Salieron de uno en uno, pero pudieron haber salido todos juntos y así se les podría haber llamado: una piara de bueyes. Al salir de uno en uno, a los de Charro de Llen, los llamaremos: los bueyes. 614 kilos de media pesaron los astados lidiados esta tarde en Madrid, que ya es pesar. Sin embargo su condición fue muy mansa en general, aliñada con debilidad rozando la invalidez, véase cuarto, descastamiento en muy gran proporción, sosos y deslucidos para reforzar el aliño, bravucones y complicados. Como ven una buena ensalada en la que falta, naturalmente, el ingrediente principal: la bravura. De esa no hubo.

Se rozó en el quinto y su comportamiento en el caballo, pero era, como decimos, bravucón y luego en la muleta embestía a arreones y sin conocer de ninguna manera la condición de nobleza que es aquella que mejor le cuadra al toro bravo. Emoción y peligro sí dio y de ello damos fe cuantos estuvimos allí. Con él estuvo muy decidido el francés Castella, si bien el amo de la situación era siempre el toro. No escatimó esfuerzo para hacerse con él, pero entre que el toro era de condición indomable y de desbordante acometida, a veces incierta, el torero se limitó a fajarse en la pelea con él y asumir sin trampa ni cartón las consecuencias. Ya había sido cogido y zarandeado al comienzo de la faena y amenazaba comérselo, pero no se lo comió. Una estocada desprendida y dos golpes de verduguillo acabaron con el indomable colorao. Vuelta al ruedo a su tesón y disposición. La oreja no llegó por no querer el Sr. Gómez, pero la petición era la misma que en su toro anterior cuando sí la concedió.
Cortó una oreja a su anterior enemigo ya que el manso le facilitó el pitón derecho para triunfar; por él se desplazaba estupendamente y las ganas de Castella hicieron el resto. Una voltereta a tiempo, de la que salió ileso, fue el emotivo momento necesario para inclinar la balanza del público claramente a su favor. Una actuación la de hoy de Castella propia de novillero con ganas de salir adelante. La novillada es el martes, pero Sebastián Castella ha querido adelantar a este domingo su actuación “a cara de perro” como un novillero de los de antes y el público ha reconocido su valor y entrega.
No solo hubo sobresaltos con el francés, pues también los tuvo que padecer Serafín Marín en su primero, quien fue arrollado y que salió con la taleguilla rota y por suerte sin peores consecuencias que un puntazo en el glúteo. La disposición del catalán, en esta ocasión, no tuvo los efectos de su anterior actuación, ya que su primero fue muy soso y el último un galán manso y de inciertas embestidas. No pudo hacer más que estar dispuesto y arriesgar, pero para poder llegar a los públicos hacen falta embestidas, de bravo o de manso, pero embestidas. Sólo, como decimos, decisión pero sin llegar a alcanzar momentos lucidos. Los bueyes que le tocaron a él, no llevaban embestidas potables en su comportamiento.
Hubo otros bueyes y estos fueron a parar a las manos de Juan Diego. Y si no hubo sobresaltos sólo fue pura coincidencia, pues contratiempo y grave hubiera sido que su segundo que se desplomaba cada dos por tres, y que el Sr. Gómez no quiso devolver, se le hubiera caído encima con el peso que tenía. No fue así y cuantas veces cayó fue fuera de alcanzarle con su anatomía. Mostró voluntad, además de en este inválido, en su primero que lo era menos y que embestía, -es un decir- al paso. Ahí estuvo pesadísimo, pues no es nada grato presenciar un trasteo tan largo a un moribundo integral.
Los tres manejaron las espadas medio bien o medio mal según se quiera uno inclinar en su juzgar. Lo mejor, es que no se pusieron muy pesados y acabaron con la bueyada con cierta rapidez y en parte con estocadas desprendidas, pero con dignidad después de lo visto días atrás. Picó bien y arriba Josele en el quinto y fue de agradecer tras la penosa feria de los varilargueros.
Por cierto, nadie pidió esos toros, ni esos kilos. No consta que hayan sido solicitados por peña de aficionados alguna y como muestra de ello, ninguno fue aplaudido al salir al ruedo, prueba evidente de que lo que se exige es trapío y no volumen. Si estaban allí para ser lidiados, es asunto que deben de contestar el ganadero y el empresario y no la afición de Madrid.