Nos cuentan esta semana los periódicos locales el lío que se traen en Pamplona con el descenso del turismo durante las fiestas de San Fermín. Es complicado enterarse bien del tema porque es una cosa de esas que discuten entre políticos y ya se sabe que cuando eso sucede, lo último que puede esperar la ciudadanía es la coherencia y la falta de cinismo. Y digo que es un tema complicado porque hay quien asegura que las pernoctaciones en Pamplona en el mes de julio han subido un 4,5 pero que lo que ha bajado es el turismo del día ¿Es positivo, es negativo? Cualquiera sabe. Hay otros pueblos en donde las críticas llegan precisamente porque el turismo de día desbanca con mucho al que pernocta que deja más dinero y es más elegante. Pero vuelvo a repetir que entre políticos, la coherencia es solo una palabra que, por lo visto, sale en un diccionario.
Una vez que ya todos los políticos se han hecho cargo del tema, empieza el debate de por qué está sucediendo esto. Aquí ya aparecen los especialistas en sacar tajada de cualquier tema, auténticos fenómenos en el arte de arrimar el ascua a su sardina, tal y como les ha enseñado la disciplina de partido y el manual del político arramplador. Así que el PP dice que la culpa es de Bildu, estos dicen que la culpa la tiene la tauromaquia y no hay quien entienda lo que dice el vicepresidente de Desarrollo Económico al afirmar que la culpa es del maltrato animal, que denuncian los animalistas. Así que a uno le queda la duda de si a lo que se refiere el vicepresidente es a que esta gente espanta al turismo, cosa que no nos debe parecer rara. A nadie le gusta llegar a una ciudad donde algunas personas, pocas en comparación con los que se comportan como gente normal, toman las calles y los suelos desnudas aunque vestidas de sangre, simulando tener arpones clavados en el costado, agonizando como si llegaran de una guerra, adornando sus cabezas con cuernos de vikingo. Claro, con toda esa parafernalia los antianimalistas y antihumanos estos consiguen mucha difusión mediática y habrá gente que sienta pavor a pasar por Pamplona. Eso ahuyenta todo posible turismo, claro está. Luego, concluimos que son los antianimalistas los que contribuyen a que el turismo baje en Pamplona.
Tampoco hay que dejar de lado algo contra lo que los antinamalistas no se han manifestado: las constantes agresiones sexuales, que ya este año han sido menos pero que han dejado para la historia un recuerdo espeluznante. Todo esto nos lleva a que en Pamplona hay salvajadas y salvajes mucho más peligrosos que los que acuden a la plaza de toros, por mucho que a los reivindicadores estos les traiga al pairo porque a ellos les preocupan los toros antes que las personas.
Pero se escucharon, no hace demasiado, también las voces de quienes quieren ver en la tauromaquia la caída del turismo. Es una afirmación absurda pues de alguna manera si eso fuera así, se hubiera dejado ver antes. Por otro lado, sostener esa afirmación significaría que si en las próximas fiestas el número de visitantes sube, habrá que entender también que sube por el toro; las dos afirmaciones tienen cabida en un mundo de absurdeces y desbarates.
Las fiestas de San Fermín no eran, a principio del siglo pasado, las fiestas notorias e internacionales que son hoy en día. Fue necesario un libro sobre la fiesta de Pamplona y su relación con los toros para que el resto del mundo fijara su atención en ellas. Desde entonces la masificación ha sido progresiva, cosa que enfurece en a los pamplonicas que año tras año ven como las cosas se salen de madre hasta el punto de suceder sucesos como el de los cinco energúmenos esos que violaron todos juntos a una chica. Pamplona se había convertido en un campo libre para muchos criminales. Baja el turismo de día, suben las pernoctaciones. Parece un buen dato: la gente ya no va a emborracharse y a volver a su casa al día siguiente con la camisa blanca llena de vino y barro. Un turismo que pernocta es un turismo menos vandálico. La afición taurina suele pernoctar. Los indeseables que se tiñen de sangre duermen tirados en cualquier esquina, sin limpiarse la mermelada y el kétchup con que se han caracterizado por la mañana. La gente no quiere verlos ni en pintura. Ellos dirán que si su acción sirve para que la gente no vaya, eso generará que no se programen toros. Y con eso ya son felices, los inconscientes no se dan cuenta de que están atacando por capricho a algo que es toda una institución: las fiestas de San Fermín.