No te acostarás, sin saber una cosa más. Es una aspiración muy lógica. Para todo, absolutamente todo, se hace necesario acabar la jornada habiendo ampliado nuestros conocimientos. De ahí, que el sabio refranero lo tenga recogido entre los más populares. Los que acuden a la plaza a diario, también aprovechan para saber cosas nuevas pues, a poco que se preste atención, algo se puede aprender cada día que aumente nuestro saber.
Los días 29 y 30 no iban a ser una excepción y consecuentemente los espectadores marcharon a casa y a la cama, sabiendo unas cuantas cosas mas. De los toros del Conde de la Corte y María Olea, los populares condesos, se supo que siguen a la baja, de casta y de lo que hay que tener. De los novillos de Román Sorando, sabíamos, sabemos que tienen sangre Domecq, por lo que cada día son más colaboradores de los toreros. Los toros, además de lo dicho, descastados, lucían aparatosa arboladura, pero, curiosamente, también sospechas de manipulación en varias de sus astas. Los novillos, -abecerrado totalmente el tercero- fueron lo suficientemente modernos para dejarse cortar las orejas. Luego ya sabemos, que los que más leña tienen, pueden ser también sospechosos de manipulación y afeitado y que los otros, para que sean modernos, les hace falta ser portadores de sangre Domecq.
De los toreros, sabemos cosas importantes también. No en vano tres de los seis actuantes tocaron pelo. Un novillero llegó a salir en hombros por la puerta grande, Matías Tejela, y un matador, Fernando Robleño casi lo logra también. A ellos les acompañó en la obtención de trofeos, otro coleta madrileño, como ellos, Iván García. Habríamos de resumir que Madrid pare toreros a pares o por tríos. Y no es cuestión de favoritismos, pues dudo que haya plaza alguna donde menos se tenga en cuenta ese detalle de procedencia. Otros lugares y otras personas lo tienen más a gala. Ayer, sin ir más lejos, me encontré con un amigo de Albacete y casi sin mediar palabra me preguntó ¿te gustó el paisano, Antón Cortés?. Mira que hay cosas que preguntar de cómo va la feria, pero eso fue lo que me preguntó. Concluyamos, hay que saber que en Madrid poco importa esta cuestión, si bien la casualidad ha hecho que estas dos fechas acumulen tres orejeados madrileños.
Es justo saber que por la vía de la sustitución entró en el cartel del día 29 Fernando Robleño, sorprendiendo por su entrega y voluntad -tiene gracia que esa disposición sorprenda hoy en día; con razón, después de lo que soltó Finito el otro día- no exenta de detalles y buenas maneras. Su rodaje es poco pero sus ganas muchas. Nos place saber que existen toreros con ganas y méritos para torear en Madrid. Interesante terna la de los novilleros actuantes el día 30, con disposición, variedad y un montón de benditos defectos. Tiempo habrá de juzgarles con mayor rigor, pero de momento Tejela, Vega y García compitieron en quites, ejecutaron a ratos buen toreo y dieron todo cuanto tenían. No es poco.
De la corrida del 29, para que todos se puedan acostar sabiendo una cosa más, les diré que por distintas razones hube de verla por televisión, lo que debo de agradecer, pues pude acostarme sabiendo unas cuantas cosas más. Por ejemplo y antes de empezar, en una entrevista al matador Luis Miguel Encabo, éste manifestó, sin que le preguntaran, la enhorabuena a la empresa por el acierto -sonaba a pelota- en los carteles, por la elección de toros y toreros. Si a la postre, Robleño es válido para estar, como se demostró, la pregunta que surge es ¿por qué no estaba inicialmente en los carteles de la feria? o ¿es que a él le parecía perfecto que no estuviera?. Es muy fácil apuntarse al carro cuando todo se sabe, pero que yo recuerde nadie dijo que faltaba en los carteles. Hace años, un tal Yiyo entró en una sustitución y al día siguiente todos decían que era el mejor y, por cierto, triunfador de la feria. Sí, pero nadie le había echado de menos antes. Seguidores de Santo Tomás. Por cierto, hablando de Tomás, el primer año que salió en hombros nadie me había pedido una entrada. Luego ya sí.
Lo mejor estaba por llegar. Eso si que no lo sabía yo, ni sospechaba que lo supiera nadie. De ahí mi contento al acostarme ese día; eso si que era saber. Les cuento. En el primer toro del festejo, uno de sus pitones alarmó al comentarista -raro en él, pues todo el año es para sospechar de ellos y no dice nada- que se apresuró a decir que echaba sangre por un pitón y que, por tanto, era justa la protesta del público. No tardó en responder el Sr. Domínguez, que sin respetar ni a quien le ha puesto ahí -al aficionado y al público no los respeta nunca si son contrarios a sus interpretaciones interesadas- espetó: no se cómo es posible que lo puedan saber viéndolo desde la fila 32 (?), si veterinarios en los análisis post mortem tienen sus dudas. Que sepamos dicha fila no existe, para empezar. Como quiera que el comentarista insistió en lo lógico de la protesta, no debió sentirse muy cómodo y soltó: siempre hay algún tontorrón. Pero añadió algo más para mantener su afirmación “¿quién puede creer que Robleño, Padilla o Liria tienen fuerza para obligar al ganadero o empresario a la manipulación?”.
No te acostarás, sin saber una cosa más. Yo me fui feliz a la hora de acostar, pues ya sabía que quien protesta desde la fila 32 por un toro que echa sangre por un pitón es un “tontorrón”. Francamente, no lo sabía. La televisión cumple así con un servicio público muy necesario y eficaz. Una vez aprendida la lección, uno, bueno todos, debemos saber que sospechar de los pitones de los toros que se lidian es, sobre todo desde las filas a partir de la treinta, de tontorrones. Que pena que no colaborara muchos años antes en las retransmisiones, pues ahora ya estaríamos todos muy instruidos en materia tan científica y por deducción lógica, de su pregunta sabríamos que los toreros que sí tienen fuerza, si lo pueden exigir y lograr. Liria, Padilla y Robleño, no (Roberto Domínguez dixit); los que tengan fuerza, sí.