En la realidad ha sido la propia autoridad, la que le ha restado veracidad, seriedad y dignidad, al propio espectáculo taurino en México… sí en todo México; y los responsables son todos aquellos alcaldes o jefes de gobierno, que sin un conocimiento sobre las personas a las que deciden otorgar los nombramientos, lo hacen más por cumplir con un compromiso, o satisfacer intereses extrataurinos, que por velar por la grandeza de la Fiesta, y designar gente en verdad capacitada para tan difícil pero importante misión.
El palco de la autoridad, debe contribuir a darle grandeza al espectáculo
Por ello vemos en los ahora palcos de la inexistente autoridad, jueces (presidentes) incompetentes, con criterios tan disparatados, que enfermos de orejitis y rabitis, les da lo mismo regalar por una faena que carece de todo sustento un rabo, que negar una oreja tras haberse consolidado una propuesta que impactó en los aficionados.
O bien, decidir indultos fuera de cacho, que al final en nada acaban beneficiando ni al mismo ganadero, quien tras ver perdonado a un astado que él mismo sabe NO lo merece, y que al final ese hecho sólo le ha servido para las estadísticas de la ganadería, busca presuroso al primer ingenuo que pueda y quiera comprarlo, para deshacerse de tan engorroso “regalo” del palco de la inexistente autoridad.
Si existieran jueces con sólidos conocimientos, por supuesto que no se cometerían tantas pifias que acaban devaluando al espectáculo taurino, y que a pesar de que se corten miles de orejas y millones de rabos, así como se indulten tantos ejemplares mansos, descastados, tontones cuyo mérito es la borreguna docilidad de acudir bobaliconamente en incontables pases al engaño, en nada… sí en nada beneficia ni a la Fiesta ni al propio ganadero ni mucho menos al torero, porque ese tipo de faenas acaban quedando en el demoledor olvido casi de inmediato.
Es por culpa de estos jueces oficiosos, que incluso provocan por sus desacertadas decisiones, que el propio respetable le de la espalda a los toreros, porque les regalan tal cantidad de orejas y de rabos, muchos protestados por falta de argumento, que no logran convencer a nadie para convertirse en sus seguidores, y de esta forma reflejar el “triunfo” en llenos en las plazas.
Es la propia autoridad la que aprueba los encierros a lidiarse, y la directamente responsable de lo que aparece en el redondel.
Es ahí en donde se llega uno a preguntar… ¿cuánto valen actualmente las orejas y los rabos que cada semana se cortan y le reportamos a Usted, lector amigo?
Creo que sería fundamental conocer las propuestas de cada torero, que han dado como consecuencia esos apéndices, para saber entonces como valorarlos. Porque una cosa son las frías estadísticas, y otra la realidad que se vivió en el redondel.
Puede ocurrir, y de hecho pasa constantemente, que heroicas faenas, queden inconclusas por la espada, y por ello no reciban el premio de las orejas y de los rabos; mientras que por otra parte, faenas producto del divertimento circense, provoquen el efímero entusiasmo, haciendo que el juez regale los trofeos, pero que al final todo acabe en el demoledor olvido.
Sí, estos señores jueces han provocado que, por lo menos en la geografía taurina mexicana, ya no se pueda valorar con exactitud, lo que en la realidad vale conquistar una oreja, dos orejas, dos orejas y rabo; o bien un indulto. Han hecho que se pierda la veracidad en el palco de la inexistente autoridad, bueno será que los responsables de sus nombramientos, se enteren perfectamente de quienes serán los responsables de tan importante misión, para no decir más…
… la autoridad devalúa el espectáculo.