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 Juan Navazo sí que aprendió a parear Se supone que si un novillero llega a Madrid, es porque ya está suficientemente toreadito, ya ha disfrutado de ese período de aprendizaje por esas plazas de Dios y a veces con novillos del Diablo. Pues dejen de suponer, al menos si nos atenemos a lo hecho por David Garzón, con dificultad hasta para coger los avíos, Carlos Ochoa, con maneras de aspirante a toreo moderno, pero sin más ambición que esa y Ángel Téllez, tan anodino y pesado como sus compañeros y como casi todo el escalafón. Novillos de Guadaira, sin estridencias para Madrid, aunque ya se sabe, a la hormiga el ratón le parece una fiera y al gato un bocado apetitoso, cuestión de puntos de vista. Afortunadamente, Juan Navazo se sintió torero por un instante y demostró que sabe parear, ganar la cara y dejar los palos en lo alto. Los que nos sabemos si se estarán debatiendo en un mar de dudas son los tres alternantes, que todavía andarán queriendo diferenciar entre venir a aprender o venir aprendido.
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