Respecto a lo que ha vuelto a pasar en Tordesillas hay una cosa que queda clara de antemano: cuando unos tíos llegan a las fiestas de un pueblo a meter el dedo en el ojo al personal, llamándoles asesinos e hijos de puta, queda claro que les van a dar de hostias. No hay antitaurino, animalista o ciudadano del mundo que no lo sepa previamente. Luego, cuando las aguas alcanzan esos cauces, los animalistas, cabreados por el comportamiento de aquellos a quienes, desde su punto de vista, les falta todo tipo de ética, se lían a pedradas y terminan quemando un bosque, más que nada por joder. Por joder a los bárbaros del pueblo, por un lado y jodiendo, de paso, a todo tipo de animales que en ese bosque habitan; llamémoslo daños colaterales. Esto también lo sabe todo el mundo: en los bosques viven especies animales. Cuando un bosque se quema… un protegido suyo se quema, señor/a animalista. Total, que en lo del tema de Tordesillas nos volvemos a encontrar con la falta de coherencia de aquellos que abogan por la coherencia ética conductual. No sé qué opinará el toro de Bañuelos de los actos sucedidos pero imagino que los pájaros del bosque están acordándose de las madres que parieron a tanto hipócrita.
Una de las cosas que más me ha llamado la atención es que en este caso ya no se ha hablado tanto de antitaurinos como de animalistas. Así quizás queda ahora más clara la similitud entre el animalismo y el antihumanismo. Ambas doctrinas van de la mano. Si el perro de Oscar Wilde viviera se regocijaría en su párrafo al ver a la gente apredeándose por un toro. A mí me pasa algo parecido que a su dueño: cuanto más conozco a los animalistas, más amo a los animales.
Como, para más inri, en este país somos así de gilipollas, que hay más gilipollas que ventanas, todavía después de los altercados nos quedaba por ver al nuevo líder del PSOE llamando por teléfono al programa del cotilleo para pedirle al presentador que no le retire el voto por culpa de alcaldes como el de Tordesillas, también del PSOE y defensor de la tradición. Al parecer el director del programa se había manifestado en contra del evento y amenazó con no volver a votar al partido. Sé de un montón de gente que ya no va a votar el PSOE nunca más pero a ninguno de ellos les ha llamado Sánchez por teléfono. Oportunista el político le recuerda al presentador una de las frases que ya ha publicado: “Nunca me verán en una corrida de toros”. Oportunista el presentador aprovecha para invitar al político… al polígrafo de la verdad, toma ya¡ Y el otro casi que acepta. País.
Poniéndonos un poco más serios con el asunto he de decir, con todo respeto, que no soy partidario de actos como los del Toro de la Vega. No me gustan como aficionado taurino que soy. La fiesta de los toros supo introducir en ella una reglamentación que la convierte en un acto aséptico (en la medida de lo posible) y donde los derechos del animal están más que controlados. Eso, en mi opinión, nos hace modernos e introduce a la tauromaquia dentro de la dinámica de los tiempos.
No obstante y dicho lo dicho, más allá de mi aceptación o no de espectáculos como el de Tordesillas, por cierto, espectáculos que salen impunes de las acometidas violentas de los pacifistas animalistas cuando se realizan en los pueblos de costa de la cuenca levantina y catalana, uno debe comprender las tradiciones de cada lugar y aceptar aquello que la gente considera propio, reclama y ama como tal. Quizás en eso estribe la pluralidad: querer comprender antes de juzgar y por supuesto antes de actuar.
Mirando al otro lado, al de los que no se consideran bárbaros pese a las pedradas, pese a los incendios de bosques, sería de agradecer que el activismo animalista se vistiera de humanista. Así, a estos defensores de la convivencia pacífica les hubiéramos visto también como escudos humanos en los montones de guerras injustas donde mueren inocentes día a día, como salvadores de mujeres en los lugares donde se practica la ablación del clítoris, como activistas en pos de la paz en las zonas de conflictos raciales, como manifestantes comprometidos en el corredor de la muerte, como defensores de los derechos humanos en África, como salvadores de pateras a la deriva en el Estrecho o en Lampredusa, cosas que ocurren todos los días, en lugar de practicando el ojo por ojo en eventos puntuales.