Un asesor incompetente tiene a la plaza de Santamaría convertida en una verbena. Otorga orejas a diestra y siniestra, se deja presionar por el público, otorga premios de acuerdo al pasaporte del actuante, es condescendiente con quien le conviene, pero con otros se muestra riguroso, no tiene un criterio definido y con sus actuaciones tiene convertida a la plaza más importante del país en una plaza de segunda. Ayer otorgó dos orejas a Sebastián Castella por una faena inexistente y se echó al público encima por no ordenar la música en la primera faena de “El Juli”. Donde quedó la rigurosidad de la novillada y de la corrida de los colombianos ? Porque con Castella tan amplio y tan cicatero con ”El Juli” ? Con quién le conviene quedar bien y con quién no ? Vaya usted a saber.
En el festejo del domingo se anunciaba a “El Juli” y no se llenó la plaza. La amenaza de lluvia ? quien sabe ? pero Julián no logró llenar la plaza. Por ahora Rincón gana en eso. Esperemos los efectos de Ponce en la taquilla, aunque viene acompañado de “El Cid”, al que se espera con mucha expectativa en la capital del país.
Asistimos a la plaza con ilusión pero de nuevo el ganado falló. Vimos otra ganadería en el pozo. La de Juan Bernardo Caicedo, una ganadería que vivió un mini-boom en los dos años anteriores y que la habían colocado como una de las principales de nuestro país por algunos éxitos sonados y cantados desde los medios de comunicación, pero sin un fondo de bravura verdadero. Ahora se hunde sin remedio, como lo hacen casi todas las ganaderías de Colombia, en el descastamiento y en la mansedumbre. Esta ganadería, obviamente de encaste Domecq, aburre y desespera. Caicedo mandó a Bogotá una corrida seria, bien presentada, aunque no fue pareja en su volumen. En donde si fue pareja, fue en su desesperante mansedumbre, con la excepción del último toro que repitió algo más que los demás pero también en ese tono bobalicón que aniquila la fiesta desde sus raíces. Unas temporadas de reflexión y de descanso en las plazas importantes debe tomarse esta ganadería a ver si recupera algo de casta y vuelve a presentarse dignamente.
De los diestros de a pie hay que decir que al colombiano Diego González se le agotan las oportunidades. Una generación nueva viene pidiendo pista y Diego lleva diez años de alternativa y no ha podido consolidarse aún. Un torero de una inmensa calidad pero de ánimo escaso, que se dejó llevar al principio de su carrera por voces que lo estrellaron y echaron por la borda al torero que mejor interpreta el toreo en Colombia. Torero de calidad grande, pero sin fuelle, de alma pequeña. Esta temporada era la del todo por el todo y se ha ido en blanco, tristemente en blanco, sin poder si quiera decir nada. Unas veces por mala suerte en los sorteos, otras porque no apretó el acelerador, lo cierto es que se le fue la temporada que se esperaba fuera la de su lanzamiento definitivo. Lástima grande porque la calidad que tiene se la quisieran muchos que torean setenta tardes en Europa.
Le correspondió el peor lote de la tarde, el primero, un manso huidizo que aguantó solo tres derechazos porque su mansedumbre no le dejaba y porque tampoco lo supieron medir en la vara y le acabaron la poquita cuerda que tenía, y su segundo, un grandullón que era solo eso, porque vacío estaba por dentro de bravura y codicia. Embestía a topetazos y se paró muy pronto. Algunas palmas y silencio tras un aviso fue su balance.
“El Juli” vino a Bogotá muy dispuesto y se notó desde que se abrió de capa. Buenos lances y apretadas chicuelinas ejecutó con el capote. Se produjo la consabida pita por no colocar banderillas paleada porque en su cuadrilla iba Hernado Franco y el público olvidó pronto que a la figura ya no le apetece colocar banderillas.
Julián no ha perdido su prodigiosa cabeza y su manera rapidísima de entender los toros, pero si perdió esa explosión y conexión con el público. Ayer entendió a su primero muy bien y lo llevo admirablemente por el lado derecho pero en otra época hubiera forzado más la faena y hubiera logrado las dos orejas. Por el pitón izquierdo no pudo lucir mucho porque no lo pudo templar. Se hubiera llevado un apéndice si utiliza bien el descabello pero parece que esa suerte no lo han estudiado bien con Roberto Domínguez. En líneas generales estuvo bien pero en el ambiente quedó que no era lo mismo. En el segundo se encontró con otro manso desesperante y aunque lo intentó no logró sacar nada. Ovación y palmas fue su balance.
Sebastián Castella fue el único matador que tocó pelo y al final salió a hombros pero con un toreíto poco profundo, sin estirar el brazo, sin mandar en el toro, acompañando su viaje pero sin torear. No me explico como su asesor, José Antonio Campuzano, que fue un torero que se caracterizó por su poder muleteril, no se lo dice y se lo hace ver.
Este francés que llega con facilidad al público repite y repite su misma faena a todos los toros. En Cali tuvimos que verlo tres veces y ahora en Bogotá otra vez, su misma faenita de camelo, desprovista de fundamento y basada en medios muletazos que culmina dejándose el toro muy en corto para empezar con ese encimismo sin ton ni son que obviamente conmueve a la masa. Una masa que apabulla y aplasta al aficionado de verdad y que ayer si que se notó porque los olés tenían un eco sin explicación, se coreaba algo sin verdad.
Lo más meritorio de su actuación fueron los cambiados por la espalda con los que inicio la faena a su primer toro, quieto en el centro del ruedo. A partir de ahí su faena bajó el tono de manera notoria y quedó reducida a nada porque ni un derechazo ni un natural tuvieron la profundidad necesaria como para anotarlos en la libreta de apuntes. Tan solo un pase de pecho tuvo algo de verdad. El toro se vino abajo y Castella le dio sus consabidos circulares efectistas que terminaron de enceguecer al público. Mató de estocada entera y un palco sin criterio y que se cree que la Santamaría es un circo, le concedió las dos orejas.
Estuvo mejor en su segundo aunque tampoco dejó ningún muletazo digno de mencionar. Hay que reconocerle su valor ante este toro y que le exprimió lo poco que tenía pero con pases sin peso y sin profundidad. Tuvo que utilizar el descabello y dejó al asesor con la bandera blanca en su mano. Palmas escuchó el francés.
Incidencias: Estuvieron bien con los palos Jaime Devia, Rafael Eusebio, “Chiricuto”, Jaime Mejía, Hernando Franco y Ricardo Santana. Destacar con sobresaliente la manera como Anderson Murillo citó al tercer toro y lo hizo entra en su jurisdicción.
