14ªS.I.- Son ya catorce días, catorce festejos y de ellos, once corridas de toros. Se dice pronto, pero habrían terminado todas las ferias de España y del mundo a excepción de la de Sevilla que la quedaba un soplido. Aquí, en Las Ventas, no. Aquí no llegamos ni a la mitad y nos quedan solamente diecinueve festejos programados. Y lo que llevamos ha sido con resultados desoladores.
Ni toros ni toreros han logrado ilusionar a excepción de los rejoneadores, fundamentalmente Leonardo Hernández que salió en hombros, y de los de a pié con orejas en su esportón, Curro Díaz y Rafaelillo. Poco pollo para tanto arroz dice el refrán popular. Había necesidad. Hoy parecía el día adecuado con un cartel de toreros esperados y con un rejoneador por delante. Ganadería de las que se pegan los toreros por ponerse delante, aunque esté viniéndose a menos en esta temporada.
Inusual paseíllo. Hacía mucho tiempo que no había un rejoneador por delante
Había necesidad y la gente esperaba cualquier ocasión para resarcirse de tantos días para el olvido. Así, de esa manera, llegó la tercera oreja para matadores en la feria. Destinatario Perera, quien tras de una voltereta impresionante salió ileso, cogió el estoque y atizó una estocada de efectos rápidos. Esa emoción fue el empujón necesario para que los blancos pañuelos reclamaran, y consiguieran, para el extremeño un trofeo.
La faena no había tenido mucha sustancia, tras de los pases cambiados de inicio en el centro del ruedo, pero un buen toro le permitía dar pases y eso parece que es bastante, sobre todo si hay ganas y necesidad de ver triunfar a los toreros actuantes. En el otro, flojo de toda flojedad, se nos puso pesado y reiterativo dando pases y más pases, con evidente menos sustancia que en la faena anterior. Le llegaron a pitar tanta insistencia pa’ná.
Alejandro Talavante firmó lo mejor de la tarde en un vibrante comienzo de faena a su primero, por quietud y planteamiento. Otro buen toro que decía mucho para que Talavante nos dijera que su momento es este. Tras de unas series de buen trazo y caligrafía, que diría Jorge Guevara-Segarra, se descolgó con un pase por la espalda tipo pueblerino, innecesario a todas luces, y mas de la mitad de los apoyos se le vinieron abajo. A partir de ahí toreo superficial y de poco color, también de muy poco calor por parte del público. Una faena de dos partes que le restó unidad y seriedad a la misma. Le pidieron minoritariamente la oreja y saludó desde el tercio. En el último, de otro juego el cuvillo, intentos baldíos.
Si les dicen que Curro Díaz, sustituto de Manzanares, no ha dado ni un lance ni un pase para recordar, muchos no se lo creerán sabiendo el tipo de artista que es. Y solo caben dos respuestas: O bien no tenía ganas el de Linares en esta comparecencia ganada a pulso, o los toros sorteados no han valido para nada. Va a ser, seguramente, lo segundo. Además, para más inri, ha recibido una cornada en la mano izquierda cuando intentaba descabellar a su segundo. Cornada pendiente de estudio radio-lógico, que es lo único lógico que le ha pasado a Curro. Venir pa’ná es tontería y eso le ha pasado al buen torero linarense.
Había necesidad de ver un torero con una oreja en la mano y se ha conseguido, pero no había ninguna necesidad de ver a otro con una cornada en la mano y también ha sucedido.
