El 2016 ha sido duro. La tragedia fue la constante en los ruedos peninsulares, Víctor Barrio sacudió los sentimientos de nuestro mundo del toro. La expresión de dolor de su mujer Raquel quedará por mucho tiempo en  nuestra retina y también las letras de los diarios y de las redes sociales, con la ignominia de algunos desalmados anti taurinos que han utilizado esta vía para dar desfogue a su podredumbre interna.

No contentos estos especímenes representantes de la más asquerosa decadencia humana, la emprenden más tarde contra Adrián. Terrible. Siempre hemos sabido que hay buenos y que hay malos; pero hasta ahora que disponemos de los twiter, los face book y otras facilidades de la comunicación en tiempo real, es que nos enteramos igualmente en tiempo real y con cubrimiento universal, de lo que son capaces estos deshechos humanos, que además se amparan en su militancia en favor de los animales.

Qué vergüenza, que dolor; saber que podemos ir sentados en el autobús, o estarlo en el cine, al lado de una porquería de estas. Y lo más triste, es ver cómo la respuesta airada no pasa de ser lamento aislado.

A la par con la tragedia natural y consustancial a nuestra fiesta, de la comparecencia en las enfermerías de las plazas, hemos visto cosas buenas y algunas mejores: toreros jóvenes peleones a la búsqueda de posiciones de privilegio para temporadas futuras, renacer de figuras consagradas que venían adormiladas y han tenido que pellizcarse, el pundonor de otros, que no se descuidan para dar el zarpazo en cuanto pueden y también, el premio a la persistencia dentro de un marco de mucha calidad “el caso de Curro Díaz” y que sea el único que menciono por su nombre, por ser quizá el que más se lo merece y el que más  llena mis sentíos.

Apartado especial en estos amagues de resumen, tendrá el toro, ese sin el cual no existiría esta nuestra razón más poderosa de goce y sufrimiento, la fiesta brava.

Qué duda cabe: la bravura aún está viva. Sale el toro que embiste con codicia y transmisión, el que no solo genera el temor de la cornada próxima, sino también el placer de lo estético, plasmado con esa maravillosa fusión de valor y arte de los toreros.

Este toro sigue naciendo en nuestro campo bravo, el problema, por el cual no lo vemos con la frecuencia que todos quisiéramos, sigue estando en el manejo que se le da a su puesta a punto para “cumplir“ con los requerimientos del reglamento.

Los ganaderos no han podido o quizá querido asimilar el argumento válido de que los últimos 80 o hasta 100 kilos necesarios para pasar el reconocimiento, no deben ser puestos en tan corto espacio de tiempo y mucho menos, que con sacar los toros a correr un rato, van a conseguir el atleta capaz de resistir 60 muletazos.

Por lo demás, pensamos que hay razones más que suficientes para creer que tenemos fiesta para rato. La asistencia a las plazas es buena, (siempre me he preguntado si Madonna junto con tres o cuatro super stars del momento, serían capaces de meter a cualquier escenario, la gente que mete Las Ventas en 31 tardes seguidas); está yendo la gente joven y se han reabierto algunas plazas. Habemus toros.