Envidia sana sentimos, cuando gracias a la internet disfrutamos de nuestra pasión a lo largo de la temporada europea, la que, con todo y sus defectos, a nuestro modo de ver, está fuerte y renovada. Cuando decimos “renovada” nos referimos a que hay en el escalafón gente nueva y con oferta de estilos variada.
Este regocijo termina cuando despiden la transmisión y despertamos en nuestra colombianísima y triste realidad taurina.
Una realidad fabricada desde siempre con mentiras y mediocridades, una realidad para descrestar calentanos como dicen los de las tierras frías de nuestro bello país.
Hoy día y como consecuencia de ese manejo mediocremente preconcebido y mantenido, no solo hemos perdido gran parte de esa afición ignorantona pero fiel que llenaba las plazas, sino, que estamos ad portas de ser liquidados de por vida.
Los que han venido manejando la “defensa” frente a los ataques animalistas, han ignorado por completo la necesidad de crear y mantener una afición seria y renovada generacionalmente a la par de gestionar jurídicamente nuestros derechos adquiridos por ley del Congreso de la República.
Se han dedicado únicamente, a lo que es carrera en Colombia: el amiguismo político sin resultados diferentes a la mutilación por cuenta de varias sentencias de la Corte Constitucional, del desarrollo normal de las corridas y novilladas.
Cada que sale una de estas sentencias mutiladoras, queman pólvora e incienso en la persona de Felipe Negret. Y cada vez quedamos más en manos del órgano legislativo nacional, dentro de cuyo organismo hay grupos que no cesan en la labor de derogar la ley que hasta hoy nos protege.
Cali, estrenando empresa para el ejercicio puramente taurino, no sale del marasmo. Pareciera que la paquidérmica Sociedad Plaza de Toros de Cali S.A. con sus dinosaurios accionistas y su pléyade de secretarias anti taurinas, siguiera metiendo la baza en la gestión taurina entregada “por fin” a gente del toro.
No lo entienden ¿o es que no les interesa entenderlo… esto hay que divulgarlo sin miedo y con otros argumentos.
Personalmente y discúlpenme los lectores por hacer mención propia, llevo más de una década, desde que regresé de mi periplo español, insistiendo en la necesidad de hacer cambios de fondo en el manejo de La Fiesta en Colombia. Pero no. No es posible que siquiera oigan las propuestas. Su soberbia es tal, que prefieren seguir perdiendo dinero, antes de aceptar ideas que no salgan de sus entrañas.
Colombia taurina está en estado de coma.