Conocí el pasado año a Aníbal Ruíz en Tomelloso con motivo de la Semana Cultural de dicha ciudad en la que el diestro de Alcázar de San Juan era un ilustre invitado a dicha ceremonia. Quedé prendado con dicho personaje. Podría decir que me cautivó su arte pero, como para mi desdicha le he visto en pocas ocasiones, me quedo con la percepción que me dejó su persona, todo un caballero en el más alto sentido de la palabra.
Pese a que ya ejerce como torero retirado siendo apenas un chaval, Aníbal es incansable y, aunque inactivo, sigue siendo torero, la prueba no es otra que el pasado año cuando se le requirió para que festejara sus XX años como matador de toros en Ciudad Real no se lo pensó dos veces y, lo que es mejor, dejó una estela imborrable en la capital de su provincia puesto que, dejó en evidencia a Morante y salió por la puerta grande junto al maestro Manzanares. ¡Y eso que estaba retirado! Si llega a estar en activo no sé todo lo que hubiera pasado.
Decía que no tengo argumentos suficientes como para juzgar a este chico artísticamente, cosa que hará el mismo en este diálogo abierto que comenzaremos ahora pero que, tras lo que hemos conversado antes de entrar en materia me parece una tipo admirable. Fijémonos que se retiró del toreo y trabaja para mantener a su familia. He dicho bien, ¡trabaja! Y hago énfasis en la palabra trabajo porque como sabemos los toreros, en su condición de artistas, parece que están reñidos con el trabajo y, al final, cuánto hay que trabajar para no hacer faena, como decía mi padre.
Aníbal Ruíz saliendo a hombros con Manzanares en Ciudad Real
Me ha conmovido la vida de Aníbal Ruíz puesto que, pese a todo, en su cuerpo no anida el menor atisbo de amargura, cosa que suele suceder en muchísimos diestros cuando no han llegado a la meta que se habían propuesto. Hasta me ha reconocido el diestro que su peor enemigo era él dentro de los ruedos y que si no llegó a más es porque le faltaban condiciones. Más sinceridad no se la he escuchado a nadie. Y tiene razón Aníbal Ruíz en todo lo que me ha dicho porque, sin amarguras ni resabios, él sabe que su familia depende de él y él mismo del pan que sepa ganar en sus duras jornadas de trabajo por esas ganaderías de Dios.
-La primera pregunta es inevitable, ¿Por qué te retiraste?
Yo tuve durante muchos años un gran ambiente en mi zona porque, para mi dicha, tengo hasta pueblo, algo que no pueden presumir todos los toreros. Lo que te he dicho parece una banalidad pero, es una verdad que aplasta. En Alcázar de San Juan siempre me reconocieron y apoyaron, amén de la plaza de la capital Ciudad Real que siempre me ayudó, todo ello al margen de los muchos pueblos de mi provincia que siempre me ayudaron. Así viví con mucha dignidad durante casi veinte años de mi carrera pero, por momentos, entre la crisis y la falta de valores en los sentidos más claros del toreo, me bajaron mucho los contratos y me di cuenta a tiempo que debía de irme antes de que me echaran.
El bello natural en las manos y sentidos de Aníbal Ruíz
-¿Y qué hace un torero cuando se marcha y no ha logrado la fortuna que perseguía?
Lo más sensato del mundo, trabajar. Pero debo de reconocer que en mi etapa como torero viví con una dignidad desmesurada puesto que gracias al toro nada me faltó. No hice fortuna, de todos es sabido, pero como soy un hombre joven veo que mi futuro pasa por el trabajo, lo que hago con todo el gusto del mundo.
-Te decía antes que no tengo argumentos como para juzgarte como torero, al margen de saber lo que han sido tus actuaciones, con grandes triunfos incluidos. Pero me sorprende que el pasado año te invitaran en Ciudad Real para que conmemorases tus veinte años de alternativa y pusiste contra las cuerdas a Morante y se lo pusiste muy difícil a Manzanares, hasta el punto de que saliste a hombros con él en olor de multitud. Ese triunfo grande que allí tuviste nos viene a demostrar que eres un buen torero. ¿No sentiste pena en aquella tarde que aludimos por lo que pudiste haber sido y no lo lograste?
Todo lo contrario porque salí a la plaza muy contento y mentalizado; sabía, de antemano, que me estaban dando un premio por el mismo reconocimiento de la empresa y de mis paisanos, razón por la que como te digo salí a la plaza con unos deseos inmensos de triunfar y, quizás guiado por esa sinergia alcanzaba unos de los triunfos más rotundos que obtuve en Ciudad Real.
