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Segunda novillada, primera con picadores, del
serial novilleril Soñadores de Gloria 2018. Acudieron a la Monumental algo menos
de dos mil personas en tarde muy agradable. Se corrieron seis novillos de Santo Tomás, que cumplieron de
presentación, y se dejaron meter mano con calidad y prontitud, excepto quizás
por el áspero cuarto. Sobresalieron el primero y el sexto, premiados con
arrastre lento. El ganadero Sergio Hernández
Cosío dio la vuelta al ruedo al final del festejo. Actuaron los siguientes
novilleros: André Lagravere: oreja fuertemente protestada,
y división de opiniones. José María Pastor: silencio tras aviso en su
lote. José María
Hermosillo:
oreja, y ovación. Saludó en el tercio Christian Sánchez tras poner banderillas al tercero de la tarde. César Morales ingresó a la enfermería inconsciente
tras picar al cuarto. El estribo salió disparado y le pegó en el rostro,
produciéndole un desvanecimiento sobre el caballo  Buenos momentos de Hermosillo. Foto: @LaPlazaMéxico Las dos orejas del domingo pasado fueron de
muy distinto calado. Al galo yucateco André
Lagravere le valió una oreja el apoyo de su porra, mismo que bastó para que
Jesús Morales aflojara sus laxos
criterios. Por su parte, un trasteo sólido, basado en una tauromaquia larga y
muy sentida en ciernes le valió otro apéndice al hidrocálido José María Hermosillo, que por momentos
armó auténticos tacos en los tendidos de La México. La petición, ahora sí
unánime, premió al legítimo triunfador de la tarde, que perdió otra oreja por
errar con los aceros matando al sexto. Los novillos de Santo Tomás se dejaron meter mano con calidad, y algunos con
bravura y acometividad.
Lagravere tiene buenos detalles, es un
muchacho que le pone voluntad y ganas para hacer el toreo. Sin embargo el
chaval tiende a acelerarse, además de que tiene problemas para colocarse y
torea bastante sobre pies. Ningún pecado, pues, y menos para un muchacho en
pleno desarrollo, máxime cuando dejó una muy una buena estocada. El problema
real fue la premiación, excesiva a todas luces considerando la magnífica
condición por el lado izquierdo de Curioso
–n. 121, 406 kg.–, y el partido tan limitado que le pudo sacar. La mucha
porra que le acompañó convenció al juez de entregar una oreja muy protestada,
que el chico se negó a despreciar. Una pésima postura que le cobrarán duramente
desde los tendidos de La México a lo largo de la temporada. Perruno –n. 803–, cuarto de la función,
fue el utrero duro del encierro. Áspero y complicado, con mucho que torear. El
Galo poco pudo hacer frente a él y la gente, con justa razón, le
apretó. Mató de espadazo defectuoso tras pinchar. Durante la lidia de este
novillo se presentó el incidente de César
Morales, quien hizo la suerte de picar muy bien en una primera vara,
aguantando la reunión con mucha torería, y controlando a la cabalgadura para
que soportara los derrotes arriba de Perruno.
Le volvieron a colocar a la res, y esta entró al peto tal como la vez anterior,
tirando gañafonazos, hasta que el pesado estribo salió disparado, y se estampó
directamente en el rostro del varilarguero de dinastía. Este se mantuvo montado
y picando, aunque sin conocimiento. Se desvaneció poco a poco y le llevaron a
la enfermería. José María Pastor tuvo la mala suerte de una tarde
gris, justo una temporada después de quedar como triunfador de las novilladas
picadas. El hidrocálido lució firme y con oficio, con conocimiento, y
solvencia. Sin embargo, la labor de Pastor se emborronó toda la tarde por una
cierta dificultad expresiva, por un toreo casi utilitario, en el que la expresión
quedó un poco de lado. Son destacables los pares de banderillas que clavó a su
lote, especialmente al segundo de la tarde. Con el capote sobresalió su primer
quite, por caleserinas, en el que se quitó espectacularmente la cornada tras
tropezar en la cara del toro. Su lote lo conformaron Brunito –n. 122, 412 kg.–, y Parejita
–n. 107, 378 kg.– Otro José
María, pero de apellido Hermosillo
impactó con su concepto en ciernes: largo, de compás abierto, de mucho
sentimiento, ligado. En resumen, a la medida del gusto de la Plaza México. La
afición de la capital la está pasando mal en la espera de ese toreo largo que
siempre atesoró, y que falta más que nunca en el reino del parón y de los
tendidos vacíos. El primero del lote, con el malaje nombre de Bailaor –n. 110, 403 kg.–, permitió tres
o cuatro tandas por el pitón derecho que levantaron auténticamente a la poca
asistencia al coso. Poco a poco entendió el chaval que había que ligar más, y
así lo hizo, parando a la gente al final de las tandas. Tras de intentar por el
lado izquierdo, por el que de plano no pudo acomodarse, la faena vino a menos,
y tras manoletinas finales se tiró matar. Dejó una estocada defectuosa y entera
para cortar una oreja. Parejita –n. 107, 378 kg.–, último de la
función, fue un novillo de mucha, mucha calidad. Humillado, largo, de embestida
despaciosa, un burel para recrearse. Desafortunadamente, también trasmitió un
poco menos, y tuvo menos alegría en su repetición a los engaños, pues se lo
pensaba un poco para volver. Hermosillo pudo
torear de aquí hasta allá, como con el tercero de la tarde, y también recto,
erguido, sacando provecho de su estatura en ambos casos. Sin embargo las tandas
ligadas no fueron más que un par, y el resto fueron pases sueltos. Erró con la
toledana en un par de ocasiones, y perdió la segunda oreja que debió valerle la
salida en hombros. Tras del fin de la corrida, el ganadero Sergio Hernández Cosío se arrancó a dar una vuelta al ruedo junto
con su caporal, una costumbre poco mexicana, pero que bien valdría copiar en
nuestras plazas. Lo desafortunado fue que pasaron por alto a Hermosillo, quien
bien merecía acompañarlos en la vuelta, y que se tuvo que acontentar con una
ovación de lujo al salir de la plaza.
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