El matador Juan José Padilla se cuece aparte. Tiene cautivado al público de la plaza México desde que reapareció en el coso más grande del mundo en diciembre de 2012, después del percance que sufrió toreando en Zaragoza, mismo que le obligó a usar un parche en el rostro.

El diestro español es un ejemplo de vida, ni duda cabe, es por eso que el público capitalino se le entrega sin reservas. El recibimiento que le hicieron en aquel diciembre fue muy emotivo. Después de partir plaza lo sacaron al tercio y le dedicaron una ovación cariñosa, conmovedora, que enchinó la piel de todos los presentes. El público puesto de pie empezó con los gritos de ¡torero, torero!, caso insólito porque no había dado ni un solo capotazo.

Desde entonces al diestro de 41 años de edad y 20 de alternativa lo tratan diferente, le perdonan y le aplauden todo. Es por eso que en la cuarta corrida del serial, el público se metió tanto a la faena de un novillote de regalo que terminó por solicitar el indulto que el juez que concedió con prontitud.

Juan José Padilla tiene muchas cosas que admirársele, su deseo de superación, su tenacidad, su valor, pero no es precisamente la pureza de interpretar el toreo una de las cualidades del oriundo de Jerez de la Frontera. En la faena a “Sonajero” intercaló los buenos muletazos con los de otra calidad, inclusive algunos agarrando los cuartos traseros del burel.

Juan José Padilla tiene muchas cosas que admirársele

Pero es tanta la admiración y cariño que el público tiene por Juan José que le festejan todo, la mayoría de la gente que llenó un cuartito de la localidad numerada estaba contenta y como considera que los indultos son un premio para los toreros, aunque al toro es al que se le perdona la vida, decidió solicitarlo.

Actualmente en la plaza México los premios se conceden con insólita facilidad, sin mayor trámite se le perdonó la vida a “Sonajero” de Villa Carmela, una res con presencia de novillo, lidiado en séptimo lugar, un astado que la empresa le regaló al diestro jerezano.

En la plaza México se abusa de los premios. La tercia de jueces que preside las corridas ha dejado de tener respeto por la tauromaquia.

Por ejemplo, a José Mauricio le dieron una oreja solicitada por unos cuantos, premio que luego fue protestado y que el torero no pudo pasear.

Cuando se desarrollaba la lidia del sexto de la tarde, el público le pedía al español que regalara un toro, la empresa comprometió al diestro que no tuvo forma de escaparse. A destiempo, porque ya tenía la muleta José Mauricio, Padilla indicó que regalaría un toro. Ni modo que el juez se fijara en pequeñeces, autorizó el regalito.

Padilla metió a los aficionados a la muleta, pidieron el indulto sin acordarse de que el bobino no tomó las varas como tendría que hacerlo un toro bravo, tampoco les importó que el burel fuera a la muleta del hispano como una hermana de la caridad, repitiendo una y otra vez, obediente, como si fuera un animalito de carrusel.

La corrida dio la impresión de terminar con un triunfo. En realidad, sucedió que se le perdonó la vida a un burel que no la merecía, el ganadero salió en hombros a pesar de que mandó varias reses con presencia de novillos, el torero se libró de tirarse a matar y se conformó con una vuelta al ruedo. Claro, no falta quien diga que Padilla indultó un toro.

Los premios son tan baratos en la plaza México que le siguen restando categoría al coso más grande del mundo, La México paga esos excesos con desprestigio. Lo barato sale caro.