Aníbal Ruíz visto por el arte de José Manuel Exojo
-Hasta el punto de que, tras la feria, te otorgaron todos los premios habidos y por hacer. Todo muy curioso, ¿verdad?
Suena como anecdótico pero es muy cierto. Yo era uno de los integrantes de los carteles de la feria y, como quiera que me alzara con el triunfo más sonado, razón lógica para que me llevara los premios que hemos citado.
-¿En qué se diferencia el Aníbal Ruíz de cuando estaba en activo al de ahora que, por lo que vemos, torea por puro placer?
Lo del año pasado resultó muy curioso. Yo diría que, desde que me retiré, sabedor de que ya no llegaría a figura del toreo, en mi cuerpo no existen presiones ni anhelos absurdos; es decir, es la naturalidad del día a día la que fluye dentro de mi ser, por ello, sin el atosigamiento del que quiere y no puede, como dijo la crítica, toreé mejor que nunca el pasado año en Ciudad Real.
-Como dijiste, no llegaste a la meta que siempre soñaste pero, en realidad, Aníbal, ¿quién ha sido el verdadero culpable de que no llegaras a la cima?
Seguramente esperas que te diga lo que quieres oír o, en su defecto, lo que dice todo el mundo; que no me daban paso, que las figuras me pisoteaban, que los empresarios no contaban conmigo; que los toros que me salían no eran los más propicios para el triunfo. Mil argumentos podría darte para justificarme yo mismo pero, ¿sabes qué? Te mentiría y no entra en mi cuerpo mentirle a nadie. No tuve todos los argumentos que un torero tiene que tener para ser figura del toreo, así de duro, pero así de real. Como yo había muchos, muchísimos. Ser figura del toreo es mucho más complicado de lo que muchos creemos. Ser figura no es otra cosa que ser imprescindible en todas las ferias, caso de Roca Rey en la actualidad, amén de los demás diestros consagrados. Y, como te digo, yo nunca llegué a dicho estrado.
El torero de Alcázar de San Juan premiado en Ciudad Real
-Tu sinceridad me está aplastando como, a su vez, me estoy acordando ahora de una tarde desafortunada tuya en Ciudad Real en que las cosas no rodaron bien y que por la noche tenías que asistir a la tertulia que se hacía sobre la corrida en la que participaban periodistas y aficionados. Como me contaron, les dejaste a todos de piedra; primero porque acudiste, cosa que no quería tu mozo de espadas ni el apoderado y, acto seguido porque nada más entrar y sentarte te declaraste culpable de tu fracaso. ¿Era adecuado, en aquellos momentos, ser tan sincero?
En aquellos momentos y siempre porque el que trata de engañarse a sí mismo mal camino lleva; yo sabía que en aquella noche iban a caerme reprimendas muy fuertes porque muchos creían que, cobardemente, buscaría excusas como para aliviarme ante mi fracaso y, no le di opción a nadie. Dije: Miren ustedes, señores, he fracasado con el capote, con la muleta y con la espada y, lo que es peor, con ambos toros. A partir de aquí, ustedes tienen la palabra.
-¿Y qué pasó al final?
Me llevé un fortísima ovación y, ante todo, el respeto de los aficionados que entendieron muy pronto mi honradez puesto que no quise engañar a nadie. Y es cierto. No sé las razones, pero aquella tarde lo vi todo oscuro, hasta el punto del fracaso del que te hablo.
-Puesto que has desnudado tu alma para mí al mostrarme ese atisbo de honradez tan alto, deja que te pregunte, ¿tienes la sensación de que algún toro se te haya ido sin torear?
A tanto no he llegado, pero la tarde de Ciudad Real que aludimos creo que es la prueba fehaciente de todo lo que estamos diciendo. Es cierto que, si me apuras, aquella corrida no era como para echar cohetes, pero que estuve indigno, puedes afirmarlo como yo lo afirmé ante los aficionados.
Aníbal Ruíz con la mano diestra
-¿Tu mayor logro en el toreo?
Ha sido muchos, especialmente en tantas plazas como he toreado, de forma muy concreta en mi provincia que he sido muy respetado y admirado. Pero no puedo olvidar mi salida en hombros de novillero en la plaza de Madrid, ni las cinco orejas que he cortado como matador en distintas actuaciones en Las Ventas.
