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Nuestro gozo en un pozo… También hubiera valido de titular, ya que ese era el sentimiento de todos los aficionados que habían acudido a Las Ventas con la ilusión de haber visto una corrida encastada como suelen ser las de este hierro, y, a la postre, nos hemos tenido que conformar con un toro, el tercero de la tarde, que ha embestido bien por el pitón derecho. Mira-Bajo fue el primer toro de la tarde y con él confirmó Juan Leal. Un toro de mucha alzada como corresponde a su procedencia. De aceptable presencia, mostrando una cara pareja no muy desarrollada. De enorme corpulencia, no aparentaba sus casi seiscientos kilos. Fue frio de salida, y embistió templado, con suavidad, en el capote del torero francés Juan Leal. Tomó un puyazo apretando con el pitón izquierdo, cumplió, sin más, en varas. No puso dificultades en banderillas. Fue pronto pero salió distraído de la muleta, siempre con la cara por arriba. Tuvo un comportamiento noble pero deslucido, su sosería y su escasa entrega delataban su falta de casta, que ha sido el signo negativo de la corrida. Manuel Escribano lidió a Tontillo. Bien armado, con dos buenas velas descaradas, con cien kilos menos, pero más trapío que el toro anterior. Con suavidad embistió en el saludo. Se durmió en la primera vara y en la segunda le midieron. Se dejó en banderillas. Humilló pero le faltó energía en las embestidas. Noble y apagado por ambos pitones. También estuvo escaso de casta. Holandero el toro de más juego de la tarde El único colorao de la tarde respondía a Holandero. Bajo de seriedad por anovillado de cara. El de menos presencia del encierro, al que no se castigo en varas. Las embestidas fueron templadas en el saludo marcando siempre la huida. Repitió con temple en las embestidas a derechas en la muleta, más apagadillo por el zurdo. Fue boyante por el pitón diestro e hizo el avión en momentos. Mostró fijeza y prontitud algo que se repitió en todos los animales. Un medio toro en todos los sentidos: aspecto y comportamiento. Fue al final el que dio más juego en la tarde, al que Juan del Álamo cortó una oreja.
El cuarto era grande: alto y largo, de mucho peso, con las carnes justas. Romaneó en la primera entrada y se durmió en el peto, aunque salió suelto buscando terrenos de nadie; cumplió en la segunda y se quedó andarín y suelto. Con poca codicia cerró el tercio de banderillas. Sólo repitió en un par de tandas con regularidad en la muleta, después cabeceó, repitió sin entrega, le faltó casta como en general a toda la corrida. Sólo destacó aquél romaneo en la primera entrada al caballo. Ovacionado de salida fue el quinto de la tarde, largo hondo, con trapío y seriedad más que suficientes. Repitió con más nobleza que celo en la capa. En la suerte de varas no pasó el aprobado. Enamoró de salida, pero no lo hizo con su comportamiento que terminó mostrando los mismos defectos de sus hermanos, le faltó entrega por ambos pitones, y, aunque repitió, no humilló ni metió riñones. Acabó rajado. Cerro la tarde Resistente I, abierto de cara, serio y grande. Más largo que una soga. Sin poder ni celo se mostró en el saludo. Empujó con fijeza, sobre todo, en la segunda entrada. En la muleta le faltó entrega, lució las mismas virtudes reseñadas que sus hermanos: fijeza y prontitud, pero le faltó la base de la bravura, la casta. Una corrida con más estampa que bravura, de la que tenemos que resaltar que ha tenido fortaleza, que acudieron prontos al cite, que estuvieron fijos a los engaños, que no fueron abantos aunque los haya habido huidillos y que lucieron unas lámina de toro-toro. Foto: Las-Ventas.com
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