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Amigos y lectores, ¡Feliz Navidad y próspero año nuevo! La corrida de rejones del pasado domingo significó
el fin de la actividad taurina del 2016 en la Plaza México. Comenzó una
empresa, que alcanzó a llenar la plaza una última vez, prosiguió un paréntesis
de muchos meses en la actividad taurina, y después vinieron los acontecimientos
bajo la dirección de Tauroplaza México,
que mucho se han comentado. En lo concerniente a la décima corrida, cabe
destacar la recuperación de los festejos de rejones para el embudo capitalino.
Aunque esta afición nunca ha sido particularmente receptiva al arte de
marialva, lo cierto es que los rejoneadores mexicanos merecen su espacio,
puesto que junto con los entrañables grupos de forcados, jalan del carro
constantemente a lo largo y ancho de la geografía nacional. Dejando de lado cualquier
preferencia, la corrida de caballistas debe repetirse año tras año, impulsada a
partir de ahora por los triunfos de los Forcados
de Mazatlán y Emiliano Gamero,
sin olvidar la entrega de los Forcados
Mexicanos. Los forcados, grandes momentos Pasada la alegría del festejo, es momento de voltear
hacia adelante. El receso abre el momento para reflexionar sobre ciertos
pendientes para el 2017, que ya deberían estar solucionados, y que poco a poco
se nos vienen encima. El asunto
primordial que quiero retratar en este espacio refleja una preocupación
personal un tanto angustiante. En términos concretos es el siguiente: el
estatus legal del antiguo Distrito Federal está por transformarse
absolutamente, todos los órdenes legales perderán vigencia, y nuestra ciudad se
verá refundada y reestructurada como entidad política. Ello implica que la
legislación al respecto de los espectáculos públicos se replanteará
íntegramente, y por ende también deberá hacerlo la legislación en materia de
toros para esta capital.
Este escenario exige atención por partida doble. En
primer lugar, es una oportunidad más para abonar en favor de nuestra fiesta,
otra ocasión para crear una realidad taurina que beneficie al espectáculo, al
aficionado, y que invite a los elementos de la fiesta no solo a hacer fiesta brava,
sino también a hacer afición y cultura del toro. Es cierto que la
reglamentación vigente colabora en gran medida para mantener la categoría de
las corridas en esta capital, y más o menos nos mantuvo a flote en las dos
décadas catastróficas que anteceden al momento actual, y que cargamos todos
parejo como pesada loza. Pero nada es color de rosa en realidad, puesto que para
nadie es un secreto, por un lado, que este orden legal cojea de muchos
aspectos. Sin embargo, lo más dramático de nuestra realidad es que, tras ser
bombardeadas y saboteadas durante veinticinco años, nuestras instituciones
taurinas sobreviven endebles y vulnerables. La segunda
cuestión que debe llamar poderosamente nuestra atención es el avance silencioso
pero sustancial de los antitaurinos en este proceso legislativo. Escudados bajo
su proyecto político animalista, que busca envolver mucho más aspectos de la
vida humana que la prohibición de las corridas de toros, ganan adeptos de un
Congreso que busca ponerse la estrellita de vanguardista, pero que no sabe muy
bien cómo hacerlo. Es posible que más de un legislador esté encantado con la
simpática cantaleta de los derechos de los animales, sin embargo, es cuestión
de tiempo para que enseñen su afán totalitario y dirijan sus baterías con saña
y odio contra todos quienes, de alguna forma u otra, tenemos en los toros un
modo de vida. Para no variar, la pasividad del medio es una tragicomedia, que
lo mismo desemboca en alegrías pasajeras que en episodios al borde de la
autoinmolación. Nuestra fiesta nos necesita Es, pues, de primera importancia poner manos a la
obra, y elaborar un plan que cuele nuestras necesidades de regeneración en la
agenda legislativa en detrimento de los fascistoides
que buscan imponer a todos su proyecto a gusto de unos cuantos. Es importante
señalar que ningún legislador lo hará por nosotros, ninguno, ni aunque asiduo
visitante de las plazas de toros. Su único compromiso con la fiesta era pasar
por alto el tema temiendo las represalias de los intereses comerciales que se
conjuntan en la tauromaquia, pero hoy se ha llegado en una situación límite en
la que no podemos esperar el momento más crítico para echar a andar un cabildeo
in extremis como en otras ocasiones.
