Todo pasa y todo queda, decía el poeta. Pasó la supuesta injusticia que se hizo en Bilbao con El Juli ¿Es en verdad tan importante para este torero cortar las dos orejas del de Garcigrande en Bilbao cuando tiene ya la temporada que viene cerrada? Sí, de acuerdo, pundonor, la satisfacción del trabajo bien hecho y recompensado, todas esas cosas que a la larga preocupan a cualquier profesional, apartándonos de todo lo que tenga que ver con el vil metal. Ya ha pasado y nada ha sucedido. Adelante sigue El Juli sin que el ‘agravio’ le haya pesado. Ya nadie se acuerda de sus trofeos perdidos. Todo pasa y todo queda. Quedan las dos faenas de Urdiales, el toreo de verdad, de época, de quien tiene tauromaquias en la cabeza y las lleva a cabo, fiel a lo suyo, gane o pierda, sabiendo que hay un tipo de toreo que no pasa, que prevalece sobre todas las nuevas fórmulas. Cuando ese toreo surge, ya no hay presidentes a los que culpar, ni escritores a los que sugerir artículos a favor; cuando ese toreo sucede se defiende solo. Y eso es lo que muchos no comprenden. El toreo eterno, es eso, eterno ¿Todo pasa o todo queda? Quizás para el Juli, acostumbrado a ser el que más, todo quede, o quede la insatisfacción de ver como la faena de un compañero, al que dicen de los de abajo, demuestre ante la plaza y la presidencia lo que en realidad es el toreo, sin pantomimas, sin imposiciones, con verdad y torería. Ahí ya no hay duda. Hay toreo de verdad. Y todos contentos.
Queda. Queda ahora plantearse cómo va a ser la próxima temporada de Urdiales. Si le van a pesar en positivo esas tres orejas de verdad; si se acordarán de él los empresarios; si los compañeros poderosos querrán quitarle de los carteles y lo que es más importante, si él aceptaría entrar en esos carteles. Y todo ello en un mundo en el que la palabra se la lleva el viento y en el que la mediocridad se ha hecho ya costumbre y norma. Alabamos en temporadas anteriores a los que llamábamos los toreros de la Ñ, y a Urdiales, Coño ¿Dónde están hoy esos toreros? La crítica tilda de mal torero a Castaño y en los mentideros ya hablan de su desaparición. De Robleño se sabe más bien poco. Todos molestan, ese es el problema. Todavía cabalgan, pero harán lo posible por quitárselos del medio. Irán a por ellos con toda la fuerza de las plumas más bellacas. Fandiño, que aseguró que abriría el abanico de los encastes, se pierde en corridas manidas que sirven para los que no acostumbran a matar corridas de toros pero no a los que se toman el toreo en serio ¿Cuántos de los que se han pasado al toro amigo mendigan ahora un lugar en cualquier feria de cualquier pueblo, cuando tenían sitio asegurado donde quisieran?
Cuando termina una feria como esta de Bilbao, muy criticada, por cierto, debido a la falta de trapío, Bilbao, que presumía de ello, quedan en el magín varias preguntas: ¿No les da vergüenza? Que llegue uno de los de abajo (así considerados, pero ojo, Urdiales puede ser uno de los mejores toreros de las últimas décadas), con la corrida más seria del ciclo, y monte el lío que montó a base de torero de cánones? Otra pregunta es: ¿saben hacerlo, saben ponerse delante de ese toro y hacerle una faena de ley, de verdad, de peso, de época? Quizás no, cuando se encuentran con el toro de verdad sudan como estibadores y pasan las de Caín. Queda demás otra pregunta ¿Qué pasa por la cabeza de algún publicista cuando ve que ante una faena de semejante peso los pañuelos en la presidencia aparecen raudos sobre la barandilla? No parece entonces que el presidente sea el ogro antitaurino que se dedica a negar triunfos a los toreros de calidad.
Hay hoy un torero que es torero de toreros (algo que desde hace mucho tiempo no había en los ruedos), que hace moverse del asiento a gente como Romero o como Camino. Un torero de época, sin duda. Hay en Urdiales unas características que muchos desearían: valor, formas, criterio, seriedad y tauromaquia propia que no se desliga de la eterna. Da miedo ¿no?