En la corta historia de este Portal, esta es la primera vez que entrevistamos a un personaje por segunda vez. Y lo hacemos a un torero de los pies a la cabeza. Y, desgraciadamente, en situación de paro forzoso otra vez por una cogida. Que sea esta la última vez que por esas circunstancias hablamos con él para Opinionytoros.
De cobardes nunca se ha escrito y, por el contrario, con Antonio Barrera, sin lugar a dudas, nos encontramos ante el más valiente; y no lo digo en el sentido de que tenga más valor que nadie frente al toro; que lo tiene. Lo pronuncio en el sentido hermoso de que, para luchar contra la adversidad que le está rodeando, para eso se necesita más valor que nadie y, como digo, ser la vocación más rotunda del toreo. Si en verdad existe la mala suerte, ésta, se ha cebado con este admirable diestro que, si dentro de los ruedos es un primor, en la calle, como ser humano, es un hombre admirable.
Ahora, como vemos, Antonio Barrera es noticia de rabiosa actualidad debido a sus percances pero, en nuestro caso, queremos arropar a este diestro por la calidad de su toreo, nunca por el efecto lastimero que, algunos, con mala intención, han querido mostrar. En honor a la verdad, Antonio Barrera, merece todos los elogios habidos y por haber, sencillamente porque, su denodado esfuerzo, sus ganas por ser torero, son tan admirables como su propia persona. Ahora, una vez más, la mala suerte se ha cebado contra su persona y, además de la cornada de San Sebastián, se llevó la rotura de la clavícula. Tengo claro que, pocos como él aguantarían la presión a la que la vida le está sometiendo y, por el contrario, este Barrera que no encuentra barreras ni obstáculos en su camino, sigue impertérrito sus pasos hacia la cumbre que él se ha marcado.
Mala fortuna, Antonio, que un toro te haya lastimado de tan mala manera. ¿Para cuando cambiará tu suerte? Y te lo pregunto porque, según dicen, para los que en verdad quieren, -y ese es tu caso- con poquita suerte tienen bastante; pero, por lo que vemos, contigo, ni esa poquita de que hablamos quiere aliarse contigo.
Me cabe la desdicha de ostentar el record de lesiones óseas y, esa circunstancia, a veces, me quita hasta la sonrisa; menos mal que, mi inquebrantable fe en el proyecto de mi vida y mi carrera, como se demuestra, puede con todo. Ahora, respecto a mi cornada sigue evolucionando muy bien y, dentro de unos días, cuando la cornada esté cicatrizando, me operarán de la clavícula. Quiero salir de este ostracismo; es muy duro vivir así. Será mi sino, pero debo luchar contra tanta adversidad.
A veces, maestro, lo que entendemos como un premio, al final, resulta una fatalidad. ¿Era, en realidad, un premio, que sustituyeras al maestro Rincón en San Sebastián?
Un premio y un lujo; un premio por haber triunfado en dicha plaza tres días antes y, un lujo, sustituir a tan gran torero. La idea de mi apoderado, obviamente, era justísima; no entré en la feria por recomendaciones que, pese a todo, no las tengo en lado alguno y, si te digo la verdad, estoy feliz por ello. El pasado año ya triunfé en Illumbe y, por lógica, tenía que estar en los carteles de tan singular plaza.
No hubo suerte en los inicios de la temporada y, ahora, una vez más, entrado el mes de julio, tus triunfos se iban sucediendo en cadena; diversas plazas, de nuevo, saboreaban tus éxitos como, a su vez, tú te llevabas los ecos de tan atronadoras ovaciones, todo, debido a la calidad de tu toreo. Decepción, tristeza, rabia, desencanto, ¿con qué idea te quedas?
Pese a todo, cambiémoslo todo por ilusión; esa es la palabra. Como tú decías, de cobardes jamás se ha escrito nada y, por cobardía, de mi, nadie dirá una sola línea. Tengo vida, por tanto, tengo esperanzas; es más, en realidad, son lesiones que, muy duras por cierto, pero recuperables. Mi cuerpo sigue en pie de guerra y, mi espíritu -y esto es lo mejor- sigue inmaculado.
El pasado año, por estas fechas, en Barcelona, un toro quebró todas tus ilusiones y te alejó de la temporada. Respecto a tu lesión,¿cómo crees que podrás evolucionar?
Me temo que, para dicha mía, este año, según me han dicho los médicos, quizás se torne todo de distinta manera y, casi con toda seguridad, podré acudir a las ferias de Logroño, Barcelona y Zaragoza, entre otras fechas que tengo contratadas.
Sin lugar a dudas, en el devenir de los años, Antonio Barrera, la historia dirá de ti que eres un valiente convencido. ¿Te gusta el calificativo?
Hombre, puestos a elegir, valiente lo puede ser cualquiera; yo prefiero que digan que soy un buen torero y, al paso de los años, como tú dices, que dijeran que fui un torero artista.
En honor a la verdad, eres un torero de grandes cualidades, de profundidad en tu quehacer y, para un hombre como tú, debe ser muy duro contemplar que, tu lucha, ya viste, se torna calvario y, para muchos, con sólo el nombrecito, les apoyan desde todos los frentes y, para colmo, la suerte, hasta les sonríe evitándoles cornadas y lesiones. ¿Qué tienen los demás que no tenga Antonio Barrera?
