El pasado domingo 3 de abril, se abrió la temporada formal de La Florecita, serial que es organizado por los entusiastas empresarios Dick Acha y Carlos Quintana. El primer paseíllo lo hicieron el rejoneador Horacio Casas, y a pie, Miguel Ortas Miguelete junto con Atanasio Velázquez.Ese día se lidió un encierro de De Santiago… propiedad de José Antonio Garfias de los Santos, quien sorpresivamente... envió… ¡toros! Fueron mansos… unos dóciles y otros complicados, llegando hasta al que desarrolló genio y ostensible peligro, pero han sido: ¡TOROS!
No podíamos creer lo que acontecía en el redondel, uno de los ganaderos comerciales que más abusa de lidiar animales con presencia de becerros panzones (con una gordura excesiva) y con escandalosa sospecha de despuntado. En un arranque de respeto a su profesión, envió… toros. Animales que tenían un poco más de 4 años, y por supuesto que lucieron trapío.
El toro mexicano, a pesar de lo que intenten convencer ciertos ganaderos, apoyados en la prensa corrupta, cuando llega a su edad… desarrolla su cornamenta, muestra un cuerpo musculoso y tiene las complicaciones propias de la edad.
Justamente eso es lo que ocurrió el domingo pasado en La Florecita. Los jóvenes toreros mexicanos se han olvidado que los toros con edad dan cornadas cuando se equivocan.
Lastimosamente desde la década de los años setenta y fundamentalmente en la de los noventa en el coso mayor del mundo, la presencia del toro en cuanto a su edad… tenía más parecido a un utrero, aunque salían con muchos… muchísimos kilos, producto de una evidente engorda.
Allí están las imágenes que demuestran a esos animalitos con tremenda gordura que para evitar moverse… prefieren acudir a los engaños, con obediencia asfixiante. Más parecen unos cerditos de engorda con unos diminutos cuernitos como adorno, que la grandeza que posee el toro con su edad.
Al joven Atanasio Velázquez le correspondió un toro muy bien presentado, pero manso y obediente, ahí queda demostrado que en la espectacularidad… en las exageradas cornamentas… no está tanto el peligro… que no deja de tenerlo.
El peligro fundamentalmente está en las intenciones del toro. Por eso... hay que adelanterse a sus intenciones.
Atanasio lo toreo muy bien… estupendamente. Bien plantado en la arena, y con los pies sólo dando el espacio mínimo para dar cabida al siguiente pase. Con templanza, ritmo y cadencia. Una faena impecable. Supo aprovechar las bondades del toro, porque no se arredró, aunque supongo, que al entender de estas bondades… se confió y mucho.
Esta confianza lo equivocó con su siguiente toro, porque a pesar de tener menor cornamenta… menor catadura, era un toro; manso… sí, pero con peligro. Atanasio lo bregó hasta con cierta inocencia, y el toro se dio cuenta… lo midió, se enteró, se engalló y se fue directamente sobre la presa, dejándole una fortísima cornada, que por la bondad del Altísimo no llegó a perforarle el hígado.
Se ha salvado Atanasio, y qué bueno, por él, por su familia y todos los que le estiman y le respetamos.
Y bien haría Atanasio que la lección otorgada por el toro, la tomara muy en cuenta, y no sólo él, sino sus compañeros… todos estos jóvenes toreros mexicanos, que viven engañados, suponiendo que el “torito mexicano”, es aquel becerrito bobalicón, que engordado exageradamente, sustituye la grandeza del auténtico toro íntegro.
Ese becerrito que ha echado al gran público de las plazas y que nada bien le hizo al espectáculo taurino en México.
La verdad tenía que dar la lección, fue dura, pero nutrió de experiencia, y deseamos que de mucha autocrítica.
Sólo la verdad... puede dar grandeza.