La noche del pasado sábado 9 de abril, un invisible rayo mortal partió el corazón de César Paredes Romero.
Periodista y amigo, fue ante todo un aficionado a carta cabal. Apasionado, vehemente, con ideas claras, irreducible hasta el final, fue personaje importante en el mundo de los toros. No siempre tuvo razón, claro está, pero la fuerza que puso en la defensa de sus ideas y de las causas que consideraba justas lo impulsaron a ser un permanente promotor de tertulias y polémicas taurinas en las que, con actitud provocadora, hizo que sus contertulios se sintieran acicateados para manifestar su opinión, con libertad y entusiasmo; aún aquellos de natural reservado. De tales conversatorios, que no pocas veces terminaban en acaloradas discusiones, todos salían beneficiados, incluido el mismo César. Uno por que, luego de haber escuchado diferentes opiniones, quedaba convencido que la suya era la correcta; otro por que, por la misma razón, sentía la necesidad de considerar la posibilidad de enmendar sus conceptos de acuerdo a los argumentos esgrimidos por otros aficionados.
César Paredes generaba afición donde fuese y su presencia no pasaba desapercibida. No sólo por las sabrosas tertulias que provocaba, sino porque en sus escritos y presentaciones televisivas era claro en sus criticas y honesto defensor de los aspectos fundamentales de la fiesta.
Colaborador y promotor de revistas taurinas fue, sin embargo, en la televisión donde se encontró “como pez en el agua”. En ella, se mostró con facilidad de palabra, dotes de presentador y crítico taurino. Participó en los programas nacionales Tauromaquia, El mundo de la Tauromaquia y Tendido 9; para España en Radio Nacional, Antena 3 y Clarín, que dirigía Fernando Fernández Román de quien fue amigo. Mantuvo contactos y fuentes de información confiables, que le permitieron estar, siempre, un paso adelante de sus colegas nacionales al momento de la primicia.
Cuando Deltron, empresa importante ligada a la electrónica y en donde César trabajaba, se constituyó en empresa taurina para administrar Acho por cinco años, fue nombrado asesor, encargado de las relaciones públicas. Durante ese tiempo se abstuvo, como es natural y lo manda la ética profesional, de ejercer su actividad periodística. Siempre he pensado que Deltron se benefició por partida doble con la contratación de César pues tuvo a su lado un verdadero aficionado que la ayudó a cumplir decorosamente el compromiso contraído y, de paso, sin habérselo propuesto, evitó tener en la vereda del frente la implacable crítica del periodista agudo y mordaz que no perdonaba errores.
Durante la época de Deltron, vinieron por primera vez a Lima: Pablo Hermoso de Mendoza, Rivera Ordóñez, Finito de Córdoba, Víctor Puerto, Pedrito de Portugal, Vicente Barreda, El Juli y José Tomás, al lado de otros conocidos de la afición limeña como Manuel Caballero, Enrique Ponce y Víctor Méndez cuando se despedía de los ruedos. Fue quizá la de 1998 la mejor temporada de esos años y de los últimos 15 que hemos tenido en Lima.
Con excepción de algunos ingratos incidentes que la empañaron, la administración de Deltron mantuvo el tradicional ambiente taurino que siempre vivió Lima durante la época de feria, en la cual aficionados, periodistas y empresa compartimos momentos gratos en reuniones y tertulias con los toreros, en donde la discrepancia y la crítica, lejos de ser un motivo de alejamiento entre unos y otros, era motivo para avivar la llama de la pasión por la fiesta.
Todo eso cambió cuando El Consorcio Taurino de Acho tomó la administración de la plaza y estableció un régimen orientado a tener bajo control a la prensa y las diferentes instituciones relacionadas con la fiesta – Círculo de Periodistas Taurinos, Asociación de Peñas, Consorcio Taurino de Acho, peñas taurinas, autoridades, jueces y veterinarios- con el vano propósito que, a los ojos del mundo, su gestión mostrase ser éxito permanente. Puso en vigencia el dictatorial y discriminatorio criterio de “quien no está conmigo, está contra mí” y separó “los buenos” de “los malos”. Formó su propio feudo con los obsecuentes y declaró guerra sin cuartel a quienes se obstinaron en mantener su independencia. Esta demás decir que entre estos últimos estaba nuestro conocido César Paredes quien, fiel a su carácter combativo, se sintió obligado a salirle al frente para evitar tal despropósito. Su actitud, semejante a la de otros pocos periodistas y aficionados, evitó que el plan trazado por la empresa tuviera éxito total. Las absurdas reglas impuestas, lo llevaron a desenmascarar a quienes pretendían mostrarse como periodistas o aficionados libres cuando en verdad eran, por simpatía o servidumbre, dependientes de la empresa. Fueron estos personajes, entre los que se contaban muchos de sus antiguos amigos, los que se convirtieron en sus encarnizados enemigos y quienes, levantando el dedo acusador, lo sindicaron como el responsable de la división que sufrió la afición limeña en los últimos cinco años. Nada más lejos de la verdad. Fue la empresa – y eso lo saben los acusadores- la que, con sus intrigas y malas artes, corrompió el ambiente y provocó la profunda herida que ha dividido la afición limeña en dos.
Si la contundencia de sus críticas y la claridad con las que las expresaba fueron cualidades que adornaron a César Paredes fueron también motivo para encender las iras de la empresa que siempre lo consideró “la piedra en el zapato”.
Ingenuamente pensé que su muerte sería tema de reflexión para todos los taurinos y las rencillas pasaran a ser cosas del pasado; se iniciase la reconstrucción de la afición limeña y las heridas empezasen a cicatrizar. No ha sido así en la medida que hubiese deseado. Sin embargo, con excepción del diario Expreso que en su página taurina no dedicó ni una línea para informar la desaparición del colega, todos los otros medios de comunicación masiva, que tienen espacio taurino en esta época del año, lo hicieron. Esto es un paso adelante y plausible. Por otra parte muchos de sus antiguos amigos, que se encontraban distantes, se hicieron presente en los funerales para darle el último adiós y eso dice mucho a favor de quienes lo hicieron. Muchos otros -que hace seis años habrían estado en su funeral- no se hicieron presentes esta vez y eso indica una mezquindad y pobreza de espíritu que quedará registrado en la historia y memoria de los aficionados.
Su lucha en defensa de la fiesta fue constante y estuvo reflejada en cada uno de sus actos. Uno de ellos -por ser de los más recientes y mayor importancia- ha quedado grabada en la pupila del aficionado: Fue el debate que sostuvo frente a su tocayo César Hildebrantd, temido entrevistador de televisión y recalcitrante antitaurino, quien, cuando se percató que estaba a punto de perder el combate verbal que venía sosteniendo con César Paredes, cortó la entrevista aduciendo que el tiempo se había agotado. Punto a favor de la fiesta.
Sin embargo, la última victoria de este guerrero esta por darse y no sería otra que lograr que su muerte sea motivo para que la afición de Lima recapacite, perdone ofensas, limpie su mente de resentimientos que sólo el odio y la frustración crean y reencuentre el camino de la reconciliación.
Respetando nuestras diferencias, podemos volver a ser una sola familia taurina que lucha para que la fiesta de los toros no desaparezca.
Es lo que habría deseado César Paredes, aficionado y amigo.