Sabido es que cada aficionado tiene su particular forma de ver los toros porque son muchas las variables que este bello arte ofrece a quien disfruta de él. Sucede lo que en pintura, escultura, literatura: cada persona vibra diferente a expresiones artísticas distintas de una misma disciplina. Si hablamos de pintura, la técnica depurada de Velázquez, la dramática expresión de Goya, la audacia revolucionaria de Picasso o la polémica propuesta de Dalí -para mencionar sólo cuatro pintores de una misma nacionalidad- provoca reacciones distintas entre los amantes del arte pictórico que se inclinan hacia aquello que mejor satisface sus exigencias estéticas.
En los toros sucede algo parecido. El aficionado –o quien va camino a serlo- tiene una gama de posibilidades para atender su afición según sus preferencias. Lo importante es tener la mente abierta para poder captar los múltiples detalles de la lidia. Quizá usted, amigo lector, no se ha puesto a pensar cómo su conocimiento se fue ampliando con el tiempo. Piense un momento en sus experiencias iniciales: ¿Recuerda los primeros muletazos que vio y cómo lo impresionaron? ¡Claro que los recuerda! Pero… lo que recuerda es el hecho, no el detalle. Es normal. Aún no estaba preparado para saborear la exquisitez de un natural o una trincherilla –al igual que el niño sólo distingue lo salado de lo dulce sin capacidad de degustar como los adultos los finos sabores-. Con el tiempo, a fuerza de ver muchos muletazos similares, fue descubriendo detalles en los no había reparado antes: la forma de embestir del toro, la posición del torero, muleta y mano que la sujeta; cómo se coloca la muleta y con qué parte de ella se hace el cite. Aprendió lo que es parar, mandar, templar, rematar y ligar los muletazos y, cuando todo eso lo pudo apreciar bellamente ejecutado, un mundo nuevo se abrió para usted y empezó a gozar plenamente de un espectáculo, que, para la mayoría de los espectadores golondrinos, no pasa de ser una fiesta de luz y color.
Ese conocimiento adquirido en el tiempo, es algo valioso que se debe compartir con quienes muestran interés en la fiesta brava. Si cada aficionado ayuda a descubrir a los nuevos aficionados esas sensaciones, que a él le costó alcanzar, estará contribuyendo a que la fiesta sobreviva, a pesar de quienes, por interés crematístico, la están dañando miserablemente.
¿A qué debo este interés de pretender comprometer a mis lectores enrolarse en la cruzada de tomar como pupilos a los aficionados en ciernes? A la urgente necesidad de contrarrestar, en algo, la desinformación que pueda estar recibiendo de los periodistas que tiene a su cargo los comentarios de las corridas televisadas en Perú, México; y, en menor medida, Valencia, España. Es la televisión el medio ideal para la formación y orientación del nuevo aficionado, sin embargo, está siendo desperdiciada y mal utilizada por periodistas que, con poco conocimiento y, en algunos casos, evidente interes pecuniario, callan lo que deben denunciar y aplauden lo que deben censurar.
No de otra manera se explica que elogien inexistentes calidades de toros que no son sino novillos despitonados, tal en México y Perú; hagan la vista gorda a la rueda de peones al toro herido, en Valencia; elogien esta mala costumbre en México; que no digan nada contra al exceso de trofeos, en Valencia como en el Perú; o reclamen más de ellos, en México.
A veces imagino cómo habría sido la experiencia de ver una corrida de toros por televisión comentada por Corrochano, Cañabate o Joaquín Vidal y me regocijo de placer sólo de imaginarlo. Con una clase magistral de cualquiera de ellos, teniendo la imagen viva ante los ojos del telespectador, ¡cuánto podríamos haber aprendido los no iniciados y aficionados!
Como tal cosa no es posible, debemos echar mano a nuestros mejores argumentos para, con tacto, sin imponer nuestras propias convicciones, orientar a los nuevos aficionados que tengamos cerca para que, llegado el momento, puedan tomar la posta que habremos de dejar dentro de la afición taurina. Quien, como yo, tuvo la oportunidad de aprender tauromaquia, día a día, al lado de su padre y hermano mayor, sabe que esa es la mejor forma de aprenderla. Hacerla extensiva más allá del círculo familiar es tarea de todo aficionado.