Lo que se lidió en la plaza México en la novillada número 11 y la final del certamen Descubriendo un torero, francamente fue de poca categoría, sin la presencia suficiente para salir al ruedo de la plaza más importante del continente americano, la más grande del mundo.
Si los ganaderos regalaron los novillos que se lidiaron es asunto de ellos, si hay quien quiera hacerles una apología por el acto de caridad, que lo haga; pero el público pagó un boleto y debió salir al ruedo ganado con buena presencia, con trapío.
El de Barralva. Total, es pa’la México
El de Xajay, por ejemplo, estaba escurrido, culiflaco, la gente lo pitó por su insignificante presencia. Lo poco que tenía de cornamenta el de Los Ébanos, lo tenía gacho. El de Barralva era bizco, el de los Cués tampoco era un dechado de trapío.
¿Si la final se hubiera realizado en la plaza Nuevo Progreso de Guadalajara, los ganaderos hubieran mandado esos novillos de desecho?
¡No!, claro que no.
Porque en Guadalajara la fiesta es seria, saben los criadores de bravo que el Nuevo Progreso es una plaza de primera a la que no se puede mandar ganado sin trapío, se los hubieran rechazado, como La México ahora es una plaza de segunda categoría…
El de Los Ébanos. Total, es pa’la México
Es cierto que el coso ubicado en la calle Augusto Rodan No. 241 en la colonia Noche Buena es muy grande, el más grande del mundo, pero sólo es una plazota, porque la verdadera categoría de un coso no se juzga por el aforo, se califica por el tipo de toro que se lidia.
En la capital del país la presencia del toro está degenerando, cada vez es peor, nadie puede frenar el hundimiento en que está cayendo la categoría del embudo de Insurgentes.
Aunque existen jueces de plaza, pareciera que sólo están ahí para tomar decisiones intrascendentes. Es evidente que la autoridad es la propia empresa, como ésta controla absolutamente todo, no existe límite en las violaciones del reglamento. Están castigando sin cruceta a la tauromaquia.
Una más del de Barralva
En el momento en que algunos ganaderos son entrevistados, hablan de su amor a la fiesta, de lo mucho que representa para ellos la plaza más grande, de lo exigente que es el público que llena (llenaba) los tendidos del magno escenario; una sarta de frases bellas, demagogia pura. Total, prometer no empobrece.
A la hora de la verdad, cuando mandan el ganado, es cuando enseñan que no hay tal amor, que ni La México ni el público les merece respeto y como no existe juez capaz de rechazar un encierro o por lo menos un burel, entonces pueden mandar lo que sea.
Los ganaderos tuvieron la oportunidad de mostrar el respeto que le tienen a la fiesta de los toros, pudieron demostrar que el certamen nacional realmente era muy serio. Tuvieron el mejor escaparate del país para presumir sus toros; pero no, prefirieron limpiar corrales, deshacerse de los feítos y echarlos para la final. No se necesitaba un encierro para Guadalajara, no se requería trapío para una plaza de primera, echaron lo que se pudo. Total, es pa’la México.
Fotos: Jaime Oaxaca.