Estimado Juan Luis:
Me vas a permitir que te escriba esta carta para darte mi impresión de cuanto sucedió en esta primera corrida de feria. Podrás no estar de acuerdo, que no lo estarás pues siempre has sido muy contestatario, pero estoy convencido que en lo esencial coincidirás con cuanto te diga. Eso espero.
Pues verás. El discurrir de la corrida ha traído a mi memoria las estampas de las corridas de otros tiempos. Para bien y para mal. Cierto es que a la salida, los comentarios de la gente, que ahora se oyen más que nunca pues lo van contando con el móvil a los amigos, eran de que vaya un tostón o que la corrida había sido muy mala. No se puede estar de acuerdo con esas afirmaciones. La afición de ahora, es decir, los espectadores de ahora, si no ven orejas no ven nada. No existe ni menos proyección de una corrida de toros, ni más ignorancia sobre el transcurrir de la lidia. Como espectadores: cero, como aficionados: bajo cero, pero en el fondo del mar.
Como te decía, la corrida ha sido todo menos aburrida. Ni un solo espectador podrá afirmar que se ha aburrido o que ha tenido tiempo de mirar el cielo para entretenerse. Muy al contrario, el transcurrir de la lidia, siempre ha supuesto interés y ha estado presidido por la emoción. Emoción que existe siempre que en el ruedo esté un toro (absténgase los que consideran toro solamente a bicho negro con cositas en la frente). De esta guisa, los sobresaltos han estado presentes toda la tarde. Y es que la lidia, es decir, el orden y adecuación de cuanto sucede y se hace con el toro, puede ser buena o mala y de ahí, muchas veces, el resultado y el devenir de las partes artísticas de los toreros.
Entonces, amigo Juan Luis, no podemos afirmar que ha habido toros o toreros malos, sino más acertadamente, según mi criterio, que a través del conjunto de la lidia y las suertes del toreo, no las han hecho coincidir. Al conjunto de esta afirmación, nos queda por definir si ha sido desencuentro o, acaso, despropósito. Para mí, ha habido de todo. Que Frascuelo es un torero como la copa de un pino, no lo puede ocultar el signo de bronca y pitos que ha cosechado esta tarde, si bien el desencuentro y despropósito con la lidia de sus toros ha sido total. Sus banderilleros (?) en el primer toro han hecho méritos suficientes para no volver el próximo día, y a ser posible nunca, dejando el toro avisado lo suficiente como para que Carlos perdiera confianza. En su segundo fue al revés, El Andujano dio una lección de dignidad y torería, exponiendo mucho y clavando como es debido, siendo el maestro el que no supo ver las querencias del toro que se había comprado una parcela en los bajos del 10. La pelea planteada por Frascuelo fue errónea, el toro era el amo y tampoco podía ser. Con la espada, para acabar con el toro que hirió al Cid, mantuvo el despropósito en todo lo alto.
Como ves, en la lidia hay que entender muchas cosas y todas ellas forman y conforman este espectáculo secular. Por eso ayer lo vimos, otros días vendrán, con otro tipo de bovinos, en que nada de esto podamos contar. Sin olvidar lances y muletazos del citado Frascuelo, los más se los vimos a El Cid, quien tampoco tuvo un encuentro feliz con ninguno de sus toros, ya que lo que encontró fue una cornada espectacular cuando estaba empeñado en encontrarse con su agresor. Aquí cabe más decir desencuentro, si bien estuvo toda la tarde intentando encontrarse. Escobero, que así se llamaba el cinqueño que le cupo en suerte (?), traía la escoba de barrer para la enfermería preparada desde su salida. Se plantó en el centro del anillo, como recordarás, y en el “desencuentro” con el capote de El Cid, ya estuvimos a punto de presenciar un desastre. De ahí salió ileso, pero la escoba la seguía teniendo Escobero. ¡Y salían diciendo de aburrirse!. Aburrirse de burro, diría yo.
De Javier Castaño, solo te puedo decir que su toreo, su entrega, sus ganas, terminan por convertirse en un despropósito. En Madrid, y a cualquier aficionado, no le gustan las cercanías. Les recuerda el metro en horas punta. Su empeño, loable por otra parte pues se deja acariciar los muslos por este tipo de toros, no es coincidente con la ejecución del toreo que se espera y después de ver el cornalón de su compañero, la gente no quería que se inmolara allí mismo. ¿Para qué?. El valor, el mucho o poco valor, hay que aportarlo para torear, pues no están bien vistos los arrimones, máxime si tenemos en cuenta lo dicho anteriormente sobre el metro en Madrid. ¿Lo entiendes Juan Luis, verdad?.
Toros hubo, toreros también, y tendremos ocasión de verlos otra vez, pero en el espacio y el tiempo en que les tocó estar juntos no se llegaron a encontrar como para acariciar ningún triunfo. Los cuadris, tuvieron trapío y presencia e hicieron de todo, blandearon los primeros, mansearon casi todos y se dejó torear alguno. En resumen, una corrida de toros, que consustancial a su comportamiento, propiciaron todo cuanto te he contado. No es poco. Ni mucho. Queda saber, si en la balanza, pesan más los desencuentros, propios del espacio y del tiempo, o los despropósitos. Eso tú y todos, tendréis vuestra opinión. Yo la mía, ya te la he dicho. Un abrazo, amigo.
