido logró momentos de calidad por ambos lados, especialmente una tanda por el izquierdo en la que logró alargar la embestida del toro insistiendo con un segundo toque a la mitad del muletazo. Desafortunadamente, el matador perdió la paciencia conforme se fue quedando Ojos Negros, y aunque no desaparecieron los buenos momentos, la faena no retomó el hilo ascendente, llegando incluso a ser desarmado en tres ocasiones. El viento también fue un factor importante a lo largo de la lidia de este tercer toro. Intentó rematar por fallidas manoletinas en el momento en que el toro embestía con más brusquedad. Mató de estocada trasera y caída, y también se llevó una muy barata oreja.


En una tanda de naturales se mostró la calidad de Mora, pero no hubo un todo

Después de estos episodios de interés, la tarde degeneró en un aburridísimo festejo en el que brilló la calidad por su ausencia, y la pachanga y la chunga como protagonistas de la tarde. Los pies con los que empezaba a sostenerse la tarde se derrumbaron, y todo se tornó en vergüenza. El festejó continuó sin pies, y completamente sin cabeza. Las insolventes actuaciones de los espadas, las fallas del alumbrado artificial (peripecias exclusivas de la Plaza México), y el desastroso comportamiento de la afición, dieron al traste con lo interesante que estaba resultando el festejo. Es especialmente llamativa la degradación de la afición capitalina. Algunas porras, antaño respetables, ahora se regodean gritando cachondeces, insultando, mentando madres, reventando toreros, y apoyando incondicionalmente a otros, como si tuvieran algún interés involucrado en su cada vez más desubicado criterio. Los taurinamente criados en esta plaza estamos acostumbrados a un aire de superioridad, a un dejo de desdén por la fiesta de otros estados, e incluso de otros países, basados en lo que tradicionalmente fue la Plaza México. Hoy no tenemos nada de qué regodearnos, y debemos resignarnos a nuestro lugar en el sótano de la seriedad, como una plaza más, y ya no como la señorial y mandona Plaza México.


Para no variar, el festejo terminó en pachanga absoluta

Con Tintorro, soso, débil, y sin transmisión, pero humillador, Pepe López exhibió sus carencias, lo pobre de su concepto, de sus argumentos taurinos, lo poco que dice al aficionado, la ausencia entera de mando, y la compilaciones de situaciones taurinas que lo tienen en los carteles de oportunidad, tapado de las alturas de la fiesta brava. Desconfiado y sin mucho sitio, Pepe se marchó entre los indescifrables pitos-silencios-ovaciones con que ahora ofrece su veredicto una afición que lo mismo protesta, que lo mismo aplaude. Para no entrar en controversia, lo dejaremos en división de opiniones. Nuestro bien ponderado Chuchito Morales se guardó el aviso para mejor ovación.

Antonio García “El Chihuahua” trajo a la Plaza México su estrafalaria puesta en escena, basada en su innegable carisma y en sus admirables capacidades físicas. Sin embargo, en el norteño hay muy poco de toreo y mucho de desplantes y miraditas al tendido. Su estéticamente pobre toreo de capote le significó los primeros pitos, interrumpidos por el escándalo de un vistoso tercio de banderillas. Con Toda Una Época, que tampoco fue un dechado de bravura, no hubo ningún entendimiento, y la gente le empezó a apretarle. Logró un espadazo más espectacular y efectivo que otra cosa. Bajonazo, derrame, y salieron los pañuelos en una plaza absolutamente extraviada. Para completar tan desafortunada escena, el amo de los ridículos, el juez de plaza Jesús Morales, que no deja pasar ni una oportunidad para pegar petardos, se lució con otro papelón regalando dos absurdas orejas, que lo encumbran en el trono del peor juez de plaza en la historia de la Monumental Plaza México


Ni con el capote unificó a la paupérrima concurrencia

Luis Manuel Pérez “El Canelo”, sin nada para ofrecer, prescindiendo incluso de las banderillas que acostumbraba colocar, terminó por hundir la tarde en el aburrimiento ante un toro un poco más áspero. Cabe destacar la por demás poco taurina porra que lo jaleaba con palmas acompasadas y el hermoso terno verde botella y oro de la aguja que lució.

El toro número 100, Caramelo, un auténtico dije, pero el menos de presencia del encierro, fue duramente castigado en varas, y llegó muy reducido a la muleta del capitalino Salvador López, quien se encontró sin opciones y alargó un trasteo letárgico, que no engendró más que deseos de que, por fin, se terminara el festejo para escapar del frio.


Sin más Salvador López para cerrar otro festejo deshonroso

Así transcurrió un festejo que en el papel lucia como un despropósito, pero que adquirió interés en el inesperado buen juego del encierro de Vistahermosa, en el limpio quehacer del rejoneador, en la actitud de dos espadas, y en la controversia sobre el concepto de otro de los acartelados. Sin embargo, el planteamiento original, sin pies ni cabeza, terminó por imponerse. El inmenso aburrimiento, y la indignación por la pachanga en los tendidos, y por la nefasta, intolerable actuación del petardo mayor, el  tragicómico juez de plaza Jesús Morales, cuya brillante trayectoria como torero quedará sepultada en la ignominia, son lo que nos deja en la memoria la undécima corrida de la temporada 2014-2015.

*Fotos: Luis Humberto García.

 
     
   
     
   
     

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