En el último programa resumen de TVE sobre los toros, lo llaman “Tendido cero”, ¡por fin! aparecieron toreros, sin necesidad de haber actuado en ninguna parte. La condición de torero se adquiere, fundamentalmente de nacimiento y secundariamente por el hecho de serlo, ejercer, y, en su caso, haber tomado la alternativa en el supuesto de los matadores de toros. Pues bien, aparecieron toreros actuantes y toreros sin más. Actuantes, es obvio, son los que actúan en las plazas, previamente contratados y toreros sin más, son aquellos que lo son, aunque nadie los contrate. Es ese otro cantar.
Decíamos, ¡por fin!, ya que no es nada habitual que se les dedique ni un segundo de información en pantalla a aquellos toreros que no les contratan los empresarios, sin que por ello hayan perdido la condición de tales. El reportaje, bien construido y desarrollado, adoleció, cosa por otra parte lógica, del mas mínimo elemento comparativo. Es frecuente ver imágenes en la televisión de los seres humanos del llamado tercer mundo, sin mezclarlas, sin fundirlas, de forma simultánea, con los habitantes del primer mundo, al que podríamos llamar de la abundancia. Evitar estas comparaciones en tiempo real es el mejor juego de manos para que no sea visto “el conejo” por el espectador. En unos casos se nos caería la cara de vergüenza y en el que nos ocupa de los toreros, podríamos descubrir otros toreros mejores que los que de forma sistemática y pertinaz nos ofrecen en los carteles los todopoderosos empresarios.
Ya lo hemos dicho muchas veces, “de los que no conocen, mejor que esos, los hay así”. El grado de conocimiento de los toreros viene dado por ser actuante o no actuante, sin que para ello medie razón alguna, solamente el capricho e intereses de unos cuantos. Por citar un solo ejemplo, al margen del toro, dile tu al dueño de la Coca Cola que su bebida es peor que el vino de Rioja. A él, que vende mas litros de bebida en el mundo que todos los vinateros, no de Rioja sino del mundo entero. ¡Convéncele!. Por otra parte, es legítimo que quien más vende se autoproclame como el mejor, pero quienes tienen la obligación profesional y el deber de informar no pueden soslayar la verdad y someterse al único imperio del ganador. Es más, su obligación pasa por trasladar a la opinión pública y aficionados una contrastada valoración de las capacidades y méritos de cada cuál, sometiendo a riguroso análisis las condiciones individuales y resaltando aquellos aspectos que diferencian a unos y a otros. A eso se le llama: “mojarse”. ¿Cuántos de los “palabreros” que llenan los puestos de privilegio en los medios, hubiera protestado por que no hubiera estado anunciado El Califa en los pasados carteles de San Isidro?. Sabían que les faltaba, por ejemplo, Joselito, y sin embargo menuda temporada está haciendo. Como para echarle de menos. Estén tranquilos, para ellos solo está arriba quien se lo merece, por eso los apoyan, con lo que no fallan nunca, ni tan siquiera a su bolsillo. Los que están abajo no dan, pues no pueden, ni tabaco. Lógico para algunos. Pero esa no es una labor profesional y mucho menos desinteresada.
Versó el reportaje sobre toreros que están en la “sima”, no en la cima, según palabras del comentarista. Con almibarada demagogia introdujo los avatares de una terna de toreros, cuya única razón para estar en el paro profesional son sus “méritos”. Abrió la terna el manchego Sánchez Puerto, que con cautela, nosotros sabemos que es capaz de decir más, mejores y más sabrosas cosas, lamentó su injusta situación y apoyándose en que la esperanza es lo último que se pierde no arremetió contra los culpables de su injusta marginación, entre ellos esa prensa que no tienen pluma y cámara nada más que para los actuantes. Sentirse y saberse, como ejemplo, el acaparador de casi todos los premios en su última actuación en Ciudad Real, no le sirve para volver, habiendo otros que no necesitan de triunfos ni de avales para pisar ese ruedo. Entre otros, como es el practicar uno de los toreos más puros de la torería andante, que no actuante. Ese es su “mérito”.