Hoy no quedan más opciones: o les clavamos los toros en la agenda, o nos quedamos
fuera del orden legal, ya sea mediante una prohibición expresa, o simplemente
por omisión.
En alguna ocasión escuché a un ganadero decir que
los aficionados tenemos un cierto delirio de persecución que nos lleva a creer
que estamos abandonados a nuestra suerte por el resto de los estamentos de la
fiesta en la defensa de ésta. Es por ello que quiero presentar una propuesta
amplia, una para todos. Debemos dejar el papel pasivo de quién se defiende y
darnos categoría en este proceso legislativo, debemos pasar de la defensa de
manso, pegados a tablas y tirando cabezazos, a la participación activa en el
sistema democrático. ¿Cómo hacerlo? De forma preeliminar, pondré en la mesa los
siguientes puntos:
1. Hacer
públicos los esfuerzos de defensa de la fiesta brava en el plano legal. Hasta
ahora ha destacado la organización Tauromaquia
Mexicana, cuyo liderazgo recae en Mariano Sesscose según se ha hecho
público, y por lo tanto está íntimamente ligada a la organización de ganaderos
de lidia. En este punto considero que hace falta aclarar los mecanismos
mediante los cuales se integrará a todos los no afiliados a los estamentos
taurinos, pero sobre todo al aficionado de a pie, en la labor de defender a
nuestra fiesta.
2. Con
base en dicho armazón institucional, establecer un observatorio legislativo
taurino, que aglutine toda la información generada en torno a la fiesta brava
en la fuente legislativa, y que también resguarde la documentación que produzca
la labor de lobby y cabildeo en esos ámbitos.
3. Presentar,
tanto a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, como al Congreso
Constituyente de la Ciudad de México, una propuesta de situación jurídica para
los festejos taurinos en la nueva Ciudad de México. Especificamente me refiero
a presentar, púbicamente y en un acto formal en el que participen legisladores,
por un lado, un borrador de artículo sobre tauromaquia para incluir en la nueva
ley sobre espectáculos para trabajarlo durante el proceso de creación de dicho
código, y una propuesta de reglamento taurino.
Defendamos nuestros escenarios Para generar un consenso de reglamento , abierto e
incluyente, que considere las necesidades de todos los involucrados en los
festejos taurinos, propongo el siguiente mecanismo:
a) Conformar
dos comisiones de redacción de textos: una estrictamente legal, conformada por
abogados taurinos destacados, cuyas funciones serían redactar la propuesta de
artículo para la ley de espectáculos, y servir de depositario y portavoz de la
voluntad de la segunda comisión.
b) Segunda
comisión: dicha segunda mesa sería de naturaleza legal y taurina, y tendría
como objetivo la redacción de un mejor reglamento taurino, mejor adecuado al
estado actual de la fiesta de toros. Dicha comisión debería ser más amplia,
casi un congreso, y aglutinar representantes de los abogados taurinos, autoridades
taurinas tanto de la CDMX como de la Delegación Benito Juárez y cualquier otra
que entidad de la Ciudad que las tenga, jueces de plaza, ganaderos, matadores
de toros, novilleros, subalternos, picadores, monosabios, alguaciles, empresarios,
médicos, vendedores, concesionarios de venta de comida dentro de las plazas, puesteros
y comerciantes, periodistas, académicos, otros actores culturales enfocados en
la tauromaquia, y aficionados.
Finalmente, y lograda la redacción de dicho
documento, deberá presentarse oficialemente, en un acto solemne y público, en
las instalaciones de los órganos legislativos. Tal propuesta se debe llevar
hasta los funcionarios de más alto nivel posibles, tanto de la Ciudad como del
nivel federal. Mientras tanto, la labor de cabildeo con los legisladores
continuaría, respaldada por la labor del observatorio legislativo taurino. Así
podremos salvar a nuestra fiesta de los muchos riesgos que tenemos enfrente, y
que no solo se reducen a una prohibición, sino también a un vacío legal, o a
una reglamentación injusta. No podemos esperar a que alguien decida insertar a
los toros en la agenda legislativa, puesto que ningún legislador se sentará a
hacer un reglamento por nosotros. Debemos tomar al toro por los cuernos antes
de que los totalitarios hostiles a nosotros lo hagan. Tenemos, pues, grandes
pendientes para el año nuevo.
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