Conforme lo estás planteando, la respuesta es rotunda: SUERTE. Muchos tienen la suerte que les deseo a todos, pero que a mi, hasta el momento, me está siendo esquiva. Bien es verdad que, ante casos como el mío, tengo que mirarme en espejos más duros y, pensar que, por ejemplo, Lance Amstrong, venció al cáncer y sigue siendo el rey de la bicicleta; el maestro César Rincón venció una cruel enfermedad y, ahí lo tenemos, impartiendo lecciones de torería por los ruedos del mundo. En definitiva, a fin de cuentas, lo mío son lesiones; muy duras de vencer y de soportar, pero de las cuales, como siempre, saldré victorioso.
Qué pena, Antonio que, en la tarde de tu cogida en San Sebastián, que la estocada cayera baja en aquel tu primer toro. Lo digo porque, te inventaste una faena ante un toro que no quería saber nada y, con torería, gusto y naturalidad, le diste la distancia oportuna, lo entendiste de forma genial y, le sacaste unas tantas que, en los primeros compases de la faena, nos parecían imposibles. ¿Es ése el producto de tener la torería metida dentro de la cabeza?
Pienso que, al toro, le hice lo que debía; lo que yo creía que debía hacer y, le arranqué varias series con gusto. El toro no me lo puso nada fácil, nada es más cierto. Pero soy un profesional y, debo de intentarlo todo. Pienso que nada dejé por hacer y, de haber matado con más acierto, el éxito hubiera sido grande.
Cuando llegues a lo más alto de tu profesión -y lo lograrás muy pronto- imagino que te sentirás el rey de la torería, ¿verdad? Pocos como tú, al llegar a la meta, habrán salvado tantos obstáculos como se han cruzado en tu camino.
Sentiré, eso sí, el orgullo de haber recorrido un camino durísimo en aras de lograr un bienestar para los míos y, una enorme satisfacción para mi persona al sentir que, en definitiva, los aficionados repararon en mi, ante el torero que yo me sentía. Ciertamente, la vida me ha enseñado que, en ninguna profesión existen reyes; digamos que, a lo sumo, profesionales de más o menos lujo pero que, en un momento determinado, podemos caer todos, por tanto, los pedestales, salen sobrando, como dirían en mi añorado México.
Por cierto, hablando de México, ¿te imaginas como te estarán extrañando aquellos aficionados?
Seguro que sí y, al respecto, en estos días, he tenido el reconocimiento que tanto me ha reconfortado de muchos aficionados mexicanos que, como los españoles, tanto lamentan m mala fortuna. Es cierto que, guardo recuerdos entrañables en aquel maravilloso país que, en breve, espero volver; no en vano, en México, me curtí como torero, gané mil batallas y, obtuve, como se sabe, el reconocimiento general de aquella bendita afición.
Y lo hiciste como aquí, tarde a tarde, golpe a golpe… sin desfallecer nunca.
Posiblemente, la lucha sin cuartel será mi sino. Y, fíjate, dices que allí me lo gané todo a base de golpes, de ilusiones, de cornadas, de una lucha titánica por cantarle al mundo que soy torero y, en España, ocurre exactamente igual; muy dura la profesión de torero que, la amo para mí, pero creo que no se la recomendaría a los demás. Espero que, ahorita y para siempre, cambie el curso de mi vida y, cuando menos, que mi lucha sea sólo frente a los toros.
¿Cómo has encajado las tardes negras, es decir, las que no ha sonreído el éxito?
Ante todo, con resignación. Algún que otro toro me hizo pasar un mal rato pero, lo que se dice tarde negra, no crea que hay existido, salvo las de mis percances; pero amargas con sabor de derrota, me temo que ninguna. En esas veces que los toros me lo hicieron pasar mal, el público, entendió las circunstancias, mi disposición y, las malas condiciones del enemigo a lidiar.
Ese cuerpo tuyo, lacerado por las cornadas y las lesiones, dice mucho en tu favor, ¿verdad?
Como todo mortal, es el sostén de mis ilusiones; mi espíritu y mi alma viven dentro de este cuerpo que, pese a todo, seguirá invicto mientras Dios así me lo permita.
¿Sabes que tu valor me sigue asustando?
Y hasta yo mismo en ocasiones me asusto de ver lo que tengo que soportar, de forma concreta, cuando me miro al espejo y me veo el cuerpo, como tú decías, plagado de cicatrices. Pero, amigo, hay profesiones que, si no las sustentas con el valor, el fracaso está cantado y, la de torero, como se sabe, es una de ellas.
Y, por la senda del valor, llegamos al arte, ¿verdad, torero?
Esa es la meta fundamental de todo torero; cuando menos, así es mi caso. Una vez te has definido en tu personalidad, sabes de tu valor, la meta, irremediablemente, es crear arte frente a un toro bravo. Digamos que, derrochar torería que, en definitiva, es la que crea que la más bella emoción en el toreo. El valor se presume, la torería, se tiene que adivinar y, más tarde, conseguir. Pero esa es la meta.
Dicen, Antonio Barrera que tienes un aire de romanticismo nada usual en el mundo del toro. ¿Eso es un defecto o una virtud?
Ya lo dijo Gerardo Diego, ¿quién qué es, no es romántico? Uno, ante todo, tiene que vivir por una ilusión y, lo demás, es decir, el dinero, llegará cuando tenga que llegar; pero jamás nadie podría ser torero sólo por el dinero. Ricos hay muchos sin necesidad de tener que jugarse la vida, por ello, entenderás que, el romanticismo es la causa fundamental del toreo.
Recemos, toquemos madera, imploremos a los espíritus, pero que acabe de una santísima vez esa mala racha, ¿verdad?
En esa ilusión vivo de forma permanente. Es más, aplicando uno de nuestros refranes, no existe mal ni bien que cien años dure.
Gracias, matador. Que la suerte te acompañe para siempre.