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Ficha del festejo: http://opinionytoros.com/noticias.php?Id=55469 Motivo de desconcierto fue la corrida de Barralva por el simple hecho de que nos
enfrentó a una realidad taurina fuera de nuestra zona de confort. El encaste
Atanasio Fernández es frío de salida, poco temperamental, y sobre todo poco
espectacular. Este comportamiento choca francamente con el Saltillo avanto, que
se presta para el lucimiento en cuanto se fija en el capote de quien lo para. Los
atanasios reservan todo su celo para la vara, a la que acometen con bravura, y
para el tercio final, cuando finalmente cantan sus cualidades; mientras los
saltillos acusan marcadamente el efecto de la lidia sobre su comportamiento
constantemente. Así podríamos alargar la lista de contrastes: mientras que el
saltillo exige que le lleven más toreado, el atanasio embiste con el mismo
recorrido le puedan o no, por lo que un toro se presta para construir un
trasteo in crescendo, mientras que el
otro exige que le aprovechen mientras dure. Un toro En esta diversidad descansa mucho de la grandeza de
nuestra fiesta y de su aportación a la humanidad. Es ese abanico de
posibilidades lo que separa a los grandes de los medianos, y a las figuras de
quienes no lo son. Por ello resulta alarmante que la afición de la Plaza México
no recibiera a ese toro distinto, no digamos con conocimiento, sino con simple
paciencia. La México esta tarde se montó en su macho de plaza de primera, y
exigió a diestra y siniestra, como debe ser. Sin embargo debemos señalar el
equívoco enorme de rechazar una labor con mucho valor taurino simplemente
porque no responde a lo que siempre vemos. La exigencia no tiene sentido cuando
es cerrazón, y no ofrece ninguna categoría a la plaza cuando es incomprensión
del toro y del toreo. De eso mismo: ¡Del toro y del toreo!
y otro toro Y es que tiene sentido exigirle otra faena a Paco Ureña cuando cae en sus manos un toro
como No que no –n. 277, 528 kg.-,
encaste saltillo, que a pesar de cierta falta de transmisión, embistió con
largueza y buen estilo, además de que tuvo una duración considerable. El
murciano hizo absolutamente todo bien, con verdad, con temple, a la distancia
adecuada, aunque sin romperse del todo. Ofreció tandas no precisamente largas,
pero sí ligadas, sabrosas, suficientes, sin cortar a la brevedad como otros
muchos toreros hechos en España. La
faena fue absolutamente derechista hasta que probó sin suerte por el otro
pitón. Después Ureña decidió abruptamente que era hora de adornarse. Vinieron
cambiados por la espalda que rompieron la faena, y manoletinas tras de
dosantinas. Falló con los aceros y
cosechó palmas, mientras que el toro recibió el arrastre lento.
Aunque la pieza taurina era sólida, y una buena
parte de la concurrencia la disfrutamos ampliamente, faltó ese desbordamiento,
ese punto de emotividad y sentimiento por parte del torero definitivo para la
afición capitalina. Es decir, a Ureña, gran torero, no le hizo click inmediato lo que espera México. La gente se lo
recriminó, y todo ello tiene sentido: Ureña viene de otra fiesta, de otro
contexto, y La México tiene un criterio muy peculiar que no se replica en otras
partes del país. Por su parte, la afición de La México tiene derecho a imponer
sus parámetros, pues para eso es plaza de primera, máxime cuando es un coso que
se entrega hasta el borde de la misma locura. Hasta ahí todo bien... Ureña, confirmación agridulce ...Pero cuando el tendido le recriminó a Ureña la
sobresaliente lidia de Pitito –n.
299, 539 kg.- la situación se tornó frustrante. El atanasio, imponente,
badanudo como pocos, muy bien armado, se dedicó a defenderse, a no entregar
nada, a pararse, a probar, a engatillarse, y a ponerle difícil el trámite al
torero. Éste aposto por consentir con toque suave, pero sin dejar de mandar,
respetando las distancias, e incluso obligando al toro en un par de trazos
extraídos a toda ley. El toro finalmente no agradeció los procedimientos de
Ureña, quien pinchó, y el mérito de su actuación ahí quedó. ¡Pero coño! ¿Cómo
es posible que les pasara de noche? ¿Cómo es posible que le pitaran, qué le
gritaran aburrido? Esa cerrazón a entender las condiciones de un toro que no
tuvo más que un pase templado, y a valorar un trasteo méritorio no es digna de
una afición entendida. No es de aficionados pretender al mismo toro una vez sí
y otra también.
