Galicia aprobará en el mes de septiembre la nueva ley de Protección y bienestar de los animales de compañía. La propuesta ha llegado desde el Partido Popular y el resultado ha sido que todo el mundo ha tenido algo que decir. Es normal. Cuestiones como éstas en este país se relacionan antes con la ideología política que con la función fundamental de la medida. Los grupos de la izquierda habrán clamado al cielo y expresado su malestar porque sea la derecha quien se inmiscuya en una reivindicación que, creen, históricamente les pertenece. Así de absurda es la política y en este caso ya no me refiero a la nacional, a la que hay que dar de comer a parte y nutrirla con grandes platos de cultura general y democrática, sino a la política occidental, la de los países desarrollados. La derecha se burló de todo lo que tuvo que ver con las alarmas medioambientales, simplemente porque provenían de un sector, los verdes o los ecologistas, contrarios a su ideología y más posicionados en la izquierda. Hoy el cambio climático es una realidad y la derecha perdió de por vida la posibilidad de adaptarse a ese discurso que no es derechas ni de izquierdas sino de la humanidad, pues ella es quien se ve afectada. Hoy la derecha se lanza a proponer un proyecto de ley sobre la defensa y el bienestar animal, y la izquierda considera que están metiendo las narices donde nadie les llama. Y así nos va, con tanta ideología de barra de bar.
Y como no puede ser de otra manera, ahora sí, en este país, es salir la medida a relucir y empezar a ver a la gente hacer el más supino de los ridículos. No tienen fin. Ya se lo decía un idiota que entró en política a otro que ya lleva tiempo: un tonto coge un camino, el camino se acaba y el tonto sigue. A lo que vamos: una ley de Protección y bienestar de los animales de compañía, y de los salvajes en cautividad, en Galicia. Porque en Galicia, a decir de muchas voces, los animales han sido muy maltratados a lo largo de la historia y todavía eso sucede y eso, todos estamos de acuerdo, es una vergüenza. Los perros viven atados o en espacios muy reducidos como los balcones o están atados a una cuerda, dicen. Yo he visto perros que ni una cosa, ni otra pero debí ver la excepción. Algún gilipollas ha llegado a decir que los perros están simplemente destinados a la vigilancia, luego explotados (habría mucho que dilucidar sobre esto; no sobre que vivan en balcones sino sobre que se les explote con la labor de vigilancia. En primer lugar, si quiero que mi perro vigile mi casa, lo que no hago es atarlo a un poste, pero es que además hay perros dedicados a guiar ciegos, a encontrar drogas, explosivos… Esos deben ser trabajos perrunos más dignos que el de la vigilancia). También se maltrata a los caballos y curiosamente, a los toros ya que siguen existiendo las ferias taurinas. El toro, por tanto, está desprotegido, como el perro atado a la cuerda o reducido al balconcillo.
Cuando las críticas hablan del toro no especifican si se trata del de lidia o del de los otros tipos; las críticas no entienden de eso de las variedades zootécnicas, y a decir verdad, se la trae al pairo. El toro, se supone que el de lidia, será uno de esos animales que esta ley clasifica como salvajes en cautividad. Y hay que protegerlo.
El caso es que el toro ya está protegido, por eso existe. En ese caso, el toro podría compararse con un cerdo (salvando las distancias) ¿Quién en su sano juicio criaría un cerdo si no fuera para aprovechar sus viandas? Si se prohibiera su muerte, desaparecería el animal. Y sino, pregunten ustedes cuántos cerdos existen en los países árabes. Con el toro pasa igual y eso lo sabemos todos. Lo saben también los exterminadores pero les importa un bledo porque su ideología está por encima de la existencia de una raza animal. Bajo su amparo, el toro de lidia es una especie en peligro de extinción. Si lo quieren demuéstrenlo. Si lo admiran como a cualquier otro animal, hagan algo en su favor.
Todos entendemos que al perro común de la raza que sea, se le protege aplicando leyes en su favor. Así vivirá mejor y con más calidad de vida. El toro bravo ya tiene sus leyes. Igual que la fiesta en la que se le da muerte tiene sus leyes y se regula desde el aparato del estado. Dejadlo estar en paz, en la dehesa, olvidado de la maroma o del cuchitril. Dejadlo estar allí por los siglos de los siglos. No lo sometáis al exterminio, no os convirtáis en genocidas. Quizás un día les tengáis que contar a vuestros nietos que hubo un animal mitológico que vivían en las dehesas pero que como ecologistas que sois, hicisteis lo imposible para exterminarlo.