“El Niño del Tentadero” ocupó lugar en la terna. Su último y único delito, cortar una oreja en la Maestranza de Sevilla. Y con estos “delitos”, alguien que tenga la responsabilidad de informar ha tenido que esperar a realizar un reportaje especial sobre “la sima” para que salgan a la luz los méritos auténticos de este torero sevillano. Entrena todos los días, esperando, pues ya se sabe “la esperanza es ...”, mientras le es hurtada la justicia que merece y comprobando como otros, sin esos avales, siguen pisando el albero de la plaza de Sevilla. Trabaja gestionando los asuntos de otros en una gestoría, mientras espera, larga y desesperada espera, poder gestionar algún día sus dineros como hace algún compañero, también niño, pero no del tentadero, sino del “tantodinero”.
Cerraba la terna Manolo Carrión, torero al que hemos visto triunfar, de novillero, en todas las plazas de España. También como sus compañeros lleva sin engrosar las listas de actuantes en las últimas temporadas. No sabe muy bien las razones, yo me atrevo a decir que no las sabrá nunca, lo que si sabe es posicionarse ante la vida y, por si acaso, termina la carrera de Derecho. Un buen abogado hará falta en la fiesta para denunciar los atropellos y reclamar los derechos de todos los toreros. No lo desea, nosotros tampoco, pero no sería mala contribución para el esclarecimiento de los hechos punitivos como los que hoy recogen estas líneas. En Valencia, para su desgracia, hay otros toreros y un refrán dice que: “el pez grande se como al chico”. En muchas otras provincias pasa y ha pasado lo mismo. Cuantas menos comparaciones y competencia mejor. Sus méritos quedan en el rincón ante la fuerza de la razón. ¿O es la razón de la fuerza?. Lo que sea. Elija lo que quiera el lector dependiendo de su compromiso con la verdad.
Lo cierto es que invirtiendo el escalafón, estos tres toreros podrían ocupar la cima. Cambiamos “El Juli” por “El Niño del Tentadero”, un “niño” por otro. Su triunfo en Sevilla, como hacen los demás en sus publicidades, le legitima para aspirar a ese puesto. No cabe hacer una publicidad que diga: “Tras su TRIUNFO en Sevilla, con corte de OREJA, a la SIMA del toreo”, y por ello condenarle. Particularmente, y por convencimiento y valoración artística, prefiero ver a Sánchez Puerto antes que a Enrique Ponce. He vibrado muchas mas veces con su cálido vidrio que con la estética de plástico. Y por supuesto, prefiero esperar a Manolo Carrión y su toreo que tener que, una vez más, presenciar las trapacidades de Manuel Díaz “El Cordobés”. Como puede verse, y aseguro que no es solo mi caso, podría cambiar el escalafón sin que tenga nada de caprichoso, sino valorado en méritos contraídos. Luego, se podría ver y comparar, pero primero torear, ¡perdón!, primero que los pongan para actuar, de lo contrario no se puede torear.
Se habla mucho de que para torear hay que cortar orejas. Eso dicen los empresarios y algunos críticos “enterados”. Pero hay montones de casos como los que hemos visto hoy. A modo de recuerdo les diré que, un torero extraordinario como Gregorio Tébar “El Inclusero”, el año de su confirmación de alternativa en la feria de San Isidro, cortó oreja y perdió otras por la espada, dando varias vueltas al ruedo. Ahora les cuento el resultado: Tardó quince años en volver a la Feria de San Isidro. Durante aquellos largos quince años, y después, muchos fueron los que repitieron temporada tras temporada en San Isidro sin cortar ninguna oreja ni dar vuelta al ruedo alguna. Por citar algún ejemplo, hablemos de Emilio Muñoz y Jesulín de Ubrique. Ustedes lo entienden, ¿no?. Pues yo sí.
Como diría Groucho Marx: “Hay muchas cosas más importantes en la vida que el dinero. ¡Pero cuestan tanto!".
