La trágica noticia ocurrida esta pasada semana sobre el fallecimiento de un aficionado práctico, cuando fue cogido en la plaza mexicana de Guadalajara, me sugiere el rendir homenaje a tantos aficionados que ejercen por pura afición esa pasión que es el toreo.

A todos alguna vez se nos pasó por la cabeza el ponernos delante de un astado; una parte importante logró hacerlo siquiera con una becerra y alguno, los menos, llegaron a realizar la lidia completa, incluida la muerte, de alguna res.

Hoy, cuando el nombre de uno, Carlos Vargas, ha salido tristemente en los medios para dejar constancia de que su pasión y afición le costó la vida, es momento de rendirles un merecido homenaje a quienes dan rienda suelta a esa afición, arriesgando hasta todos los límites la vida, sólo por unos aplausos, aunque mayormente por el placer de burlar, con mas o menos acierto, la embestida de un burel.

Sentirse torero por un día, por un rato, se llama esa figura, que suele ser el sueño de cuantos tenemos en nuestros genes esta bendita afición por el arte de torear. No solamente correr o cortar un toro, sino sentir las mismas sensaciones que siente el torero cuando logra burlar la embestida y protagoniza un momento único, si además es artístico mejor, eso ya es un placer inmenso.

Puedo decir, yo que solo lo he hecho con algunas becerras, que es una sensación muy diferente a las que se pueden sentir en otra actividad y que suele transportarte a un mundo mágico donde te sientes por encima de esa fuerza bruta que ha embestido a ese señuelo, esa tela indefensa que le pusiste delante.

También aprovecharé para decir, ya que muchos piensan que para opinar de un torero hay que haberse puesto delante, que no es imprescindible haberlo hecho evidentemente, como nunca hemos hecho cine y opinamos si nos gusta o no una película o una obra de teatro, pero que también hay entre quienes opinan y escriben de toros quienes tienen el valor de hacerlo, -algunos compitieron, como Alfonso Navalón, en igualdad y en distintos festivales con consagrados toreros- y ahí tienen una muestra fotográfica de nuestro compañero José Luis García Losada, quien es visible no tiene delante una vaquilla. Todo un ejemplar al que le administra un pase de pecho en una particular forma personal de hacerlo. Pero cerca, muy cerca, del toro.

No todos somos capaces, pero muchos que después opinan de los toreros, han tenido, y tienen, los arrestos suficientes como para pasárselos así de cerca. Homenaje también a ellos y desmentido a quienes no autorizan a escribir u opinar a quien no lo haya hecho. Otros de nuestros compañeros también lo han hecho, pero esta prueba gráfica, legitima a García Losada que ya puede escribir crónicas en OyT, de seguro cuenta con el salvoconducto de quienes exigen haber pasado esa prueba.

Confiamos que aunque no demostremos gráficamente, uno a uno, que lo hemos hecho, se nos permita seguir escribiendo. Nosotros dejamos a los lectores que opinen y nunca les hemos dicho que para opinar y saber hay que ponerse delante. Valga, en este artículo sin mayores pretensiones, un sencillo homenaje a los que se atreven a sentir el miedo y el peligro desde tan cerca.