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A plaza llena se lidiaron toros de Cebada Gago y uno a nombre de sus herederos, el sexto de la tarde que sustituyó al quinto de lidia ordinaria. Los toros de Cebada Gago resultaron algo sosos en conjunto, con falta de fuerzas algunos de ellos, inciertos otros, sosotes los más.
Juan Bautista: Silencio y silencio
Javier Jiménez: Silencio y silencio
Román: Oreja y ovación.
Foto archivo La corrida de Cebada Gago que abría la feria de San Fermín anduvo por debajo de las expectativas que toreros y aficionados tenían hacia ella. Ninguno de los siete que pisó el ruedo de Pamplona dejó nada en el recuerdo. El tercero se echó a los lomos a Román que, debutante, salió con mucha disposición a brillar en todos los tercios. Fue ahí donde se ganó la oreja el torero valenciano. Volvió a intentarlo con el que cerraba plaza pero para entonces Román ya se había pasado la mitad de la corrida en la enfermería, con pérdidas de memoria, y salía a torear sin la autorización médica, tomando él mismo la decisión. Encontró en frente un tío con toda la barba, que no descolgó en ningún momento de la lidia, que tiraba de barbilla hacia el cielo antes de embestir por el derecho y que quizás hubiera tenido más garantías en el izquierdo por donde se vieron los tres pases más emotivos de la tarde.
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