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Corrida de feria
de Santa Ana Chiautempan, Tlaxcala. Tarde gélida y lluviosa que no afectó mayormente al
festejo gracias al enorme techo de lonas colocado sobre el coso a pesar de que
el viento se dejó sentir fuerte en los tendidos de la plaza portátil, misma que
registró más de media plaza. Se lidiaron seis toros de Tenexac, correctos de presentación excepto por el primero y el
sexto, pequeño, anovillado, y protestado de salida. De juego fueron mansos y
enterados, algunos con más y otros con menos peligro excepto por el sexto, que
tuvo con más acometividad pero sin humillar. Actuaron los siguientes matadores
de toros dirigiendo a sus respectivas cuadrillas: Fermín Rivera (mató primero y segundo): palmas, y oreja. Juan Luis Silis (mató tercero y quinto): silencio tras dos avisos,
y palmas. Sergio Flores: al tercio tras aviso, y dos orejas. La
expectación que levantó el encierro de Tenexac para la localidad chiautempense
se desdibujó poco a poco mientras saltaron los preciosos cárdenos claros a la
arena de la plaza portátil instalada en el recinto ferial de dicha población. Quizás
la dificultad que tuvieron los toros para afianzar sus pezuñas en la difícil condición
del ruedo condicionó el juego del ganado de don Sabino Yano. Sin embargo lo marcado y generalizado de la tendencia
a buscar el cobijo las tablas y la escasa codicia de los astados por los
engaños invariablemente nos remiten a la idea de genio, tan poco apetecible lo
mismo para profesionales que aficionados, máxime cuando el ganado, además, no
camina. Así pues, Fermín Rivera con muchos problemas
alcanzó a templar hacia el final de la faena las embestidas sosas y sin fuerza
del primero de la tarde, que se dolió de una mano tras del primer tercio, tal
vez a consecuencia de una de las muchas piedras de buen tamaño que había en el
terreno de tablas. Poco pero de buen calado dejó el potosino antes de ir a por
uvas sin mucha suerte. Sorpresivamente
el fino diestro de célebre apellido reapareció en el pandero para lidiar al
segundo de la tarde, seguramente por alguna cuestión del desembarque, que se
realizaba directamente en la puerta de toriles. Éste también se dolió de una
mano hacia la mitad de la lidia, acusando la dificultad del terreno para reses
e infanterías por igual. La plaza también ofrecía sus cuitas, puesto que el
toro logró arrancar un burladero para poner en riesgo a Adolfo Sánchez, quien se salvó de un cornadón entre su habilidad
para rodar y el oportuno quite de Fermín, que bregó de maravilla hasta rematar
en los medios tras quitarle el toro al compañero en peligro. A pesar de la
dificultad para convencer al astado, el espigado diestro logró estructurar una
faena más ligada que la gente agradeció exigiendo una oreja. Mala suerte
tuvo Juan Luis Silis, quien se las
vio con el lote más complicado y peligroso: reservón, quedándose corto,
volviendo pronto, y buscando al torero. A pesar de estar bien con el capote
toda la tarde, la gente no le agradeció la buena lidia por la cara al primero
de la tarde, que en vez de romper en una faena mandona debió quedarse en lo
abreviado ante la poca respuesta. Mató muy mal, escuchó avisos, y se ensañaron
con él los cuatro o cinco que fueron “a ver qué veían” (y que se tomaban), pero
sin saber qué iban a ver. El quinto fue más deslucido, y el capitalino debió
tragar con él con seriedad, solvencia, y un cierto dejo de formas anticuadas
que le llegan al aficionado, pero no conectan con la masa. Lució más con el
capote, momento mismo cuando el toro le cantó su tendencia a quedarse al
rematar su quite por chicuelinas y tafalleras. Sergio Flores anda que no cree en absolutamente nadie, y así lo
demostró en su estado natal. Apenas salir y abrirse de capa transmite, llega su
entrega, su sitio y su buen momento, pero además su personalidad alegre sin
exageraciones que convence. De especial mérito fue su labor con el cuarto de la
tarde, un toro al que bregó toda la lidia y que no le regaló ninguna embestida
potable para torear en redondo. La única forma de sacarlo de las tablas tras
mucho porfiar y exponer fue por alto, convenciendo poco a poco al toro hasta prácticamente
bordarlo haciendo el toreo por arriba, sometiendo a la res que no volvió a
hacer por él a pesar de lo cerca que se paró de los pitones. Mató de estocada
defectuosa y falló con los descabellos para dejarlo todo en una salida al
tercio. El sexto fue
el que más se dejó meter mano del festejo, aunque a su comportamiento lo empañó
la sosería y la falta de entrega, misma que el popular Jorongo capitalizó
respetando mucho las líneas y dejando pasar al toro a su aire para poder ligar,
emocionando a la concurrencia. Nos hubiera gustado verle más mandón y más roto
haciendo el toreo, sin embargo no cabe duda de que le sobran los recursos, le
funciona la cabeza, y está entendiendo a los toros como pocos en el escalafón. Mató
muy entregado y se llevó un tremendo golpe en las partes nobles que de momento
pareció una cornada, pero felizmente se paró hecho un león para dar muerte de
certero descabello y cortar las orejas. En resumen, está para plantarle
enfrente al gallo que usted guste, incluidos los toros de Tenexac que nadie
quiere ver, y que a pesar de su mala condición nos mantuvieron atentos a cada
segundo del festejo.
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