¡A los toros vamos emocionarnos!
Cuando compra uno su boleto y en el momento que el boletero lo corta, suelen pronunciar la siguiente frase en ambos casos: que se divierta.
Desde luego es una frase de cortesía, una atención y buen deseo hacia el espectador. Bien podrían decir: pásenla bien, disfruten el espectáculo o alguna otra. La frase exacta para darle un buen deseo al que compró su boleto para una corrida de toros es: que se emocione.
Para divertirse hay muchos espectáculos, dijo el ganadero José María González durante el programa radiofónico Tlaxcala Taurino en su cuarto aniversario. No es que sea malo divertirse, sencillamente, no es el objetivo de la fiesta brava.
El toro provoca emoción
No puede ser divertida una lid a muerte entre un hombre y un toro, puede ser muchas cosas pero sobre todo ¡es emocionante!
Emoción, la define el diccionario como la alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática y también como el interés expectante con que se participa en algo que está ocurriendo. Recreo, pasatiempo, solaz, es lo que menciona el diccionario de divertir. Dos conceptos bien diferentes.
Sin embargo, para que la emoción surja en los aficionados se requiere de un toro que provoque riesgo, que ese riego produzca peligro; ese peligro lo genera la bravura.
En un espectáculo que se llama fiesta brava, ésta no puede faltar. ¡La bravura es imprescindible!
Los toreros, algunos, tratan de eliminarla. Sobre todo aquellos que están colocados en los primeros lugares del escalafón y que torean muy seguido que por tal motivo pueden imponer condiciones.
No es que los diestros posean una varita mágica, lo que tienen es el poderío para elegir ganaderías y desde luego optan por las que sean menos bravas. Esas dehesas que parece que en sus bovinos corre el atole en lugar de la sangre. Animales descastados, incapaces de transmitir el peligro propio de los toros de lidia.
Los criadores de bravo tienen las ganaderías para la crianza y venta de ganado, evidentemente quieren vender sus toros y cuando son pedidos por los figurines, los bovinos adquieren más valor comercial, los ganaderos aprovechan y consiguen mejor precio.
El 99 por ciento de los ganaderos dicen que la ganadería la tienen por amor a la fiesta brava. Una forma de medir si es cierta la frase o sólo es demagogia, es con el tipo de toro que crían.
A algunos criadores de bravo no les importa traicionar la razón principal de la existencia del toro de lidia y van desechando la bravura, hacen cruzas para que sus productos resulten animales bobos que se comporten literalmente como borregos, que cuando estén en el ruedo los figurines se sientan a gusto porque esos animales son descastados y están hechos con menos peligro aunque lejos de emocionar a los aficionados provoquen tedio y flojera.
Para no ofender a ese tipo de dehesas que sólo tiene bobura, que crían animales de embestida borreguna, se encontró una forma bonita de llamarlas, para disimular su falta de raza; surgió el eufemismo ¡ganadería comercial!
Existen toreros que juegan y divierten
Cuando al toro que se está lidiando genera tan poca sensación de peligro, en cuanto se piensa que cualquier hijo de vecino se puede bajar a torear, porque se ve muy fácil, el asunto es grave.
El torero pierde su heroísmo, deja de emocionar cuando lidia esas reses que aparentan carecer de peligro, aunque en menor cantidad sí existe. En faenas bobas realizadas ante un animal que parece de carretilla, el público pareciera que se emociona, pero es una reacción momentánea, ficticia, porque al poco rato se olvidó de lo que hicieron los toreros en el ruedo, en realidad no se emocionaron, solo se divirtieron.
Ojalá que la próxima vez que asista usted a la plaza México, el de la taquilla y el de los boletos le diga: que se emocione.
Foto 2 y diseños: Jaime Oaxaca.