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Antolín Castro |
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España |
[
23/04/2018 ] |
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La falta de casta es el gran secreto, el defecto del toreo moderno. Pero nos equivocamos considerándolo como un problema, es una gran ventaja. Además, y gracias a ello, permite que algunos digan que se torea mejor que nunca. Claro, como que se torea de salón.
Sevilla nos ha dado la prueba de cuanto me atrevo a afirmar. El encaste Domecq, predominante de forma abusiva en la feria y en la temporada, permite que se llegue a esa situación anodina, sin emoción y superficial que supone el toreo moderno, el toreo de hoy.
 El toro ha de tener casta. El torero y el público también Los toros, ayunos de su origen encastado, se crían para que disfruten los toreros -dicen que también los públicos- y en esa dejadez de criar toros por sí mismos, en lugar de para resultar agradables y colaboradores de los toreros, se han cargado la magia y la emoción del encuentro.
El toro sin casta se deja hacer, incluso se deja educar durante el trasteo dadas las facilidades que proporciona, haciendo que las faenas sean largas hasta el aburrimiento del aficionado de verdad. Finalmente el animal se adecúa a lo que le piden y responde en la parte final facilitando el lucimiento del ‘maestro’. Todo, todo, carente de lo que supone el enfrentamiento con una fiera. Descastado es más fácil manejarle. Basta ver la tarde de Victorino para darse cuenta de que se suda más ante la falta de esas facilidades.
Pero también hay falta de casta entre los profesionales, ya sean toreros, empresarios o, también, periodistas. Lo que se estila es conformarse a través de la comodidad. Ni incómodo el toro, ni el empresario, ni el periodista y, por supuesto, los espectadores. Pudiendo haber comodidad para qué pronunciarse de forma encastada.
Pocos ganaderos son encastados, pocos toreros lo son, pocos periodistas, incluso pocos aficionados lo son. Lo que prima hoy es instalarse lo más cómodo posible en esta apariencia de la que se disfruta, o se sufre, en la actualidad. Yo soy de los que sufre. Pocas ganaderías me interesan, pocos toreros también y no termino de entender ese mensaje, ese mantra moderno, de que a las plazas se va a pasarlo bien. Yo lo paso bien cuando el toro es bravo y encastado y el torero también. Lo que supone en la práctica: de higos a brevas.
Se presume de algunos llenos, abusando de ternas y fechas donde existe quorum de asistentes a la feria sevillana, lo que lo hace más fácil, pero ese tirón de gente se debería aprovechar para acartelar a los toreros con menos pedigrí, guardando a las figuras para que sea su tirón, si es que lo tienen de verdad, el que refuerce la asistencia a la plaza en las otras fechas. Eso sería echarle casta por parte de los empresarios y los toreros.
La falta de casta del toro roba las emociones, la falta de casta de los toreros invita a la comodidad, la falta de casta del público impide que pueda haber cambio alguno. Falta de casta, eso es lo que pasa.
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