La gente no lo vio con el cuarto Arturo Saldivar, por su parte, se apuntó otra tarde para el olvido en el coso de Insurgentes. Su apuesta
por hierros toristas de procedencias variadas durante la presente temporada
simplemente fracasó. El de Teocaltiche estuvo francamente mal con el duro Eso y más –n. 289, 538 kg.- que pidió el
carnet de profesional, y con el que el torero intentó todo lo que le vino a la
cabeza sin concretar nada. Para más Inri, añada usted una dosis de apatía. Mató
de pinchazo y bajonazo para retirarse abroncado. Este toro tumbó aparatosamente
a Juan Carlos Paz, que guardaba la
querencia, y después a Carlos Domínguez en la contra durante el primer tercio.
Hizo quinto Clavellino
–n. 301, 536 kg.-, que de salida apuntó complicaciones en una lidia en la
que el matador, entre espantadas, figuró más bien poco. El toro dio cierta coba
y fue más noble de lo esperado durante un buen tramo de la faena, pero sin que
el matador se encontrara nunca. De entre el mar de cites, distancias, terrenos,
procedimientos, intentos, y fracasos, solo cabe destacar el inicio de faena por
doblones. La gente perdió la paciencia ante la falta de mando, y Saldivar
recibió otra buena dotación de pitos al retirarse al callejón tras pinchazos y
un descabello. Otro que rompe con la rutina es Sergio Flores. El tlaxcalteca podrá gustar más o menos, pero tarde
tras tarde sale a buscar las palmas echando mano de su determinación, su
compromiso, su buena cabeza, y sus amplios recursos. No es casualidad, pues,
que el tlaxcalteca esté formando un abultado currículum de tardes exitosas en
esta plaza, no todas con rotundidad, pero siempre dejando un buen sabor de
boca. En esta ocasión no le sonrió la suerte con el tercero de la tarde, Comadroso –n. 300, 508 kg.- que se
arruinó tras darse una vuelta completa de campana antes de entrar al caballo,
donde todavía hizo por pelear. El ganadero hizo público mediante Twitter que el
toro se rompió cinco vértebras en el acto. Destacado con la capa El gran momento de Sergio Flores vino con el precioso Mi Lic –n. 294, 545 kg.-, alto, serio, cuajado, que lució su muy asaltillada
estampa en contraste con las bastos e imponentes atanasios. En consonancia con
la diferencia en tipo, también en cuanto el juego el toro estuvo en otra cosa,
más emparentada con ese comportamiento que, con sus respectivos matices, pareciera
el único que le entra a la Plaza México. Por lo tanto, ahora sí, la gente
entendió la lidia inteligente que realizó Sergio a un mansurrón, al que tocó
con firmeza y obligó a volver a la muleta a pesar de las medias embestidas que
a duras penas regaló. El torero además fue todo voluntad, lo que
invariablemente hizo conexión con el tendido desde el recibo por toreras
verónicas, hasta los momentos más brillantes, en los que templó sabrosamente a
pesar de que no pudo ligar. Brindó la muerte del toro al subalterno español Victor Saugar "Pirri" en un gesto de toreros.
Inteligente con la muleta Hacia el final de la faena MiLic se sintió podido, y optó por rajarse sin cortapisas. Fue
entonces cuando el Jorongo echó manos
de distintos adornos, imaginativos, toreros, y sobre todo adecuados para no
dejar caer la faena. El toro, por su parte, ya había dado de sí cuando Flores
se cambió la muleta por la espalda para hacerlo pasar en redondo, entre otras
florituras que mantuvieron a buen nivel el ánimo de una afición. Todo apuntaba
a que el apizaquense tocaría pelo de nuevo, pero desafortunadamente se encontró
con hueso antes de dejar media estocada trasera y acertar al primer golpe de
descabello. La tercera oreja de la temporada se le escabulló, compensando el
segundo apéndice que le regalaron en la ocasión anterior. Pero dejemos en
segundo plano los retazos de toro, que no son más que eso, para enfocarnos en
el cariño y el reconocimiento de una afición que respalda la lucha de Sergio
Flores por construirse un nicho entre la torería nacional.
Fotos: Luis Humberto García "Humbert".
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