Rubén Pinar se siente ilusionado tras su paso por Madrid

-¿Tú lo sabes, Rubén?

Esas cosas nadie las puede saber con certeza; puede que sea el cambio de apoderados, que las cosas no han salido como uno quería en plazas clave; pero si te digo que, como decías, el triunfo era mi aliado; es decir, artísticamente pocos motivos tenía para que se me olvidara tan rápido; no, nunca lo pude entender. Llevo dos años toreando muy poco y, en esta temporada, ya viste, empezar el 9 de agosto y en Madrid, el reto no podía ser mayor.

-Un reto que superaste con matrícula de honor porque, de haber caído el toro cuando tenía la espada hasta la cruceta, el triunfo hubiera sido sonado. ¿Qué pasó?

Eso quisiera saber yo. La espada cayó en todo lo alto y, por esas cosas incomprensibles de la vida, el toro tardó mucho en caer y se esfumó el premio.

Toreando de muleta con la diestra

-Comentan que a la salida de ese toro se te vio muy ilusionado; es decir, daba la sensación de que te había gustado el toro, de ahí la alegría que transmitías en todos los tercios.

Me gustó, es la verdad, por ello intenté que todo se le hiciera bien; esperaba con mucha ilusión que transcurriera el tercio de banderillas para cerciorarme que el toro seguía siendo el que yo deseaba y, así sucedió. No había que quebrarlo mucho, pero yo estaba convencido de que veinte muletazos me los regalaba y, al natural, lo pude aprovechar.

-Y esa vuelta al ruedo te supo a gloria.

Sí, porque de alguna manera, pese a no haber cortado la oreja, ese reconocimiento del aficionado de Madrid me supo a gloria; les vi tan entregados que me emocioné, no tengo rubor en confesarlo. Es cierto que, como dijimos, yo tenía la sensación de haber toreado muy bien, incluso algunos naturales me salieron como en realidad los sueño cuando entreno. Me marché de Madrid muy feliz, dichoso y contento.

-¿Tendrá eso repercusión, Rubén?

La temporada está hecha ya en todas sus ferias, por tanto, es difícil poder entrar en los carteles; será cuestión de esperar y, ese triunfo me pueda servir para entrar al año que viene en Madrid, pero en la feria de San Isidro. Quiero disfrutar de lo que tengo que, en realidad, de momento no es otra cosa que la corrida de Madrid y mi última actuación en Albacete.

El de Albacete al natural

-Permíteme que te diga, Rubén, que lo tuyo es digno de estudio; vamos que, si lo analizamos, podemos volvernos locos. Te lo digo porque antes he hecho referencia a lo que fue tu alternativa, tu confirmación; carteles de lujo al más alto nivel, incluso ostentas el galardón de haber salido por la puerta grande de Madrid. O sea que, con semejante palmarés y que ahora estés en el ostracismo. ¿Qué falla, amigo?

Es lo que antes comentábamos; nadie lo comprende, y me pongo en primer lugar. Como dices, he tenido logros importantísimos y, como todos los toreros, tardes menos afortunadas que, en realidad han sido las menos; pero yo pagué una “factura” muy cara. Un débito el cual no creía que tenía para con el taurinismo.  Si hacemos un balance de lo que ha sido mi carrera, ineludiblemente, hay mucho más en mi haber que en él debe, por tanto, ese balance debería de haberme favorecido. No sucedió así, digamos que de forma lógica y, no queda otra opción que seguir luchando.

-Imagino que, tras haber pisado las grandes ferias de España, ahora tendrás una nostalgia inmensa al verte apartado de las mismas. ¿Cómo se digiere todo eso?

Con humildad, no queda otra; con la esperanza puesta en el futuro, entrenando como si nada hubiera pasado, viviendo en torero, sintiendo como tal y  aferrado al convencimiento de que si lo hice, lo puedo volver a repetir.

Fue solo un susto en Madrid

-Tienes razón pero, como te contaba, y no quiero hacer sangre en tu herida, por ejemplo, los chicos que no han logrado ese estatus y esperan una corrida con ilusión, seguramente no tendrán esa añoranza tuya por aquello de haber “sido”

He vivido muchas experiencias; he toreado en las grandes ferias, conozco sus aficionados, por tanto, todo son ventajas para cuando llegue el momento de volver a pisar dichas plazas, entre ellas, me ilusiona volver a Pamplona, por citarte una plaza emblemática; una plaza donde triunfé, actué varias veces y que tan feliz me hizo en su momento.

-Has toreado en Albacete, Rubén, y has obtenido otro triunfo y, lo que es mejor, con la plaza llena. ¿Es Albacete el último oasis que nos queda a los aficionados a nivel de repercusión por lo que de asistencia de público y aficionados se refiere?

Ha sido una tarde importantísima para mí puesto que, como dices, tres toreros de la tierra fuimos capaces de concitar a la afición de forma maravillosa. Me siento feliz por el triunfo y, como te digo, por la congregación masiva de aficionados que, como explicas, es algo de admirar y alabar.

La estocada de Rubén

-Lo más grande de los toreros, Rubén, es que no he visto a ninguno perder la alegría y mucho menos la ilusión. ¿Qué pócima milagrosa tomáis para estar siempre alegres y contentos?

En mi caso, las creencias que tengo al respecto de mi ser. Eso que antes decíamos, si en su día pude estar en casi todas las ferias de España, eso me motiva, sencillamente porque me confirma que no soy un chalado ni mucho menos loco; soy un torero como lo he demostrado cientos de veces, por tanto, dispuesto para repetir éxitos anteriores.

-Has sufrido cornadas, lesiones de todo tipo y, el pasado año, cuando ibas a torear en Las Navas del Marqués, incluso tuviste que soportar un ataque epiléptico. Eso ya es el colmo de la mala suerte, pocas corridas y, las que llegaron, suspendidas por esa enfermedad.

Sí, hombre, últimamente, en los dos últimos años me toca luchar contra muchos imponderables como el que has citado de Las Navas; no sé si tendría algo que ver con la anterior lesión tan grave que tuve, pero sí, han sido momentos de dolor y de angustia y lo contamos ahora que ya todo es historia.

-Con la mano en el pecho, Rubén, ¿tienes conciencia de que hiciste algo mal, como por ejemplo, esos cambios bruscos de apoderado, errores que has pagado muy caros?

Seguramente ahí me equivoqué; pagué el error como antes decíamos, pero son decisiones que uno toma y tiene que asumir las consecuencias. De nada vale echarles la culpa a los demás cuando las decisiones las toma uno.

Una vuelta que le supo a gloria