El toro para la nueva tauromaquia, en algunas plazas ya vetusta, volvió a salir, por cuarta vez consecutiva, por la puerta de corrales de la plaza de Illumbe. Muy justos de presencia los juanpedros, faltos de fuerzas, flojos de remos hasta el punto de partirse uno la mano durante la lidia y hacernos otros dos temer que volviera a suceder. Sin que se ejecutara el tercio de varas, debido a la poca fuerza que tenían los animales, excepto el segundo y el sexto, la corrida colaboradora apenas ofreció emoción. Tuvo muy poca duración en las lidias, a pesar de ser una corrida para la tauromaquia moderna.

Ponce encontró sin duda el peor de los lotes. El primero de la tarde fue el que se partió la mano, el sobrero no dio para mucho y Ponce no terminó de cogerle el aire. Con el cuarto de la tarde, los espectadores temieron que volviera a repetirse la situación del que abriera plaza. El matador lo pinchó hasta en tres ocasiones después de realizar una faena de baja intensidad, tampoco las cosas daban para más.

Manzanares toreó bonito y con estilo, sobre todo en el quinto de la tarde. Hubo en esa lidia series de estética particular pero no siempre emotivas. Faenas que se intentaron en la distancia, arrancándose bien los animales desde lejos pese a la falta de fuerza que mostraron. Pero duraban poco y había que hacer las faenas muy cortas, aunque no poderosas.

Foto archivo

López Simón fue quien encontró agua en ese pozo seco de bravura que fue la corrida de Juan Pedro. De hecho fue el sexto el único toro que tuvo un comportamiento destacado por bueno en toda la feria. En las manos de López Simón viajó con soltura y tomó las telas con celo. Faena un poco más larga que las realizadas anteriormente, bien planteada y ejecutada que se saldó con las dos orejas del juanpedro y con la segunda puerta grande de la feria.