Los carteles y las condiciones están dados para que la versión 60 de la feria del Señor de los Milagros, a iniciarse en un mes, sea un éxito económico y artístico. Varios factores intervienen en forma positiva a tal propósito: Los profesionales programados cubren muchas de las preferencias del público limeño en sus diferentes matices, serán cuatro de ellos los que destaquen y, con seguridad, llevarán mucho público a la plaza: Julián López, "El Juli", quien cuando se presentó por primera vez en Acho en 1998 causó sensación y arrasó con todos los premios en disputa, el escapulario de oro incluido, pero luego no pudo reeditar tal éxito en posteriores presentaciones y el entusiasmo por verlo torear disminuyó, hasta ahora; tras una campaña exitosa en España, viene con arrolladora fuerza desafiante a presentarse en las principales plazas de América del Sur y de México en donde tiene programados cinco mano a mano con Zotoluco en diferentes ciudades del país charro. Enrique Ponce goza de muchos simpatizantes peruanos que reclaman su presencia en Lima y esta vez es esperado con ansias. La espectacularidad con la que ejecuta el segundo tercio David Fandila, “El Fandi”, es otro de los atractivos de la feria como lo es la entrega y pundonor del francés Sebastián Castella que ha sabido conquistar y ganarse un sitio en el corazón del aficionado de la Ciudad de los Reyes.
La corrida de rejones es por sí un espectáculo aparte, con mucho atractivo turístico, despierta expectativa porque hace más de dos décadas no se da en el coso bajopontino.
Finalmente, pero no por ello menos importante, es la presencia del torero peruano en cinco de los ocho festejos, hecho plausible porque es un acto de justicia con el compatriota que trata de hacerse un sitio en tan difícil profesión dentro de la cual muchas veces sus paisanos no saben darle las oportunidades que suelen brindarle al artista foráneo, por el equivocado criterio que un extranjero es siempre más taquillero que un nacional; sin embargo, es frecuente que sea el paisano quien lleva gente a los tendidos, consecuencia de ese deseo natural, aunque pocas veces confesado, del espectador de ver triunfar a un coterráneo.
Como vemos, el espectáculo se presenta atractivo pero, quizás el hecho más importante y diferenciado de esta temporada con los de años anteriores es que, gracias a la iniciativa de la Municipalidad de Lima de establecer la Semana del Lima, del 26 de octubre al 1 de noviembre -tiempo durante el cual habrá un despliegue de actividades artísticas y culturales alrededor del evento religioso más importante del país, la multitudinaria procesión del Señor de los Milagros, que congrega a miles de fieles nacionales y extranjeros para acompañar al cristo morado de Pachamamilla- lo que habrá de permitir que, dentro de la fiesta taurina que siempre se ha desarrollado como temporada, domingo a domingo, se cree una miniferia con cuatro festejos en cuatro días. Esto ha de incrementar considerablemente la asistencia de muchos aficionados de provincias y del extranjero que antes no venían porque, para ver dos festejos, debían permanecer en Lima un mínimo de 8 días. Esta vez podrán ver cuatro festejos en cuatro días o toda la temporada en menos de un mes.
Un atractivo adicional dentro de la temporada será visitar el Museo taurino de la plaza de Acho –uno de los mejores del mundo- para apreciar los invalorables objetos y reliquias que en él se conservan y que este año serán presentados de manera diferente, según lo viene preparando con dedicación y esmero su flamante director, el joven pero enterado aficionado Jaime Arenas, quien nos dice que las innovaciones que está realizando tienen la finalidad de hacerlo más acogedor e interesante no sólo al aficionado de solera sino para aquel en ciernes y, aún, para quien se acerca por primera vez al arte de Cúchares. ¡Enhorabuena por ello!
Todo este panorama esperanzador y buenos augurios sólo podrá hacerse realidad si, a la hora de la verdad, se hace presente en el ruedo el rey de la fiesta: El toro. Fíjese usted amigo lector que no digo que sea bravo –como es nuestro deseo pero que no se puede saber de antemano- sino toro. Simple y llanamente TORO. Con edad, cuajo, trapío y defensas intactas. TORO, con “cuatro años y cinco hiervas” como se decía antes, para dejar claramente establecido que los cuatro años biológicos que el animal pueda alcanzar no son suficientes para considerar toro, lo que ayer fue novillo, si antes no ha gozado de una alimentación adecuada durante, no menos cinco periodos de abundancia en el campo -cinco hiervas. Hoy, con el sistema de alimentación que se emplea, tal referencia a “las hiervas” puede ser interpretada de otra manera y es por ello que se habla de cuajo. El toro tiene que estar cuajado es decir no sólo con cuatro años sino, como bien lo señala el ganadero Álvaro Doméc y Diez en su libro “El Toro Bravo”, página 179, “…con traza grave, seriedad en la cara, descenso de los testículos y muy marcado el surco que los separa. Aunque al de cuatro años, actualmente se le llame también toro, no lo es por su edad”. De la misma manera piensa y actúa el más importante ganadero de la actualidad, Victorino Martín, quien suele presentar sus toros con cinco años o cerca de cumplirlos.
Demás está decir que el trapío del toro da belleza a la fiesta y sus pitones intactos seriedad y autenticidad.
TORO es lo que ha faltado en los últimos tiempos en Acho, y es lo que reclamamos del empresario-ganadero en su sexto y último año de gestión, para que pueda reivindicarse en parte con la afición limeña, y no pasar a la historia como uno de los peores empresarios que hayamos tenido que soportar.