-¿Una corrida que no hayas olvidado jamás?
El día que toreé en Ciudad Real con el maestro Curro Romero y Espartaco, una tarde inolvidable que me llenó de orgullo y que me vino a demostrar que no estaba equivocado en el camino que había emprendido por ser torero. Luego, en el devenir de los años las cosa son rodaron como yo hubiera querido, pero satisfacciones he tenido muchísimas.
-En esos casi veinte años que estuviste en activo, como satisfacción personal en lo que se refiere a compañeros, imagino que no tienes queja alguna.
Por supuesto que no. Tuve la suerte de torear con todos los grandes del toreo en los años en que estuve en activo, me codeé con el maestro Juan Mora, con Talavante, Jesulín, Víctor Puerto, con el maestro Antonio Sánchez Puerto, un artista incomprendido que, para mayor suerte mía no sabría decirte donde gozaba más, viéndole torear o escuchando su palabra en los foros en que hemos intervenido. Como te decía, no quiero pecar de olvidadizo pero, repito, pude torear con todos los grandes y eso me colmó de gozo.
-Y la palabra amargura la dejaste en el camino ¿verdad?
Por supuesto. Uno llega hasta donde es capaz de llegar, pero no más. En el toreo se regalan pocas cosas, lo digo yo que he estado veinte años en ese mundillo. Puede que a alguien se le favorezca más que a otros pero, en definitiva, tiene que ser uno mismo el artífice de su vida para que los demás te hagan coro y de otorguen las prebendas de las que hablábamos. He vivido una carrera bellísima, llena de triunfos, sinsabores, cornadas y, durante veinte años he sido respetado por los míos. No puedo pedir más. Si no logré cotas mayores, como antes te decía, era por mi culpa, de ahí que no conozco a esa “señora” llamada amargura.
El diestro manchego siempre torero, en el campo y en la plaza
-Me hablas de que estás trabajando pero, por lo que he sabido, al margen de la corrida que aludimos en Ciudad Real, has toreado algún que otro festival. ¿Qué planes tienes para este año en lo que a torear se refiere?
Sin lugar a dudas será todo anecdótico, tanto si toreo alguna corrida como en los varios festivales que participaré que, de eso sí que no me privaré mientras me quedan fuerzas. Los toreros lo somos siempre; nos retiramos muchos, algunos por falta de contratos, otros por edad, pero seguimos siendo toreros hasta la tumba, razón por la que, en mi caso, cuando veo que tengo un capote o muleta entre mis manos soy el más feliz del mundo; y ahora mucho más porque como antes te contaba, no hay presiones, no hay afanes, no hay retos por cumplir, de ahí la dicha que puedo sentir cada vez que me enfrento a un toro.
-No me hagas mucho caso, pero escuché por ahí que para este año quieren ofrecerte un par de corridas de toros con carácter benéfico. Llegado el caso, ¿aceptarás pese a estar retirado?
Por supuesto. Es más, será un disfrute total porque, primero no le hago mal a nadie; todo lo contrario porque si son festejos benéficos ayudaremos a los demás, por tanto, no existe gloria mayor. Por mi edad, podría torear treinta corridas de toros sin apuro alguno pero, lo que no estoy dispuesto es a mendigar y que al final no quede ni para tabaco que solemos decir. Eso sí, si sale alguna corrida benéfica o festivales de la misma índole, ahí estaré con gusto mío y satisfacción de todos lo que pueda ayudar con mi participación en dichos festejos.
-Me han contado que, trabajo al margen, por si se concretan las corridas de las que antes hemos hablado, me dicen que entrenas por las madrugadas y por las noches. ¿Para qué tanto entrenamiento si no existe la responsabilidad de antaño?
Una cosa es pasar página y no torear ni una becerra en el campo y, otra muy distinta la que me ocurre a mí que, como me llamaron el año pasado para Ciudad Real, en aquel preciso instante, es decir, mucho antes de saber la fecha de la corrida yo estaba entrenando porque el cuerpo tiene que estar ágil y flexible como un junco. Bien sea para una corrida o una decena, pero el cuerpo tiene que estar a punto. La mente siempre lo está, pero un torero jamás debe de descuidar su estandarte, es decir, su cuerpo.
-Muchas gracias, Aníbal Ruíz. Eres todo un señor que ha sido torero por la gracia de Dios y que se marchó antes de que nadie lo echara. A eso se le llama grandeza, por eso te ganaste el respeto de todo el mundo. Mucha suerte en el caminar por la vida.